Los títulos de crédito de Tres días para matar (3 Days to Kill, 2014) indican que el director es McG, pero este film tiene todo el aspecto y el sabor de una producción de Luc Besson, guionista también de la cinta.
Ethan Renner (Kevin Costner) es un veterano agente de la CIA que se retira cuando se le diagnostica una enfermedad terminal. Renner aprovechará para reconectar con su familia, a la que tenía abandonada por su trabajo. Algo que no parece hacer muy feliz ni a su ex mujer Christine (Connie Nielsen) ni a su hija adolescente Zooey (Hailee Stenfield). Las cosas se complicarán más cuando una agente de la CIA, Vivi Delay (Amber Heard), le pida que vuelva al trabajo para completar una misión y a cambio le ofrezca una droga experimental que puede alargarle la vida.
Tal vez Costner esperaba que esta producción de Besson hiciera por él lo que Venganza (Taken, Pierre Morel, 2008), otra película de la factoría Besson, había hecho por Liam Nesson. Pero con un director sin personalidad ninguna como es McG y un guion mediocre lleno de tópicos es difícil que lo haga. Eso sin tener en cuenta el hecho de Costner no es Liam Nesson.
Excesivamente larga y predecible, Tres días para matar no ofrece nada al espectador que no haya visto antes y mejor hecho. Las escenas de acción son rutinarias y el drama entre padre e hija resulta tópico. Hay más tensión y emoción en un episodio de la serie The Americans que en toda esta película. Eso sin mencionar lo poco que se esfuerzan por hacer creíble el medicamento mágico que detiene el cáncer que está acabando con el personaje que interpreta Costner. Y no olvidemos los intentos de comedia que hace la película y que acaban resultando tan planos como todo lo demás.
Teniendo en cuenta el precio de las entradas de cine, es más seguro invertir el dinero en otra película o ahorrárselo para comprar un libro, por ejemplo Ilustrofobia. Gastarlo en ver esta película es el mismo desperdicio que tirarlo por la ventana.
