Cine

Infiltrados en la universidad

Los directores Phil Lord y Christopher Miller parecen ser expertos en hacer buenas películas a partir de lo que parecen muy malas ideas. Por ejemplo, hacer una película basada en una línea de juguetes que se ha convertido en una de las mejores películas en lo que va de año: La Lego® película (The Lego Movie, 2014). Antes ya lo habían demostrado logrando un gran éxito a partir de la adaptación cinematográfica de una serie de televisión, cuando las únicas películas que tienen peor reputación que las adaptaciones de series de televisión son las adaptaciones de videojuegos. Así, la serie Jóvenes policías (21 Jump Street, 1987-1991) daba el salto a la gran pantalla con Infiltrados en clase (21 Jump Street, 2012), de la cual nos llega ahora la secuela Infiltrados en la universidad (22 Jump Street, 2014). Y Lord y Miller demuestran de nuevo su toque mágico.

Infiltrados en la universidad

Parece increíble decir estas palabras hablando de la secuela de una adaptación de una serie de televisión que solo los nostálgicos recuerdan, pero Infiltrados en la universidad es realmente una fantástica película. Una comedia metalingüística que se ridiculiza a sí misma consiguiendo que el espectador se esté riendo de principio a fin. El mérito no es solo de Lord y Miller, también del estupendo guion de Jonah Hill, Michael Bacall, Oren Uziel y Rodney Rothman.

Infiltrados en la universidad

El argumento, Schmidt (Jonah Hill) y Jenko (Channing Tatum) son enviados como policías encubiertos a investigar un problema de drogas en la universidad de la ciudad, es lo de menos, ya que sirve simplemente como trampolín para que se ridiculice y analice los tópicos de las buddy movies y de la mentalidad de las secuelas hollywoodienses. Esto se evidencia desde el principio, cuando los dos protagonistas hablan de lo conveniente que su nuevo cuartel general se encuentre directamente enfrente del anterior, en el número 22. Y cuando cruzan la calle la cámara muestra brevemente un cartel anunciando la construcción de unos apartamentos en el número 23. Continuamente se refiere a que las situaciones se repiten para luego subvertirlas de algún modo, en el proceso provocando la carcajada del espectador. Otro gran ejemplo sería la manera en que parodian la tendencia a poner falsos culpables para despistar al espectador, en inglés denominados “red herrings” (arenque rojo), haciendo que uno de los personajes lleve tatuado un arenque rojo (lamentablemente, muchos de estos detalles se pierden en la traducción o el potencial espectador puede que no sea consciente de los mismos).

Pero no solo los tópicos fílmicos son parodiados, los propios actores son alegres víctimas del film. Hill es el objeto de constantes chistes sobre el hecho de ser un treintañero intentando pasar por veintañero (especialmente divertido para los que han crecido con películas en las que supuestos adolescentes pasaban la veintena), mientras que Tatum es ridiculizado como héroe de acción, incluso con referencias a su participación en Asalto al poder (White House Down, Roland Emmerich, 2013), también conocida como La jungla de cristal 6.

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Lo que sí se toma con cierta “seriedad” es la relación entre los personajes, que es el auténtico centro del film. Es aquí donde Hill y Tatum, así como los secundarios Ice Cube, Peter Stomare, Jillian Bell y Wyatt Russell, realmente destacan como actores cómicos (humildemente sugiero ver la película, preferiblemente, en versión original para disfrutar al máximo de las interpretaciones).

Infiltrados en la universidad es un film sorprendentemente redondo y logrado, divertido de principio a fin. Una película que supera las expectativas que se tendrían con un film de este tipo que parodia sin complejos la mentalidad de franquicia americana (especialmente durante los descacharrantes títulos de crédito finales).

Estreno en las salas españolas el 22 de agosto.

© Imágenes: Sony Pictures Entertainment