Relatos

Posesión

¿No lo has notado?

Posesión

Todas aquellas mujeres que pasaron por tu vida son ahora de otro. La pasión y el calor que sentiste al tenerlas en tus brazos se ha convertido en un vago recuerdo repleto de sonrisas y besos de subterfugio. En el sótano de una casa de madera tienen lugar los últimos momentos de tu vida. Sabes que vas a morir porque alguien dentro de ti te obliga a encañonarte una pistola en la sien.

Eres pasto de las bromas de mal gusto del mismísimo diablo.

¿No lo has notado?

Los hematomas que tienes en los brazos y rodillas son como un mapamundi con el que puedes localizar las zonas más sensibles de tu cuerpo. En el antebrazo, por la parte de dentro, el dolor es más agudo cuando te lo cortas en forma de pequeñas cruces. La parte exterior del bíceps es más fuerte. Casi no notas los rasguños que te has auto infligido con una Gillette. Tu cuerpo es como el mapa de la tierra media pero sin los puñeteros hobbits fumando hierba y retozando en los idílicos prados de la comarca.
El castigo al cual te ha sometido un demonio apodado Beng, promete ser la traca final de tu vida.

El espíritu dice ser un diablo gitano procedente de Rumanía. No contento con la situación actual de sus habitantes decide poseer a todos aquellos cuerpos que pertenezcan a la clase media alta, aquellos que no quieren soltar una moneda a todas aquellas mujeres que piden caridad sentadas en las aceras.

A todas aquellas mujeres que los habitantes de la ciudad ni se dignan a mirarlas a la cara.

Y ellas que aprovechan la ocasión para hincharse a tirar maleficios a los transeúntes. Las mujeres solventes que pasean por los bulevares pronto serán despojos humanos con el camisón sucio y acartonado hablando en latín y realizando posturas imposibles. Los hijos de papá con las gafas de sol Aviator de Rayban, pronto tendrán la mirada en blanco y no recordarán su primer beso con la chica más guapa de su clase porque un diablo con ínfulas de pequeño dictador en potencia, se ha encaprichado con su joven y tierno caparazón humano.

El mundo espiritual sufre una de las mayores crisis de la historia de las posesiones.

Los demonios abandonados a su suerte por el magnánimo todopoderoso, entran y salen por decenas de cuerpos que sufren una crisis espiritual. Es muy probable que la misión del anticristo sea encauzar al espíritu desprovisto de creencias por el camino de la religión. Con el cañón del revolver apuntándote a ti mismo, piensas en un sistema de redención un poco más suave. Decides ir a la iglesia cada domingo para que el demonio te deje en paz, pero toda decisión demoníaca es imposible de debatir cuando tienes al mal personificado dentro de tu pecho.

¿No lo has notado?

Tratas de dejar la mente en blanco y te acuerdas de Carina, de aquellos primeros besos en el alfeizar de una tienda de esoterismo cerca de la escuela donde estudiasteis. Te acuerdas de su piel cálida y sus labios de sofá, siempre a punto de acomodar los tuyos en lo que podríamos denominar un intento de beso adolescente. Te acuerdas perfectamente porque ahora tienes un trozo de metal a punto de explosionar en el interior de tu boca en forma de O.

El diablo que se aloja en tu cuerpo se encarga de recordártelo.

¿No lo has notado?

Te acuerdas de Anna y de sus pechos perfectos. De su respiración cuando os quedabais dormidos después de sudar en la cama y de sus ojos como poemas. De los cigarrillos que fumabais en la cama antes y después de juntar vuestros sexos durante horas en las tardes de verano. ¿Te acuerdas?

El diablo apodado Beng te obliga a asentir con la cabeza.

Y por si no lo has notado, la última bala que queda en el cargador lleva tu nombre escrito y no puedes hacer nada para detenerla. La clase media alta sufre por no tener un referente espiritual. Dentro de unos minutos tu estatus social ya no le importará a nadie.

Las gitanas rumanas no cesan en su empeño de convertir a todo aquel que tiene el espíritu vacío. De todo aquel que solo necesita llenar su armario con ropa que no necesita. Los diablos surgen del averno para quedarse con tu alma.

Beng, el diablo inmigrante hace justicia social a través de sus incursiones demoníacas. Esta vez te ha tocado a ti. Con una pistola en la boca te acuerdas de Laia y sus piernas torneadas brillando bajo los rayos del sol. Te acuerdas de todas las horas que pasasteis en la playa fumando marihuana y bañándoos cuando el sol se partía en dos en el horizonte.

Te acuerdas absolutamente de todo mientras saboreas el metal frío en tu paladar.

Te levantas un metro del suelo con el cuerpo en forma de cruz y no hay nadie que pueda verlo. Estás totalmente abandonado en el sótano de tu casa de madera en las afueras de la ciudad. La pistola sigue en tu boca y el diablo te habla por dentro. Las enseñanzas que trata de inculcarte en latín solo son palabras sin fundamento en los últimos momentos de tu vida.

No sabes que va a pasar, pero lo intuyes.

Regresas al suelo y vuelves a encañonarte en la boca.

Te acuerdas de Miriam y su trasero duro como bolas de jugar al billar. Te acuerdas de su piel clara y sus pies perfectos. Siempre te han vuelto loco los pies femeninos. Sigues definiéndote como fetichista a pesar de tener un diablo metido en el cuerpo. Y por si no te habías dando cuenta no cesa en su intento de instruirte conocimientos y oraciones en latín. Sueltas espuma por la boca y un trozo de pizza de tu anterior comida. Tu camisa de Armani es ahora un collage de sangre, sudor y vómitos, donde no hay lugar para el estilo y la sofisticación.

Sientes que ya ha llegado el momento cuando te vienen a la mente las lágrimas de Silvia aquel verano en la estación de tren. Cuando la abandonaste por un trabajo mejor remunerado en otra ciudad. La vida es cruel y el amor muchas veces sufre por culpa del trabajo de otros. El mundo laboral se mente hasta en el terreno sentimental. Sin remedio cae una lágrima por tu cara cuando el diablo inmigrante decide terminar con tu vida. No eres un buen alumno en tu aprendizaje del latín y las oraciones sagradas. Siempre estás pensando en tetas y culos y labios altamente besables.

Tus dedos se ponen más tensos de lo normal hasta ahora y notas como el arma se dispara en el interior de tu boca.
Todo ha terminado.

Has vivido una vida plena a pesar del poco tiempo que se te ha concedido. Tu alma se dirige a alguna parte pero no sabes exactamente hacia donde.
La guerra espiritual sigue en las calles. Las gitanas rumanas continúan en su empeño de ‘convertir’ a todos los hijos del consumismo.
Y a ti te ha tocado antes que otros.

Por si no te habías dado cuenta es así.

¿No lo has notado?

Relato escrito por: Ricard Millàs
© Fotografía: Atila 1.000