Joaquin Phoenix se pone en la piel del mítico personaje antagónico del superhéroe Batman, en el demente payaso Joker en una versión nada festiva en la que se explora su perfil más desconocido y psicológico. El León de Oro recibido durante el festival de cine de Venecia otorga que no estamos ante la «típica» película de superhéroes. Joker (Todd Phillips, 2019) comienza una nueva andadura cinematográfica del sello DC en que van a dejar de interconectar sus películas como anda haciendo Marvel para ofrecer películas completas y complejas para un público adulto sin que estas formen parte de un puzzle.
Arthur trabaja como payaso y quiere ser la felicidad allá por donde va aunque la vida no lo está tratando bien, él quiere encajar de todas formas pero prosperar en una ciudad hostil está siendo solo uno de sus muchos problemas.
Es inevitable querer comparar este Joker con las anteriores reencarnaciones, pero el Joker de Joaquin Phoenix juega con ventaja al contar con todo un desarrollo único hasta la fecha para el guasón. Aunque se preservan algunas acciones y decisiones en el personaje, este Joker no es «el malo» que se podría esperar, una máquina para idear y masacrar masas o querer acabar con la vida de Batman, este es Arthur, una persona con múltiples problemas donde el mundo le crea.
Joker puede pecar de ser previsible, pero solo para aquellos que ya conocen el personaje de los cómics y/o han visto todas las anteriores películas del murciélago, pero la película tiene mucho más que ofrecer. La transformación de Joaquin Phoenix y la definición que se hace del personaje es única en la que no existe un contrapunto superheroico como en los cómics La broma asesina de Alan Moore y Brian Bolland, o El crepúsculo del murciélago de Josh Simmons y Pat Keck.
Gotham City es un claro personaje más, desde las oscuras calles de Batman (Tim Burton, 1989) a las grises de El caballero oscuro: la leyenda renace (Christopher Nolan, 2012) pasando por las fluorescentes y coloridas de Batman Forever ( Joel Schumacher, 1995), en Joker encontramos la sucia década de finales de los 70 que bien recuerda a Taxi Driver (Martin Scorsese, 1976), calles asestadas de basura y ratas gigantes donde la inseguridad campa a sus anchas. Solo la televisión y sus imágenes luminosas con el exitoso presentador y showman Murray Franklin (interpretado por Robert De Niro) huele a felicidad aunque la realidad comienza también a ensombrecerla.
Es aquí, en la televisión y el papel de Robert De Niro que Joker también tiene bastante de El rey de la comedia (Martin Scorsese, 1982) además de por la aparición del actor y la década, por su temática en el que un aspirante a humorista busca su hueco en el mundo de la comedia.
Completa la atmósfera del Joker la Banda Sonora, desde los temas originales compuestos por la islandesa Hildur Guðnadóttir a la esplendida selección musical con temas de Frank Sinatra, Nat King Cole o Ella Fitzgerald.
Una película magnífica que devuelve el sentido al cine al contarnos una sola historia con todos sus matices sin ser un preámbulo a una dichosa saga.