Cine

En el ojo de la tormenta

En los años 70, el nombre Irwin Allen significaba desastres sin fin, edificios en llamas, naufragios… Fue Allen quien, como productor, se podría decir que inició el cine catastrófico, con películas como La aventura del Poseidón (The Poseidon Adventure, Ronald Neame, Irwin Allen, 1972) y El coloso en llamas (The Towering Inferno, John Guillermin, 1974). Este cine de catástrofes se caracterizaba por filmes protagonizados por un reparto coral que mezclaba estrellas del momento con veteranos semiolvidados y grandes despliegues de efectos especiales para dar vida a los terremotos, las inundaciones o los aviones en peligro que eran los auténticos protagonistas de la función.

En el ojo de la tormenta

A partir de los años 90, el cine de catástrofes volvió a las pantallas con la llegada de los nuevos efectos especiales infográficos. Y lo hizo con títulos como Twister (Jan de Bont, 1996) o Un pueblo llamado Dante’s Peak (Dante’s Peak, Roger Donaldson, 1997). El máximo exponente del cine catastrófico actual es, por supuesto, Roland Emmerich, cuyos festivales de destrucción poco tienen que envidiar a los desastres perpetrados por Allen.

Lo que nos lleva a En el ojo de la tormenta (Into the Storm, Steven Quale, 2014). El film es otro ejemplo de porno destrucción, en la línea de los filmes de Emmerich. Y no empleo el término a la ligera, ya que En el ojo de la tormenta tiene la misma estructura que una película porno. Las escenas dramáticas son simple relleno hasta la llegada de la siguiente gran secuencia de efectos especiales, cuya espectacularidad va aumentando de forma progresiva, y culmina con una gran orgía de efectos visuales. La única diferencia es que en el caso de En el ojo de la tormenta, todo el reparto acaba mojado tras el money shot, no solo las actrices.

En el ojo de la tormenta

Lo que significa que lo único que ofrece este film son grandes efectos visuales. Argumento, desarrollo dramático y personajes interesantes no parecen ser necesarios cuando tienes enormes tornados con los que llenar la pantalla, o al menos eso creen los cineastas.

Debería mencionar que el que esto escribe vio la película en un pase en el que se añadían efectos en la sala de viento y niebla. Así, en las escenas donde había un tornado en pantalla, el espectador podía notar, literalmente, el viento en la cara. Aparte de la gracia que puede hacer ver que este tipo de gimmicks a lo William Castle usados por un gran estudio hoy día, esto enfatiza el aspecto de atracción de parque temático del film y parece resaltar el hecho de que los propios cineastas creen que el único atractivo del film son sus tormentas infográficas.

Por desgracia, el efecto se ve algo arruinado, irónicamente, por el hecho de que se optara filmarla siguiendo el estilo found footage, un falso documental creado a partir de las grabaciones de los protagonistas. Y el problema no es tanto el estilo sino que no se ejecuta de forma adecuada. Se indica quién es quién en la película con rótulos, a pesar de que los propios personajes en pantalla dicen quiénes son; no resulta creíble en muchas escenas que alguien se quede grabando; los primeros minutos son continuas presentaciones sin que por ello sepamos nada de los personajes; y en diversas ocasiones no se sabe desde dónde se está grabando o incluso se abandona la cámara subjetiva para emplear la tradicional perspectiva en tercera persona en varios momentos.

FX's de En el ojo de la tormenta

En el ojo de la tormenta es un tipo de película que solo tiene sentido verla en el cine, donde la magnitud de los efectos realmente impresiona. Pero uno debería hacerlo en el caso de que solo esté interesado en ver efectos especiales y no en ver una historia protagonizada por personajes que le resulten interesantes.

Estreno en las salas españolas el 29 de agosto.

© Imágenes: Warner Bros Pictures