Crónicas

La revisión médica

La revisión médica del colegio era terrible. Nunca te avisaban cuando iba a pasar y de pronto no te dabas cuenta que ya tenías a la idiota de la profesora dando la noticia. Y entonces ya no se podía hacer nada. No podías acercarte y decirle: -¿Perdone, puedo quedarme en clase y no ir a la revisión?, ¿Por qué tengo que ir a la revisión?- Para detectar si tienes fimosis hubiera sido una buena respuesta, pero nunca hubo esa respuesta. Bajábamos todo en fila hasta el matadero y uno pensaba:-Que vergüenza, que calzoncillos más feos llevo hoy-. Las madres deberían hacer un cursillo para aprender lo que es y lo que no es estético. Y esos calzoncillos acabarían los últimos en un ranking de calzoncillos estéticos. Ni siquiera llegarían a concursar por baja calidad. “Dejarme ir a mi casa, dejarme preparar para la ocasión, algo así puede acabar con mi reputación”. Pero creo que por entonces uno no tenía reputación. Tenías 10 años y te podían catalogar de tonto, de guarro y de mil maneras distintas, pero afortunadamente, todavía nadie tenía reputación. La reputación empieza en el instituto, donde tus compañeros se dividen entre los pardillos y los hijos de puta. Cualquiera de las dos posturas tiene su castigo, así que hagas lo que hagas estás bien jodido.

La revisión médica

Como yo en esos momentos, directo a una sala donde nos van hacer quedar en ropa interior. Una revisión así sería muchísimo más interesante a los 16 años. La vergüenza sería exactamente la misma, pero con la diferencia de que podrías recordar según que visiones eróticas para tus noches de onanismo. No es mala idea ahora que lo pienso, anoto este concepto para crear un nuevo plan de reforma en los institutos: Revisiones médicas cada mes, ¡Que coño!, ¡Cada semana!, ¡Que demonios!, ¡Tres días a la semana!. Pero por entonces solo tienes 10 años y las compañeras de tu clase no te interesan. Si no fuera por el pelo largo y los pendientes, no habría ninguna diferencia entre los niños y las niñas de tu clase. Es más, en estas revisiones descubres que el gordo de la clase tiene más tetas que el futuro mamario de cualquiera de tus compañeras. Pero si hay algo peor que ser el gordo en una revisión médica, es ser la niña que destaca. Y destaca por los mismos motivos que el gordo. Y por eso es la única que lleva sujetador. Los niños se la quedan mirando con curiosidad mal sana y las niñas la contemplan con envidia y malicia. Cuchichean en silencio una frase que se repite por toda la sala en un tono bajo: «Mira, tiene tetas». Curiosamente años después, esa misma frase se invertirá por completo y lo que escucharás será: «Mira, no tiene tetas», pero es que nunca estamos contentos con nada y así nos va.

El primero de la lista pasa a la sala de la muerte y tu das gracias a tus padres por un apellido que te sitúa hacia la mitad de la clase, y vuelves a pensarlo: ¿Que coño harán allí dentro?. Insisto en lo de antes: ¿Puedo quedarme en clase y no ir a la revisión?. Pero nadie te contesta porqué no llegas a hacer la pregunta. Sale la primera víctima y todos le miran con compasión, como si la revisión ya se hubiera terminado, como si solo hubiéramos venido a verle salir. Pero en pocos segundos la víctima se convierte en el ser más afortunado del planeta porqué la profesora le manda vestirse y esperar en la clase. Todos queremos ser esa persona. Nos queremos ir a clase. Preferimos escuchar al imbécil de matemáticas que entrar en esa sala. Y después entra la segunda víctima y luego la tercera y más tarde la cuarta, y cuando ya crees que ocurrirá algo que detenga tu entrada, algo inesperado que haga decir a la profesora «Lo dejamos, por hoy», cuando estas esperando cualquier cosa que te salve, ocurre lo que no quieres: No ocurre nada. Tu profesora dice tu nombre y te hace pasar dentro del matadero.

Tu le dirías que no importa, que le das el turno a tu compañero, que puedes esperar, que no eres egoísta, que piensas en los demás, que no es necesaria la revisión, que te bañas siempre, que juegas al fútbol, que te lavas los dientes aunque sea mentira, que estás muy sano, joder, estas tremendamente sano, comes un bollycao cada día, ¡Eso es salud!. Le dirías tantas cosas que al final no dices nada y le insultas en silencio y la maldices y te cagas en sus muertos y en los gusanos que se comen a sus muertos. Y entonces entras, y ya esta todo perdido, pero…ahhhhhh. La profesora no ha cerrado la puerta detrás de ti. Ha ocurrido. Sea lo que sea ha ocurrido. Los dioses están de tu parte, tus plegarias has sido escuchadas y aprobadas. El destino te ha cogido cariño y te ha regalado una pincelada de color en tu existencia gris. Piensas todo eso, parado frente a la puerta abierta, mientras la profesora se dirige al grupo que está sentado en el banco.

La niña con tetas esta aterrorizada y se tapa la entrepierna con las manos. La profesora lo entiende pero tú no. El médico que tenía que revisarte sale de la sala y se reúne con la profesora. Hablan entre ellos y comentan que a veces ocurre antes de la edad esperada. Tras decir eso, la profesora tapa a la niña con tetas y se la lleva fuera del matadero. Mi compañera ya ha tenido suficiente sangre por hoy. Su terror es mi salvación. Todos nos quedamos en silencio y las niñas vuelven a cuchichear entre ellas. El silencio se rompe con la palabra «Siguiente» y compruebas de nuevo que no le caes bien al destino.

© Imagen: Pere Koniec