Vengo a mi ciudad natal después de haber pasado, casi, mis dos últimos años viviendo en Köln (Alemania) y, aprovechando que hoy (22/09/2016) es el día sin coches en Barcelona, diré que desplazarse con bicicleta en dicha ciudad es demasiado peligroso.
Barcelona es una olla a presión, hay mucha densidad de almas deambulando por la ciudad, en cierta forma se podría decir que en esta gran ciudad hay una plaga descontrolada de humanos.
Aún así, el problema principal no son las personas que van caminando por su mapa urbano sino los coches, motos y furgonetas corriendo por las grandes avenidas y calles -saturadas- a toda velocidad.
Hay una especie de sentimiento generalizado de ver a un ciclista por la ciudad como a un enemigo molesto, un enemigo en el hábitat natural del peatón, un intruso a batir. Y no sólo desde la perspectiva del caminante, los vehículos motorizados odian -quizás con más fuerza- al ciclista urbano (e interurbano).
Un peatón puede saltarse un semáforo cuando le parezca pero un peatón subido a su bicicleta no. ¿Por qué? ¿Quién ha distorsionado la visión de lo que es un ciclista?
¿Y por qué no se hace un carril bici en cualquier acera que tenga más de tres metros de amplitud? Pintad una línea en medio, una mitad para los ciclistas y la otra mitad para los peatones. Lo he visto funcionar en Alemania con alta eficiencia y allí todos ganan; peatones que miran a los ciclistas como a semejantes, coches que no ven ‘invadidas’ sus carreteras, menos coches en la ciudad, un auténtico círculo virtuoso.
Mirándolo con perspectiva y comparando el norte contra el sur de Europa parece que hay una carencia arraigada en la educación de los ciudadanos. Una educación en la percepción; descubrir a un coche (o una moto) como un aparato realmente peligroso, contaminante y que roba mucho espacio a la ciudad y por otro lado que vean a una persona en bicicleta como algo útil, no contaminante y revolucionario a muchos niveles.
Aflojemos la tensión -esa guerra civil- entre peatones y ciclistas.