John Carney logra su película más optimista y divertida sin abandonar sus puntos fuertes: una historia romántica y un musical.
Ambientada en el Dublin de 1980, Conor vive en el seno de una familia al borde de la ruptura, el padre acaba de quedarse sin trabajo y él debe cambiar de la escuela privada a una pública. Allí será recibido entre problemas, con el director, con los compañeros, … Pero todo eso quedará relevado a un segundo plano cuando conoce a Raphina, una chica más mayor que él. Con el objetivo de conquistarla la invita a salir en uno de los videoclips de su grupo de música, ella accede, quiere ser actriz. Pero Conor no tiene ni idea de música y, mucho menos tiene un grupo, pero así nace la banda Sing street.
Conor pasa a ser una esponja y a reflejar todos los grupos y cantantes en los que se inspira, gracias a su hermano mayor que le instruye en las mejores bandas de RocknRoll. Así le vemos con estilismos que recuerdan a David Bowie, Duran Duran, Robert Smith de The Cure o incluso a Village People.
El director es un experto en contarnos la clásica historia de «chico conoce chica», porque de esa manera se podría resumir sus películas más populares: la ganadora de un Oscar, Once (2007), Begin Again (2013) y, la que nos ocupa ahora, Sing street. Pero eso no es justo y sería una valoración muy simplista, John Carney parte de esta base para en cada una de las diferentes historias dotar a sus personajes de personalidades muy distintas, y su acercamiento a la otra persona no se basa solo en la superficialidad e incluso no es ni la historia central como sucede en Begin Again.
En Sing street el romance es notablemente imposible desde el primer instante por la diferencia de edad (y de ambientes) pero, sin embargo, mantiene ese punto de esperanza y dulzura que un amor platónica puede dar.
Excelentes los actores principales, con el joven y talentoso músico Ferdia Walsh-Peelo que interpreta a Conor, y Lucy Boynton que encarna a la enigmática, compleja y vulnerable Raphina.
En esta nueva historia el director regresa a Dublin, su ciudad natal, y lo hace en una época que vivió las mismas inquietudes que su protagonista, los años 80. Pero que los más escépticos no se asusten, no se trata de una película que venga a explotar la morriña ochentera tan de moda ahora. El contexto de la época es un peso importante en las decisiones de sus personajes. Se trata de una historia semi autobiográfica en la que el director no duda en incluir sus propias experiencias e influencias, a él también le tocó cambiar de escuela y de ambiente en plena recesión económica. Y la música que suena son las bandas británicas con las que creció (The Cure, Duran Duran, The Police o Génesis). Imperdible escuchar su Banda Sonora Original.
John Carney está labrándose una filmografía muy recomendable, y Sing street no es para menos.
Estreno en las salas españolas el 30 de septiembre