En Santa Monica hay fantasmas. Sombras que van y vienen. Las estoy viendo ahora mismo. Los dos gatos me perturban. Sé que están interfiriendo entre las presencias del inframundo y mi percepción. Es de noche. ¿Qué debo hacer? ¿Me voy a la playa? No. Hace mucho viento. Hay una epidemia en LA. Todo el mundo tiene fiebre, en serio. A mí no me va a tocar porque soy del Mediterráneo y como sano. Esa epidemia está conectada con la unión del alma al cuerpo humano. El peso del espíritu.
Estaba en el césped esta mañana cerca del océano, y la epidemia me estaba enseñando a donde ir. Como yo soy inmune, estaba incluso medio dormida expectante de que ver qué coño me iba a enseñar. Un vacío, un vértigo sin vértigo, una conexión entre dos mundos. Me gustaba. Cerré más aún los ojos y ahí estaba, en el centro neurálgico de toda la plaga febril. Vaya rave tenían ahí montada. Ni la gente que conduce descapotables se escapa. Woao. Cambiemos de dirección, decían los virus. Yo me quería seguir quedando ahí, pero un gnomo perverso me condujo hacia la fuente de afuera de unos baños públicos. No me quedó otra más que absorber, tragar y beber ese horrible agua. No estaba tan mala a decir verdad. Menos mal que vino la botella de cristal rosa y me salvó la vida después de ver como una pija con patines se estampase contra una farola y su amiga fake lo grabase con su celular. La cal negra de las jarras depuradoras de los hogares estaban enviando SMS a la cal salvaje de la fuente de la calle advirtiéndoles de que mis labios son venenosos. Demasiado tarde.
¿Os gustan las tuberías? Yo no sé qué deciros. Es como si os pregunto qué preferís, ¿el campo o la ciudad? ¿Podéis vivir sólo en uno? Pensad en todas esas gotas de agua con caliza que desprenden residuos carburantes de monóxido de cromo, y se quedan solas, como la gente que espera el bus y tarda 47 minutos en llegar. Qué rollo. La sequedad entre esas gotas, ¿a dónde va a parar? ¿tienen amigos? ¿salen de fiesta? Yo creo que se van a workshops nocturnos en la radio KCHUNG, en Chinatown, impartidos por Emma Cunningham, sobre alchemical tech and wearable coil speakers. Además son gratis y la gente es tó enrollada, así que sí, seguro que van ahí. Y son amigas de los ácaros de las calles de Studio City, donde de noche huele a hermosura de flores silvestres, y se pierden por los bosques de debajo de los acueductos, de donde provienen las tuberías. Más que nada escapan de ahí porque quieren ir a las casas meadas y abandonadas de las estrellas de rock yonkis hippies en Topanga, donde todo el mundo lleva bragas por la calle y caminan por las cunetas, porque no hay calles, hay bordes de carretera. La gente está morena de tanto caminar bajo el azote del California Sun. No quieren contaminar, son macrobióticos, y les gusta escuchar las mágicas canciones underground contemporáneas de Heaven Pegasus, para luego irse al Wizarding World of Harry Potter y chutarse agua con gas en las rodillas con jeringuillas en forma de barita mágica.
Manos tocándose
La sequedad entre las gotas de las tuberías en el workshop nocturno de la radio Kchung
Heaven Pegasus con su gnomo esclavo y una TV de tubo gigante soñando con el deseo de un brazo putrefacto