Crónicas

El mejor día de mi vida

Hace tres años desperté sin falda ni bragas en el jardín de la casa de Phillips, situada en el código postal 08034, lo mismo que decir en la zona pija de la ciudad. El sol resplandecía en el cielo que con cierta torpeza tapaba con el brazo para poder ver a mí alrededor, pocas personas aún seguían durmiendo, otras al fondo se tambaleaban al caminar, a mi lado un chorro de líquido empezó a mojarme la cara.

El mejor día de mi vida

Era la puta de Jeni que acuclillada de mala manera estaba meando, recuerdo que la empujé mosqueada pero solo empeoré las cosas ya que ella seguía en su faena, y tirada de lado en el suelo e incontrolada meó directo a mi pecho desnudo, fue entonces cuando vi que tenía la camisa a cuadros desabrochada y apenas me quedaban botones y estos pendían de pocos hilos. Rasqué mi cabeza rapada y me puse en pie, el césped brillaba por todas partes señal de que estaba repleto de botellines de cervezas hecho añicos, suerte que aún permanecía en mis pies las Dr. Martens de rojo cereza.

Empecé a caminar semidesnuda como estaba, con camisa, sin bragas y con solo las botas, dando pequeños tumbos hacia el interior de la casa mientras tapaba mis pechos como podía. En el jardín, Jeni seguía tirada de lado meando, pasé por al lado de Roberto que se estaba trajinando a Carla por el culo con una botella de Güisqui en una de las manos. Carla no parecía enterarse demasiado, el panorama no cambiaba por cada paso que daba, Miguel roncando con la polla al aire, María chupándole el coño a Roxy, Shanti bailaba abrazada a un tipo que no había visto jamás al ritmo de Oi! N’Ast que sonaba desde el interior de la casa, Ugh! Pisé la mano de Ulrik, ese jodido albino, no se enteró.

Subí esos dos escalones que separaban la casa del jardín, en el interior había decenas de personas bailando y saltando, la música retumbaba por todas las paredes, apenas pude moverme entre la gente, me acercaron un porro a la boca, recuerdo que no supe de quien procedía pero igualmente le di una calada y lo dejé caer. Entré en el lavabo y de inmediato me senté en el bidé, por supuesto no estaba sola, ahí estaba mi gran amigo Rold esnifando cocaína con una par de tías con el culo al aire, que muy observador él me avisó de que tenía sangre entre mis piernas. Incrédula y con la mirada nublada, observé la raja de mi coño sangrando como una puta fuente, una herida interna sin duda. Rold a carcajadas reía mientras me contaba del gran regalo que le había dado a Phillips –¡no lo olvidará jamás! El polvo del siglo. Rápida me abalancé sobre él y agarrándome a su pechera le pregunté de qué cojones estaba hablando. Entonces me contó que nos vio, a Phillips y a mi, subir las escaleras hacia su habitación, y que a pesar de la música se pudo escuchar mis jadeos, después acabamos en el jardín dando un ejemplo de cómo rematar una buena faena. Pregunté por el maldito Phillips, Rold solo me dijo que a esas horas debía estar cogiendo el avión hacia Estados Unidos. El maldito hijo de puta, me había drogado y desvirgado a su gusto. Pero eso fue hace tres años, en la despedida de Phillips.

Hoy de nuevo, le encuentro sentado en el banco de enfrente de la salida de mi trabajo, yo no tengo ganas de verle. Solo coger los ferrocarriles y marchar a casa, pero me pide dos minutos. Le digo que no mientras sigo caminando, el me sigue, insistiendo, al final le dejo que me diga, allí de pie en mitad de la calle. Me cuenta que desde que volvió a su país, no ha habido ni un día en que no pensase en mí, y en la maravillosa noche que pasamos juntos, me afirma una y otra vez que había sido el mejor día de su vida. Incrédula le digo al muy cabrón, por que no se había dado cuenta aún, de que ese había sido el peor día de mi vida y lo dejo ahí tirado.