La joven Edith Cushing (Mia Wasikowska) es una aspirante a escritora que, tras la muerte de su padre (Jim Beaver), se casa con sir Thomas Sharpe (Tom Hiddleston). Sharpe se lleva a Edith con él a Inglaterra, para residir en la mansión familiar, junto a su hermana Lucille Sharpe (Jessica Chastain). Allí, Edith descubrirá una casa llena de secretos y fantasmas que le advierten del peligro que corre su vida si permanece en la cumbre escarlata.
He de admitir que sigo la obra de Guillermo del Toro desde que estrenara su primera película, Cronos, en 1993. Es decir, estaba predispuesto a que su nueva película como director me gustara. Pero aunque no fuera seguidor de Del Toro, habría disfrutado de La cumbre escarlata (Crimson Peak, 2015) de principio a fin como amante del terror gótico. Porque La cumbre escarlata es puro y clásico terror gótico. El gótico victoriano que alimentó el cine de la Hammer en su mejor momento, pero que nos remite también al Mario Bava de Operazione paura (1966) y Las tres caras del miedo (I tre volti della paura, 1963), así como al ciclo Poe de Roger Corman, en particular las clásicas La caída de la casa Usher (House of Usher, 1960) y El péndulo de la muerte (The Pit and the Pendulum, 1961). De hecho, no cuesta imaginarse a Barbara Steele interpretando con el mismo gusto y placer el papel que en La cumbre escarlata interpreta Jessica Chastain.
Del Toro nos presenta los clásicos personajes del gótico victoriano como la romántica heroína en peligro que interpreta Mia Wasikowska, el héroe romántico que interpreta Charlie Hunnam y la pareja de villanos que encarnan Tom Hiddleston y Jessica Chastain. Pero los presenta de forma tridimensional, invirtiendo roles y dándoles la vuelta a los clásicos arquetipos, otorgándoles una desconocida profundidad. El director hace lo mismo con la trama, llena de los secretos y asesinatos que uno espera de una clásica historia gótica de fantasmas, pero presentados con tanto placer y exuberancia que uno no puede más que sentirse arrastrado por la historia que se le cuenta.
Por supuesto, el director no bebe solo del gótico, también se encuentran las características propias de su obra: la cámara moviéndose fluida y continuamente, la fascinación por los insectos y una interpretación de los fantasmas que nos remite a su film El espinazo del diablo (2001).
¿Pero el público actual aceptará esta retorcida y romántica historia de fantasmas que nos remite a otra época? Espero que sí, ya que las interpretaciones son fantásticas, el guion es adecuadamente perverso y retorcido y visualmente es una gozada, toda una maravilla para los sentidos. Espero que sí porque los aficionados al terror, y al cine en general, nos merecemos películas como La cumbre escarlata. Una película que celebra un género y un estilo, que es una carta de amor al gótico victoriano. Una película que espero os proporcione los mismos escalofríos de placer que a mí.
Estreno en las salas españolas el 16 de octubre.