En su faceta de productor, Guillermo del Toro y el director André Øvredal, responsable de la fantástica La autopsia de Jane Doe (The Autopsy of Jane Doe, 2016), nos ofrecen la inquietante Historias de miedo para contar en la oscuridad (Scary Stories to Tell in the Dark, 2019).
La película se basa en una serie de libros infantiles escritos por Alvin Schwartz e ilustrados por Stephen Gammell. Libros muy polémicos aún hoy día, más de 30 años después de que fueran publicados por primera vez, ya que se consideraban demasiado fuertes para ser leídos por niños. La suma de morbosas historias y perturbadoras ilustraciones, muy distintas de las que se esperarían en un libro infantil, fue demasiado para muchos padres, mientras los niños americanos convirtieron estos libros en monumentos generacionales. La naturaleza de los libros explica la naturaleza de la película, que, aunque está calificada para mayores de 13 años y tiene chicos y chicas como protagonistas, se esfuerza en resultar perturbadora e inquietante, tanto para adultos como para niños.
Las historias contenidas en los libros son muy breves, así que los cineastas decidieron crear un argumento en que las historias, y sus criaturas, fueran protagonistas, parte de la trama. El film nos sitúa en el otoño de 1968, con Richard Nixon a punto de convertirse en presidente y la guerra de Vietnam en plena escalada. Stella (Zoe Margaret Colletti), Ramón (Michael Garza), Auggie (Gabriel Rush) y Chuck (Austin Zajur) son un grupo de amigos que, mientras exploran la “casa encantada” del pueblo, encuentran un libro que perteneció a Sarah Bellows (Kathleen Pollard), una asesina de niños. Para su horror, descubren que las historias del libro se hacen realidad mientras se escriben por si solas, poniendo sus vidas en peligro.
Como ya he indicado antes, esta película está a años luz de otros títulos con los que, a primera vista, podría tener mucho en común. Las películas de terror pensadas para que puedan ser disfrutadas por adolescentes y niños suelen ser bastante inofensivas. Con énfasis en los sustos acompañados de fuerte música, muchos toques de humor y una ausencia de peligro real. Es decir, por muy complicadas que se les pongan las cosas, uno sabe que los protagonistas saldrán airosos. Pero no es el caso de Historias de miedo para contar en la oscuridad. Øvredal logra crear una atmósfera inquietante y perturbadora. Ausentes de sangre, las muertes siguen siendo impresionantes e imaginativas, con lo que no pierden impacto. La única película que se le acerca en este sentido es el clásico de culto La puerta (The Gate, Tibor Takács, 1987).
El film ofrece también un interesante contraste entre los miedos fantásticos e infantiles que acosan a los protagonistas con los muy reales terrores de la vida real, como el racismo y la continua amenaza de Vietnam. Además, las referencias a Nixon parecen crear un paralelismo con el actual estado de la política mundial.
En cierto modo, la reciente Midsommar (Ari Aster, 2019) e Historias de miedo para contar en la oscuridad son dos caras de la misma moneda. La primera se centra en los miedos adultos (roturas sentimentales, relaciones tóxicas) y la segunda se centra en miedos infantiles (criaturas imposibles, cosas que acechan en la oscuridad), pero ambas utilizan un enfoque parecido, explorando angustias reales a través de miedos fantásticos.
Que no os despiste el hecho de que esté basada en unos libros infantiles y que sea para mayores de 13 años. Como algunas películas de James Wan, el film de Øvredal hace todo lo posible para asustar al espectador y construir imágenes perturbadoras en las que pensar cuando se apaguen las luces.