T.O.C. (Trastorno obsesivo compulsivo) – Consultorio Online
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Soy Estheticiene de un centro deportivo. En un puesto como el mío se valora sumamente la limpieza, por eso adquirí las famosas “MegaPixel glasses”, para acabar con la suciedad y las imperfecciones que a simple vista no vemos. Al principio todo fue bien, su moderna resolución detectaba focos de infección imposibles para el ojo humano. Así que empecé a usarlas para examinar a mis clientes. Mientras ellos se relajaban estirados sobre la camilla con los ojos cubiertos por algodones empapados en tónico, yo me ponía las gafas y comenzaba mi labor.
Siempre he sentido que existen cosas “limpias” y cosas “sucias”. Adoro las cosas limpias y lucho a muerte contra las cosas sucias. Los pomos de las puertas, el dinero, las cosas que se caen al suelo, el polvo, los pelos, la orina, el semen… No puedo tocar nada sin lavarme las manos corriendo. He llegado a hacerlo 100 veces en un día aunque luego me hayan sangrado.
Pero lo peor, ha ocurrido esta mañana cuando mi cliente, el popular modelo Arturo Bell, se ha puesto en mis manos porque tenía una sesión de fotos. Las “Megapixel glasses” de nuevo me han revelado lo que ocultan las personas. Su aparente cutis perfecto escondía un nido de artrópodos de ocho patas que babeaban ante mis atónitos ojos.
Me he quitado las gafas, porque en mi mente sabía que la culpa la tenían los putos Megapixels, pero los ácaros gordos como melocotones seguían ahí, encajando sus mandíbulas en las escamas de piel que se desprendían de ese cutis mal exfoliado. Me he dicho a mi misma, reza y se irán, pídeselo a la Virgen, a los Santos, pídeselo a Dios. Pero creo que ha sido Satán quien ha escuchado mi ruego y ha puesto unas tijeras en mi mano para que pudiera acabar con esas cosas sucias que se interponían en mi camino hacia la felicidad. Ahora ya no están, pero hay mucha sangre roja que limpiar.
¿A alguien más le pasa lo mismo?