Don Rogelio J. regresa tras el muy recomendable cómic Desde abajo (2017), a un mundo violento, altamente controlado y politizado, en definitiva, nada prometedor (muy en la sintonía de la anterior obra). Rosa (batería), Sam (bajo) y Taima (teclado) acaban de recibir una oferta difícil de rechazar, acompañar a la excéntrica cantante Úrsula en una gira de presentación en las diferentes ciudades del país. Junto a ellas va Merchandelox, un ciborg que les ayuda con la venta de merchandising. Así arranca Tierra muerta, un road trip scifi que nos desvelará las alegrías y miserias de una banda de música en carretera, además de las constantes desavenencias administrativas de un futuro muy parecido a nuestro presente.
Pero ahí tan solo estaríamos rascando la superficie de un cómic que avanza sin frenos, en el que las anécdotas reales del autor (miembro de bandas como Aullido Atómico o Tumba Swing) nutren de asombrosa realidad las vivencias del grupo, pero también se hace protagonista su entorno al atravesar el país y visitar esas diferentes ciudades gobernadas por diferentes ideologías, así como esos controles fronterizos que los pondrán en más de un aprieto. Una gira única en un entorno hostil que irremediablemente nos recordará a nuestra sociedad y nuestra maltratada cultura.
Tierra muerta es pura distopía, de esas que duelen por ser tan reconocibles, pero es también una historia de esperanza donde las nuevas tecnologías (cuerpos modificados, apps con mensajes de fallecidos, …) son tan capaces de ayudar (como de todo lo contrario). También encontramos ese espíritu reivindicativo y de lucha social que veíamos en Desde abajo merodear por toda la situación que viven los propios protagonistas.
Don Rogelio J no abandona su característico trazo pero en Tierra Muerta se vuelca con el color, tan expresivo y desgarrador como su tinta y tramas. Atmósferas que van de un color al batiburrillo despertando nuestras pupilas y acelerando nuestras pulsaciones al ritmo que la historia precisa, pura adrenalina en los conciertos, calma y paz en los momentos más introspectivos. Si de por sí, el trabajo del autor es para deleitarse con detenimiento, estas tienen viñetas que piden a gritos grandes pósteres.
El cómic concluye con un revés que necesita de cierto reposo en la cabeza del lector, e incluso no iría mal una relectura del principio (en caso de no leerse de una sentada). Don Rogelio J logra con Tierra muerta una obra más madura sin abandonar su esencia punk, underground, que sienta muy bien en un panorama tan homogéneo.
¿Por otro lado, quién no querría leer un cómic capaz de meter 200 viñetas en una sola página?