Greg (Thomas Mann) ha logrado llegar hasta el último curso en el instituto sin tener problemas con nadie y pasando completamente desapercibido, sin hacer amistades profundas de ningún tipo. La única excepción: su compañero Earl (RJ Cyler). Esto cambiará cuando su madre (Connie Britton) le obligue a visitar a Rachel (Olivia Cooke), una compañera de instituto a la que acaban de diagnosticar leucemia. Esta amistad cambiará a Greg, que por primera vez se verá obligado a implicarse en algo.
Yo, él y Raquel (Me and Earl and the Dying Girl, Alfonso Gomez-Rejon, 2015) es una comedia dramática que, a pesar de lo que pueda parecer a primera vista, no se centra en el cáncer que afecta a uno de los personajes, sino que es un relato sobre como un adolescente inmaduro crece y sale de su cascarón. La película se narra desde el punto de vista de Greg, lo que sirve de excusa para utilizar un estilo que rompe la cuarta pared (aunque hacia el final se descubren algunos fallos en la utilización del marco narrativo) y que personalmente me recordó a las primeras películas de Michel Gondry. Al principio, el protagonista no cae demasiado simpático al espectador, pero, de hecho, eso forma parte del tema de la película: cómo evoluciona Greg de personaje irritante a personaje con el que identificarse.
Yo, él y Raquel (por cierto, pésima adaptación del título original, ¿por qué no dejarlo en La chica moribunda, Earl y yo o La chica moribunda, Earl y yo?) no es una película particularmente original. La ambientación es exactamente la misma que hemos visto en incontables películas de instituto desde los 80, los personajes son versiones actualizadas de estereotipos ya conocidos y el drama evoluciona de la forma esperada. Sin embargo, las interpretaciones del trío protagonista (Olivia Cooke parece especializada en interpretar chicas con graves enfermedades después de su experiencia en la serie Bates Motel), apoyado por unos veteranos secundarios como Molly Shannon y Nick Offerman, que interpreta un padre directamente opuesto al padre que interpretó en The Kings of Summer (Jordan Vogt-Roberts, 2013), ayudan a que el espectador se implique en la acción, así como también ayuda que la comedia funcione bastante bien.
Y también tiene sus toques personales, como el hecho de que Greg y Earl son muy aficionados al cine clásico y europeo (básicamente esas películas que antes no veías en la 2 y ahora no ves en TCM) y crean sus propias parodias de títulos clásicos que sean fácilmente reconocibles por los espectadores. Y son estos toques los que provocan que, casi sin darte cuenta, te implicas emocionalmente en una historia que, en realidad, ya conoces. En este sentido, hay que señalar que el director sabe cuando dejar de lado las florituras y dejar que hablen los personajes, como en una escena muy efectiva que consiste en un sencillo plano fijo que transmite de forma directa las emociones de los personajes en un momento clave de la historia.
En definitiva, Yo, él y Raquel es una película que resulta divertida y emotiva si uno es capaz de aguantar los ligeramente irritantes primeros minutos. Además, se ha de reconocer el mérito de una película que trata sobre cáncer que no te deja destrozado o deprimido al acabar de verla.
Estreno en las salas españolas el 9 de octubre
Su madre, con toda la buena intención del mundo, interviene y obliga a Greg a que se haga amigo de Rachel, una compañera de clase a la que le han diagnosticado leucemia. Acaban por hacerse inseparables, pero cuando la enfermedad de Rachel se complica, el mundo que había construido Greg se tambalea y nada vuelve a ser como antes.