El director Rupert Wyatt reúne un importante reparto de actores de carácter como Vera Farmiga, John Goodman, Ashton Sanders y Kevin J. O’Connor, para introducirnos en Nación cautiva (Captive State, 2019), un título de ciencia ficción que quiere reflejar nuestra conflictiva realidad.
La acción arranca diez años después de que la Tierra fuera invadida por extraterrestres y ellos ganaran. El joven Gabriel Drummond (Ashton Sanders) intenta sobrevivir el día a día bajo constante vigilancia, sin que se descubran sus simpatías por el movimiento clandestino de resistencia humana. Entonces se ve envuelto en un complicado plan que busca asestar un fuerte golpe a los invasores. Con esta trama, el director teje un relato que, aunque bebe de la ciencia ficción con una trama clásica dentro del género, tiene bastante en común con los relatos de la Resistencia francesa durante la ocupación nazi, sustituyendo los nazis con extraterrestres pero manteniendo intactos muchos de los recursos narrativos y personajes habituales en este tipo de historias. La mezcla de estos dos géneros clásicos se expone utilizando un lenguaje cinematográfico propio del thriller, de modo que recuerda más a películas como Domingo negro (Black Sunday, John Frankenheimer, 1977) que a títulos del estilo de Invasión a la Tierra (Battle: Los Angeles, Jonathan Liebesman, 2011) (afortunadamente, en este caso).
Wyatt intenta mantener un continuo ritmo cargado de tensión, que la historia no pare de avanzar, enfatizado por la banda sonora de Rob Simonsen. Y, durante gran parte de la película, lo consigue, en especial con la clásica secuencia de planificación/ejecución de la misión por parte de los protagonistas. El problema es que, a pesar del buen trabajo de los intérpretes y del director, es inevitable que todo resulte muy familiar. Igual que el uso de la invasión extraterrestre como alegoría de la extrema derecha (actual). El mundo bajo el yugo extraterrestre no es muy distinto del nuestro, la gente parece feliz y se hace todo para mantener la paz, el orden y en nombre de la democracia. Que la gente tenga que llevar implantes y esté vigilada constantemente es una pequeña molestia comparado con otras opciones. Esta presentación tiene como objetivo que no pase desapercibida al espectador la alegoría sobre la que se construye el film. Pero, repito, todo acaba resultando muy familiar como para ser realmente rompedor o interesante.
Por supuesto, es posible que aquellos espectadores que no sean aficionados a la ciencia ficción sí encuentren el enfoque de Wyatt novedoso. Los espectadores casuales puede que se encuentren con un film entretenido, que avanza bastante rápido hasta la habitual conclusión sorpresa.