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Ficción como realidad

Como si se tratase del experimento que Phillip Zimbardo llevó a cabo en 1971, estos días he vivido (sin llegar a extremos peligrosos) la denigración de luchas sociales amplificadas a varios niveles por encima de lo común en mi vida de cada día. Algo insospechado pues todos formabamos parte del mismo grupo social, el de clase media (baja o alta ya no importa) o baja, en cualquier caso, trabajadores de tercera para una producción de televisión.

Ficción como realidad

Bajo la tutela de la producción se han reunido durante dos días en el puerto de Barcelona a poco más de 100 extras para representar la vida del puerto de la ciudad en 1914, por lo que habían trabajadores de puerto por un lado y pasajeros de embarcaciones por otro, algunos de pueblo y otros adinerados. Son estos últimos, los adinerados, señores trajeados con sombreros de copa y algunos con bigotes postizos junto a sus señoras de largos trajes y sombreros con grandes plumas los que marcaron la diferencia. (Véase la fotografía superior, adinerados al frente, pobres al fondo.) Si a las seis y media de la mañana antes de pasar por vestuario todos eramos del montón, al salir de ellos por magia de la sugestión que otorga los «disfraces» nos transformaron, a los adinerados se les subió la moral, lo contrario para los trabajadores de puerto y los pobres que vestidos con harapientos sucios se les bajó los ánimos. Los corrillos de conversación previo al rodaje junto al catering del desayuno es el detonante, como si fuese una escuela católica —niños con niños y niñas con niñas—, aquí era «ricos» con «ricos» y «pobres» con «pobres».

Desconocidos entre sí, todos temíamos ser rechazados por los entes superiores o denigrados en caso contrario. El cerebro nos realizaba una mala jugada sin que nos diéramos cuenta de la farsa en la que estábamos, cosa de la intuición o de las costumbres, nos inclinábamos por nuestra nueva condición social evitando así no poner en un compromiso a la otra condición. Deberíamos ser conscientes que formábamos parte de una ficción, pero como seres humanos primero nos tira el instinto y ante el miedo del rechazo, pasa lo que pasa, tratamos de encajar en nuestro lugar.

Por fortuna, la ayudante de dirección, se encargó de mezclarnos en la escena, eso sí cada uno desempeñando «su trabajo», los que cargan maletas y los que no. Gracias a ello en las «largas» esperas entre grabación y grabación se hablaba con más facilidad entre nosotros (los figurantes, con los actores no había nada que hacer) anulando así esa barrera ficticia entre los diferentes estatus.

El rodaje era Barcelona ciutat neutral, una mini-serie producida por Prodigius Cinema, dirigida por Sonia Sánchez para TV3. A continuación unas fotografías.

© Fotos: Bouman