A finales de la década de los noventa el cine de acción estaba perdido. En pocos años todas las estrellas del género habían perdido su áurea rompetaquillas, la acción made in Asia no acababa de asentarse y el inesperado impacto de The matrix noquearon a creadores y seguidores. ¿Cuál era el futuro de las películas testosterónicas? Se buscó a nuevos nombres que inyectaran sangre nueva al género, se apostó por multiplicar la espectacularidad de las escenas mediante infografía y se rebajó el contenido violento para llegar a un público más amplio. Nada de eso funcionó. El cine de acción había muerto, pero nadie quería asumirlo. En esa triste estampa apareció un film de bajo presupuesto, sin demasiadas aspiraciones, que ha sabido mutar rompiendo todas las reglas y tópicos que se le podían suponer para convertirse en un ejemplo a seguir. El estreno de su sexta entrega es una ocasión ideal para echar el freno y mirar por el retrovisor hasta doce años atrás cuándo de la nada apareció…
A todo gas
(The Fast and the Furious, Rob Cohen, 2001)
Da igual que ganes por un centímetro o un kilómetro, ganar es ganar.
Unos misteriosos conductores asaltan camiones de mercancías en marcha. La policía decide infiltrar a uno de sus hombres en el mundo de las carreras ilegales para dar con los responsables. Allí conoce a Toretto, uno de los pilotos más respetado, que junto a su hermano, novia y amigos encajan en el perfil de posibles sospechosos. Diez años antes se había estrenado Le llamaban Bodhi (Point Break , 1991) dónde un joven agente del FBI, Keanu Reeves, se infiltra en el submundo de surf para dar con unos enmascarados atracadores de bancos, de los cuales su líder es Patrick Swayze. ¿Os recuerda a algo? Pues sus guionistas Gary Scott Thompson y David Ayer aseguran haberse basado en un artículo de la revista Vibe escrito por Ken Lin. Ya…, a falta de leerlo, yo tampoco me lo trago; pero qué más da. Aquí tenemos encabezando el cartel cuatro nombres que prometían mucho a inicios de esa década. Vin Diesel, que iniciaría tres (posibles) sagas en tres años: Pitch Black, xXx y la aquí comentada. Paul Walker que empezaba a despuntar como chico (nunca mejor dicho, aquí mete una cara panoli que echa para atrás) forracarpetas del nuevo Holywood al igual que su acompañante femenina Jordana Brewster y para Michelle Rodríguez era su tercer papel en la gran pantalla. Pero seamos justos, por muy promesas que fueran… aquí demuestran más bien poco. Cierto es que sus diálogos y acciones no dan para mucho, pero la inexpresividad y poca química con sus compañeros roza lo ridículo. Igual de perdido andaba el director. Cohen es un director de serie b experto en explotations, que aquí sabe que solo necesita una excusa para plasmar en pantalla unas cuantas persecuciones grabadas con efecto molón (“¡eso funcionó en The Matrix, repitamos la jugada pues!” ). Nadie en todo el equipo parecía entender la moda del tunning, la cual querían saquear para llenarse los bolsillos, y por eso nos encontramos una selección musical que pasa del metal al rap y mete temazos de heavy pop sin venir a cuento, solo para intentar vender cd’s. Que antes se podía vivir solo de eso al hacer una película, de su banda sonora, no como ahora que todos a bajar y ala. En fin, un producto típico de su productor, Neal H. Moritz, especializado en crear productos baratos pero que rinden a las mil maravillas en taquilla, especialmente, entre el público adolescente. Nos encontramos con un film lleno de potencial que acaba perdiéndose. Explorar un mundo aún no desvirgado por el cine siempre es estimulante, pero como todas las tendencias, tardará hasta dar con su propio lenguaje en su traslación. Esa inseguridad reflejada desde el guión hasta la dirección hace que sus actores puedan ser de lo único que salven la función aunque aún no tienen suficientes tablas ni áureas detrás para asumir la responsabilidad. Atribuyan todo el éxito del metraje a su leit-motiv: los coches tó guapos quemando rueda. A todo gas se estrenó en junio de 2001 con un gran, e insospechado, éxito. El presupuesto ascendía a la cifra de 38 millones de dólares y recaudó 40 ya en su primer fin de semana. Como era de esperar, la crítica la masacró sin demasiados miramientos pero el público al cual iba dirigido quedaron encantados con lo que se encontraron: lo que veían en las calles había dado el salto a la gran pantalla. Ellos podían ser Toretto. Eso siempre ha funcionado, que se lo cuenten a Roger Corman. Acabó amasando a nivel mundial poco más de 207 millones de dólares. Estaba claro, tenía que haber una segunda entrega, costase lo que costase. Mención aparte, y especial, al impacto que causó la película en España. La piel de toro, capital del garrulismo por antonomasia, vio en el film un ejemplo a seguir. Miles de jóvenes decidieron hacer algo de provecho con sus vidas, a parte del recreo con pastillas y música machacona, para gastar sus ahorros y tiempo libre en maquear sus bugas al estilo de Toretto y semejantes. Aquello supuso un next level en el universo quillo quedándose marcados todos los domingos por la mañana las explanadas de parkings copadas por concentraciones de tunning. Al no poder invertir demasiado en óxido nitroso para romper la barrera del sonido en las carreteras, siempre ha habido picoletos o parecidos con ganas de gastar la libreta de multas, se invirtió mayoritariamente en equipos de sonido. De rebote, todo aquel que años antes decidió estudiar oftalmología, en estos momentos debe haberse pre-jubilado rico y millonario.
Chicas guapas y coches rápidos en una tópica película comercial dirigida al público juvenil. A pesar de no tener ningún famoso en el reparto -Diesel y Walker saltaron al estrellato adolescente precisamente con este filme-, en USA barrió todas las taquillas gracias, principalmente, a una hábil promoción de marketing basada en unos espectaculares trailers. Para fanáticos del cine de cilindradas. Pablo Kurt: FILMAFFINITY
En resumen: film que se queda a medio gas. Intenta innovar en el género apostando formalmente por lo que caracterizó los 90s. Nadie podía esperarse una posible franquicia de éxito.
Nota: 2,5 sobre 5.
A todo gas 2
(2 Fast 2 Furious, John Singleton, 2003)
Almas criminales y policías corruptos, yo nací para esto.
Después de dejar escapar a Toretto en la anterior película, Brian es expulsado del cuerpo de policía y ahora se gana la vida compitiendo en carreras ilegales. Es requerido de nuevo por la ley para infiltrarse y dar caza un empresario corrupto metido en trapicheos en la frontera. La misión es demasiado complicada para un solo hombre, así que pide la ayuda de Roman Pearce (Tyrese Gibson), otro experto conductor fichado mil veces en la policía por distintos cargos. También cuenta con la ayuda de Monica Fuentes, otra agente infiltrada, e intentaran acaparar pruebas contra los malos malosos, hacer el bien y dar carpetazo a todos sus errores del pasado. Ya sabes, el outlaw de buen corazón. El mismo fin de semana del estreno de la primera entrega, viendo lo que recaptó en un santiamén, despejó toda posible duda, había que haber una segunda entrega. Todos estaban de acuerdo. ¿Todos? Todos no. Vin Diesel aprovechó su popularidad in crescendo para pedir un importante incremento en su cheque, al igual que hizo con la secuela de xXx, y en las dos recibió la misma respuesta: adiós, muy buenas. Por si acaso el resultado era ese los productores encargaron a sus guionistas dos guiones, uno con Diesel y uno sin. Sin poder confirmarlo creo que la única diferencia entre las dos versiones consistía en cambiar en el Word el nombre Toretto, clicar en “buscar y reemplazar” para substituirlo por Roman. Aquí la cosa ya mejora. Al no contar con una de las estrellas de la función el director parece haber sido consciente que aquello podía irse a la mierda si no le buscaba nuevos alicientes. Así pues, mientras en la anterior teníamos un film poco vistoso y bastante serio (pretendidamente hasta trascendental) aquí tenemos colores y buen humor en cada rincón. La química entre Gibson y Walker es la columna sobre la que se sustenta todo el espectáculo. Los dos actores parecen pasárselo pipa conduciendo a toda pastilla, disparándose puyas y contemplando, mientras asienten con la cabeza, auténticos bellezones en biquini. Coño, que hablamos de Miami. John Singleton siempre me ha parecido un cachondo mental y aquí lo demuestra no solo por saltarse toda posible continuidad formal con su predecesora, también por colarnos chistes de vergüenza ajena y chulería de saldo con puntazos de los más macabros cómo la tortura de la rata, el cubo y el soplete. La deserción del director y estrella de la primera empujan a la franquicia que avanza improvisadamente hacia nuevos horizontes. Atrás queda el pretendido honor y lazos familiares entre maleantes para apostar por una divertida buddy movie. La anterior nos dejó para la posteridad a unos personajes a los que se supone más majestuosidad de las que nunca se les llega a ver y esta, en cambio, nos asienta las bases formales, o sea: tono ligero, look alegre y ritmo dinámico. A pesar de los temores de los productores, al no contar con Vin Diesel en el cartel, el film funcionó de maravilla en su estreno recaudando el primer fin de semana más de 50 millones de dólares. Con un presupuesto para nada modesto de 80 millones acabó acumulando 236. Nadie se esperaba repetir, y menos aún, ampliar las cifras de la anterior después de todas las bajas acumuladas en el equipo artístico. Además, para sorpresa de propios y extraños, su éxito fue mayor en Europa y Asia que en el propio territorio americano. Los críticos ya no le prestaron atención a esta nueva entrega pero los fans deseaban más dosis de The Fast and the Furious. Parecía un negocio seguro siempre que no hubiera más problemas con los cachés. Y los hubo. ¿Cómo solucionarlo? 2 nominaciones a los premios Razzies, a la peor secuela/remake y argumento.
Aunque esta secuela dirigida por John Singleton ofrece un viaje suficientemente placentero, carece de la frescura sin pretensiones y de la atractiva sensación de ‘cercana’ del modesto film original. Todd McCarthy: Variety
En resumen: una apuesta arriesgada que se salva con solvencia apostando por la intrascendencia y la espectacularidad per se. La estética que marcaría la saga empieza a definirse.
Nota: 3’5 sobre 5.
A todo gas: Tokyo Race
(The Fast and the Furious: Tokyo Drift, Justin Lin, 2006)
…el clavo que sobresale recibe más golpes.
Sean Boswell (Lucas Black) es un joven de 17 años amante de las carreras de coches. Su peligrosa afición le reporta bastantes problemas, teniendo que mudarse cada poco tiempo junto a su madre de ciudad en ciudad. La mujer, harta del gañán de su hijo, lo mandó con su padre, un militar que vive en Japón sin que descubramos exactamente qué coño hace allí. Pero lo importante es que el chavalín desobedece cualquier autoridad metiéndose de nuevo en líos ahora, concretamente, con el sobrino de un yakuza. Por suerte le caerá en gracia a Han (Sung Kan), quién le enseñara cuatro truquillos orientales en eso de la conducción. Paul Walker decidió dárselas de divo y también abandonó el barco. El productor se dijo lo de “para chulo chulo, mi pirulo” y siguió con la saga, de la cual solo quedaba un título molón. ¿Aquello sería suficiente para atraer de nuevo a las audiencias? Seguramente no, pero el listo jugó muy bien sus cartas. No intentó substituir a Diesel o Walker con posibles estrellas que se les subieran los humos a la cabeza, apostó por un completo desconocido. Además, con la recaudación en mano de la anterior, vio que el impacto en el mercado asiático fue considerable, así que trasladó la acción de la tercera allí. Lo dicho, solo conservar el título para cambiar el resto y empezar casi de cero. Todo pasaba por las manos de un joven director, Justin Lin, que con un presupuesto modesto tenía que reformular una saga sin demasiadas herramientas. Y lo hizo. Y de qué manera. Si en la primera entrega aparecieron los personajes, en la segunda el tono distendido, en esta tercera parte hace aparición quizás lo más importante: su alma. Es curioso que sea en esta entrega en la cual ya no queda (casi) rastro de los puntales de las anteriores la que marque la siguientes entregas de manera definitiva y convirtiéndolas en un autentico fenómeno. Justin Lin sabe calibrar a la perfección las cantidades de épica, diversión, humor y trascendencia. Aquí los protagonistas no están perfilados con un simple trazo, al hablar transmiten información, sus interrelaciones tienen sentido común y el manido camino del héroe es sumamente importante al conseguir enganchar al espectador sabiendo que al final del metraje obtendrá las respuestas por las cuáles ha invertido su tiempo en ella. Algo tan simple como todo esto, que se enseña en cualquier escuela de cine durante el primer trimestre del primer curso, se había obviado en las anteriores películas. Lin, conocedor de sus propias limitaciones, apuesta por lo básico, a la vez que plasma en la pantalla todo aquello que quiere como (supongo) seguidor de la saga. Si a una base solida argumental le añadimos una fotografía hipnótica de Tokyo tienes un producto comercial, pero hecho con mimo, que engancha con sus múltiples niveles a todo tipo de espectadores, entre ellos los cinéfilos de corte Tarantiano, hay cameo del gran Sonny Chiva, y acaba con la aparición sorpresa de Vin Diesel repitiendo su papel de Toretto para allanar el camino de cara a su regreso en la serie. A pesar de sus múltiples virtudes el público no acabó de comulgar con el film estrenándose en una tercera posición con 23m. Costó 85 millones de dólares y acabó amasando 158 en su total. Aunque no era un mal resultado bajó drásticamente sus cifras respecto a las anteriores. Se podría leer entre líneas y pensar que el público aún era fan de la saga, pero los cambios constantes en el reparto les echaban para atrás. Era el momento de tomar una decisión: mandar la saga al mercado de direct to dvd o intentar recuperar a Diesel y compañía. Que no me olvide, es la mejor de la saga por lo que hace referencia a temazos que adornan la banda sonora del metraje.
Va de ‘neowestern’ de ciudad, pero sus diálogos y personajes no llegan a alcanzar el nivel del peor de los ‘spaghetti westerns’. Javier Ocaña: Diario El País
En resumen: a pesar de las posibles reticencias al perder todo signo identificable se ensalza como una pieza clave en la evolución de la saga al saber apuntar el camino a seguir con su espíritu. Os puede sonar a chifladura, pero bien os juro que es así. Miradla y sabréis lo que os digo.
Nota: 3,5 sobre 5.
Fast & Furious: Aún más rápido
(Fast & Furious, Justin Lin, 2009)
Brain y Toretto se reencuentran al cruzarse sus caminos siguiendo la pista a un malvado narcotraficante. Uno quiere atraparlo para llevarlo ante la justicia, el otro quiere impartir su propia justicia ya que es el canalla que mató a su novia. Con sus proyectos personales yéndose a pique los dos divos de la primera entrega vuelven cabizbajos a la saga intentando remontar su carrera volviendo al título que les abrió las puertas de Hollywood. Por suerte los dos han mejorado con el tiempo, Walker aparenta mucho mejor (y que os suene como queráis el comentario) y Diesel ha aprendido del negocio y se mete en la producción. Su primera decisión en el cargo es reclamar que Justin Lin repita en la dirección de nuevo acompañado del guionista Chris Morgan. Eso es bien. También tira de la agenda y se trae a Michelle Rodríguez y Jordana Brewster. Además al tío se le ocurre traerse a Han, el personaje que muere en la anterior, y a los músicos Tego Calderón y Don Omar para atraer al mercado latino, sin mencionar unos cuántos temas de Pitbull, claro. La cosa pinta bien, ¿verdad? Pues sí. Ya queda claro con la espectacular primera escena en la que aparece un camión cisterna lleno de combustible haciendo la croqueta en llamas por la carretera mientras Toretto intenta pasar a todo gas por debajo. Retomar a los personajes de la primera entrega les otorga casi involuntariamente un tono épico y mítico que te hace brincar el corazón. Eso acompañado de una trama solvente, aunque no para echar cohetes, una dirección de pulso firme y múltiples localizaciones le da aires de mega producción. Sí, vuelven nuestros anti-héroes por la puerta grande. Solo un “pero”, el ritmo es lento, o más concretamente, va de más a menos. Según leí por algún sitio Vin Diesel tenía claro que aquello tenía que ser el inicio de una nueva trilogía, que aunque conectada con la anterior, tendría su propia voz. Se nota, la verdad. Aunque tenemos claro que sigue siendo parte de la saga A todo gas, dando un paso adelante, creciendo hasta asentarse como franquicia con salud de hierro, segura de sí misma y superándose titulo a titulo sin tener que compararse con sus semejantes. Con el mismo presupuesto que la anterior, pero recuperando nombres del primer film se convirtió en un auténtico éxito. Costando 85 millones recauda el primer fin de semana 71 y 363 en su recorrido total y final. Los números empujaban a una nueva entrega, el problema era hacia dónde ir, el final abierto podía llevarles a cualquier sitio. La crítica se dividió, algunos opinaban que la serie seguía hundiéndose y otros aplaudían a rabiar el retorno de sus “añorados” protagonistas. Aquí un par de ejemplos:
Las cuatro películas ofrecen magníficas escenas. Pero ‘Fast & Furious’ es la primera, desde la original, que inteligentemente sabe cómo estirar la lógica sin sacrificar los deseos masculinos de pavonearse y las emociones exacerbadas. Kirk Honeycutt: The Hollywood Reporter
Es justo lo que esperas. Nada más, desafortunadamente. (…) Admiro la profesionalidad que hay en ella, pero el film me dejó del todo indiferente. Tras las 3 películas anteriores de la serie, que se convirtieron en videojuegos, ¿Por qué necesitamos una cuarta? Oh… me acabo de responder a la pregunta. (…) Puntuación: *1/2 (sobre 4). Roger Ebert: Chicago Sun-Times
En resumen: la saga ha aprendido de todas y cada una de las anteriores entregas para ofrecernos un producto perfeccionado y con entidad propia, que podrá gustarte más o menos, pero que de intentar hacer cualquier otra cosa se traicionaría a sí misma.
Nota: 3 sobre 5.
Fast & Furious 5
(Justin Lin, 2011)
De camino a la cárcel, Toretto, es liberado por su hermana y Brian. Juntos se esconden en Brasil dónde se meten en movidas chungas que les reporta volver a llamar la atención de la policía (The Rock) y ser perseguidos por un malvado empresario que controla toda la ciudad con malas artes y al que no le gusta que le toquen los coj…Total, al final Brian y Toretto reúnen a los compinches de anteriores entregas para dar el golpe de sus vidas y retirarse con once millones de dólares por barba. Hay una escena en la película que me encanta. Toretto y Brian van a la ciudad para competir en carreras ilegales, again, para conseguir nuevos coches, again. Todo visto en todas y cada unas de la entregas anteriores. Bien, pues la novedad reside en que no se ve la carrera en cuestión. El par de colegas pactan la carrera, corte y ya vuelven a su guarida con los demás montados en sus nuevos coches recién conseguidos. Esa elipsis define a la perfección esta quinta entrega. Las carreras ilegales por las calles de la ciudad ya no son necesarias, quien se acerque a la saga ahora es por otros motivos. Y en este caso ¡qué motivos! En la anterior entrega quedó claro que habían perfeccionado todo lo que funcionaba en las tres anteriores. Con lo aprendido asentado tocaba crearse un nuevo futuro. En esta quinta película se conjugan diversos elementos para dar otro paso más hacia adelante: tirar de nostalgia, nuevas incorporaciones y explorar nuevos géneros. El gancho nostálgico es recuperar a personajes aparecidos en distintos filmes de la saga: Roman, Han, Rico, Tego, Gisele, Parker,… un festín de caras y bromas internas que harán las delicias de los fans incondicionales. Si ves todas las entregas del tirón, cómo servidor ha hecho en esta ocasión, acabas sintiendo que a pesar de ser un simple espectador formas parte de una gran familia. El factor incorporaciones queda reflejado en los personajes interpretados por Elsa Pataky y, sobretodo, Dwayne The Rock Johnson. Ver a Diesel y La Roca dándose de leches es solo comparable a un Hulk contra La Cosa. En otras palabras, orgásmico. Y el tercer factor revolucionario, y no menos importante, cambiando el género. Pasando de la genérica “película de acción” a adentrarse en el sub-género “película de atracos”. Quizás a alguno puede parecerles de poca relevancia, pero apostar por distintas excusas argumentales en cada nueva entrega puede insuflar frescura de manera simple y efectiva. Este quinto título es el entretenimiento perfecto combinando decenas de elementos de sobrada eficiencia, con una factura espectacular y un sano sentido del humor. Es curioso comprobar como hasta la mitad es exactamente la continuación natural de la cuarta y justo al llegar a su ecuador, con la aparición de The Rock y personajes de anteriores entregas, el film da un tumbo completo y está repleto de sentido del humor y nuevo McGuffin. ¿Simple coincidencia? Quizás, aunque yo no lo creo. El retorno de Vin Diesel a la saga, y al mando de todo, ha traído mucho sentido común y que cada paso esté muy estudiado, a destacar algunos diálogos creados expresamente para atacar cabos temporales. Después del renacimiento de la serie con la cuarta entrega los productores apostaron sobre seguro con esta otorgándoles un presupuesto muy abultado, 125 millones de dólares, que se saldó con un éxito increíble. En su primer fin de semana acumuló 85 millones, una auténtica burrada, y al final de su recorrido se plantó con, agárrense fuerte, 626 millones. Por primera vez la respuesta de público y crítica fue unánime, considerándola la mejor de la saga, y una de las mejores películas de acción de estos últimos años.
¿Quién podría adivinar que la cuarta secuela de The Fast and the Furious no sólo repostaría el combustible de una franquicia desfalleciente, sino que lideraría al grupo como la mejor de la saga? (…) Puntuación: *** (sobre 4)Claudia Puig: USA Today
Una película para el público que piensa que lo espectacular en las películas es más importante que el sentido de la lógica y que pueden reírse de una película y disfrutar de ella al mismo tiempo Mick LaSalle: San Francisco Chronicle
En resumen: un divertimento perfecto donde todo encaja a la perfección. Espectacularidad y alma se dan de la mano para regalarnos dos horas de emoción, en todas sus acepciones. Nota: 4 sobre 5. Aún queda mucha carretera por delante. Estrenada la sexta parte, la cual aún tengo que ir a ver, ya con un éxito arrollador no nos quepa duda que habrá una siguiente entrega. Según tengo entendido en ella aparecerá Jason Statham ejerciendo de villano de la función y la acción se situará en Europa. Veremos qué.
Entra aquí para leer la crítica de Fast & furious 6 ( Furious 6, Justin Lin, 2013)
Aquí la crítica de Fast & Furious 7 ( Furious Seven, James Wan, 2015)
Crítica de Fast & Furious 8 ( The Fate of the Furious, F. Gary Gray, 2017)
Descubre cómo es el primer spin-off aquí: Fast & Furious: Hobbs & Shaw (David Leitch, 2017)
Crítica de Fast & Furious 9 (F9, Justin Lin, 2021)
Crítica de Fast & Furious X (Louis Leterrier, 2023)
Pase lo que pase no podemos quejarnos de lo que nos ha ofrecido hasta el momento la saga. Al contrario que franquicias que gozan de mejor reputación en el género, Arma letal o La jungla de Cristal por poner un par de ejemplos, la serie A todo gas ha ido creciendo de manera coherente, subiendo en cada capítulo su calidad llegando en estas últimas entregas a cotas que no tienen nada que envidiar a otras de títulos más mitificados, quizás por el factor nostalgia. Esta saga empezó con un título modesto sin muchas aspiraciones más allá de explotar una moda pasajera surgida de las calles de la periferia para ir avanzando, a veces perdiendo un poco el rumbo, pero nunca la meta. A estas alturas ha conseguido forjarse una personalidad propia, aportar escenas que se incrustarán en nuestra memoria cinéfila y ser el ejemplo en el cuál compararse futuras producciones ambiciosas. Espero que sus responsables no se duerman en los laureles del éxito y no paren el motor. Los seguidores de esta serie querremos nuestra dosis regular de neumático quemado. Pero aunque tengan que echar el freno y parar en algún momento nunca olvidaremos a Toretto, Brian y Mia por los buenos momentos que nos han hecho pasar.