Un ejemplo de exceso llevado al extremo
Existen en esta vida tipos que caen de pie y otros que simplemente caen. Algunos, tras caer de pie dedican más o menos tiempo a lamerse las heridas, algunas de ellas profundas. Pero caen de pie. Y entre los que lo hacen, algunos alcanzan desorbitadas velocidades que traspasan auténticos infiernos.
Y a pesar de ello caen en gracia.
Pero ¿existen individuos que nazcan estrellados, caigan de pie, se precipiten al averno más extremo de las drogas y el alcohol, y que sin embargo caigan en gracia, todo, absolutamente todo, al mismo tiempo? La respuesta es I’m Ozzy (confieso que he bebido), el libro de memorias del cantante de rock Ozzy Osbourne.
Un tipo que creció en la zona industrial más profunda y salvaje de Inglaterra, en el barrio más pobre del distrito más pobre de Birmingham; que sobrevivió a la infravivienda, al hacinamiento familiar, a unos niveles de toxicidad ambiental cercanos al holocausto nuclear; donde los obreros, esquilmados en su salud de forma salvaje por las brutales condiciones laborales y la alcoholización como motor cultural, sólo en raras ocasiones llegaban a la edad de jubilación. Y con unas expectativas de futuro que ríanse ustedes de la actual crisis.
Pero además, Ozzy sobrevivió a un modelo de escuela que tenía la violencia como metodología pedagógica. Una infancia donde en vez de parques y toboganes había restos de edificios gruyère bombardeados por la Alemania nazi. El grueso del libro se nutre de decenas de anécdotas y vivencias que transcurren desde la infancia de Osbourne hasta la actualidad y cuyos principales motores de la narración se centran en su primera etapa musical con Black Sabbath, su posterior carrera en solitario y su relación con su actual mujer, Sharon, y sus hijos. Y como hilo conductor, desde la primera a la última página: su adicción al alcohol.
Un tipo que ha sobrevivido al bacilo de la rabia, a varios intentos de suicidio, a cantidades industriales de alcohol, drogas e ingesta involuntaria de queroseno. Y que sobretodo, sobrevivió a treinta años de una grave dislexia no diagnosticada. Antes de los dieciocho, Ozzy ya había pisado la cárcel, donde se apiadó de un pederasta, que en la cincuentena fue perdonado por su segunda mujer, Sharon, después de intentar ahogarla con sus propias manos; que hoy día hubiera sido carne de presidio y escarnio público por maltrato psicológico y físico a su primera mujer, Thelma, y que lanzó un televisor desde la novena planta de un hotel y a punto estuve de matar a un trabajador que fumaba plácidamente en el jardín del recinto. Todo esto son sólo algunos episodios de los que se da fiel reflejo en el libro como muestra de sus inagotables locuras.
De forma incomprensible, lo mencionado no impide percibir a Osbourne como un tipo gracioso, bonachón y de buena pasta. Cuestión inexplicable para el lector, que se descubre atónito celebrando unos hechos de los que cualquier persona con sentido común sería incapaz de reírse. Tanto para los fans del cantante, parroquianos metaleros y nostálgicos del rock duro, devoradores de biografías imposibles o incluso historiadores, psicólogos o sociólogos, este testimonio -narrado en primera persona por el artista- se erige en un documento de lectura imprescindible.
Como elemento criticable, la innecesaria insistencia – en ciertos pasajes – por querer hacer las paces con las víctimas de sus barbaridades, que convierte al lector en una especie de diván propiciatorio para redimir al artista. Pero, en última instancia se trata de unas memorias, por lo que tampoco se puede considerar una cuestión achacable al libro ni al negro que transcribió al papel el testimonio del cantante, grabado en magnetófono. Es más, se ha logrado mantener la tensión en cada capítulo y -a pesar de transcribir el lenguaje vulgar del artista- elaborar un material de notable calidad.
Pero claro, es que la vida extravagante, única, loca de un chiflado como Ozzy Osbourne, se explica y se vende por sí sola. En este sentido, la MTV, al crear el reality de The Osbournes sentó un precedente: la vida de una familia de artistas ricos y chalados llevada a la pantalla) que hace parecer la versión española Alaska y Mario un cuento infantil). La serie murió de éxito y de ello se habla en unas interesantes páginas a las que Ozzy dedica unas reflexiones críticas surgidas del sentido común, de la razón y, curiosamente, concluyendo que el programa fue un ejemplo de exceso llevado al extremo.
Como su propia vida.
I am Ozzy (Confieso que he bebido), ha sido publicado en España por Global Rhythm Rústica. 358 páginas. ISBN: 978-84-968795-4-6