Crónicas

Tonight is the night

Una camarera –macizorra- de una importante discoteca (no puedo decir que trabaja en PACHA) nos explica como se ven las cosas tras la barra (de servir drogas varias) discotequera.

Tonight is the night

No es oro todo lo que reluce al parecer
aunque sí es carne todo lo que brilla.

Me he encontrado con individuos/as (a lo largo de todo el escrito voy a utilizar el masculino pese a referirme a los dos géneros, es más cómodo) que llegan a pensar que la única aspiración de algunas personas en la vida, en lo único que le ponen ahínco es en… ¿sabéis que? En hacer conjuntar el color de la parte superior de su vestimenta con la sombra de ojos y conseguir una máscara de pestañas en el mercado que aguante doce horas sin irse al traste.

Con aspiraciones únicamente relacionadas con modelitos y pinturitas ¿cuáles pueden ser nuestras inquietudes? Os lo digo, con quien follar ¿Cómo? ¿Cuándo? Y contra más mejor, claro. A ver, no vamos a negar que presos de la farándula que nos invade con el ocaso somos más propicios a qué los instintos más bajos se nos despierten y, bueno, supongo que las oportunidades de folleteo aumentan un tanto. De noche todos los gatos son pardos. Pero claro, de la estupenda visión que se goza fuera de la barra a la realidad hay todo un trecho…

¿Cómo se nos ve detrás de la barra? Como se suele decir: Divinos de la muerte, si es que hay que ver que bien que lo pasamos. A las 4 de la mañana estamos muy monos con nuestro conjuntito último modelo, nuestros taconazos y todos maquilladitos. Hacemos cachondeo entre nosotros, seguro que esa noche nos montamos una orgía. Claro. Realidad: Son las 4 de la mañana, llevas 6 horas encerrada en el antro en el que trabajas, no fumas, el humo de la sala hace que los ojos te lloren como si te hubieran echado gas lacrimógeno, ¡pero ojo! No puedes lavarte la cara porque si no en tu rostro se plasmaría más desolación que en el Guernica y sería como un lienzo donde han hecho proyectos futuros artistas de 5 años. Bueno, además te duelen tantísimo los pies que crees que estos ya no existen y han sido sustituidos por dos muñones intentando hacerse un hueco en tus zapatos. Por no hablar de todo lo que llevas encima. Cualquiera que te diera un lametón en el brazo se emborracharía: licores varios, whisky, vodka y mágicamente las gotas más notorias como las de grosella y jarabes en general van a parar a las zonas más visibles de tu vestimenta. Llegados a este punto ¿tú en que pensarías? ¡En follar! ¡Por supuesto!

Lo normal es que los trabajadores nocturnos no tengamos vida social. Toda ella se reduce a la discoteca, ¡ah bueno! y si me apuras al gimnasio y (como había pasado por alto esta obviedad) el solárium en invierno. Pero resulta que puede haber un millón y medio de motivos sustanciales (al menos para mí) diferentes de decorarnos con avalorios los que nos lleven a trabajar de noche, pagarse una carrera por ejemplo. Un buen sueldo extra para pagar la hipoteca de la casa que te acabas de comprar (y que no para de subir y subir y subir… Dios santo! ¿Tendrá fin esto? A este paso habrá que donar órganos en vida para poder pagar una casa). También trabajo en un museo durante el día, mis estudios superiores y la carrera los cursé trabajando de noche, y me vino estupendamente bien.

Para ser honestos habría que tocar un tanto la otra cara de la moneda. No vamos a decir que todos los trabajadores nocturnos son un cielo, apruebo que a veces quieran ser colgados de una encina por un altivismo que ofende. El no dirigir ni una triste mirada a un cliente educado que te pide una copa. Eso es soberbia de la fea. Igualmente criticable que todo lo anterior.

Escrito por: Camarera anónima
© Foto cedida por la propia camarera y amoldada a ocultación.