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Stranger things

Esta serie original de Netflix, creada por los hermanos Duffer, te dice: ven por lo retro, quédate por la historia y los personajes.

Stranger things

Admito que empiezo a sentir nostalgia de aquellos tiempos en que para vendernos alguna película o serie no se usaba la nostalgia. Stranger Things (2016) utilizaba su recreación del estilo Amblin de los 80 como atractivo cebo. Por suerte, esta primera (y de momento única) temporada tiene mucho más que ofrecer que simple nostalgia, cuenta una sólida historia y está poblada de interesantes personajes con los que no es difícil identificarse. Además, se atreve a explorar caminos que una película de la compañía de Steven Spielberg jamás se habría atrevido a explorar. En este sentido, supera de largo el Super 8 (2011) del sobrevalorado J. J. Abrams.

Cena familiar en los 80

La historia arranca con la desaparición del joven Will Byers (Noah Schnapp). Esta desaparición coincide con la aparición de una extraña chica (Millie Bobby Brown). A partir de aquí la historia se va desarrollando y complicando. Su corta duración de solo 8 episodios (que la serie divide en capítulos), trae consigo que todos ellos estén dedicados a contar la historia y desarrollar los personajes, sin que haya nada de relleno. La historia avanza sin detenerse, integrando el desarrollo de los personajes con el desarrollo de la trama.

De este modo, aunque los dos primeros episodios pueden resultar algo lentos, ya que todavía no se sabe exactamente que camino seguirá la trama, a partir del tercero empieza a acelerar de modo que para cuando se llega a los dos últimos episodios, o capítulos, uno siente la misma emoción que al llegar al final de un libro o película que te tiene completamente enganchado.

Once algo enfadada

La serie mezcla ciencia ficción con unas gotas de terror y thriller de un modo que la hace accesible a personas que no sean muy aficionadas al género. Al mismo tiempo, las numerosas referencias a clásicos de la época como La cosa (The Thing, John Carpenter, 1982) o Aliens, el regreso (Aliens, James Cameron, 1986) harán las delicias de los aficionados. Por ejemplo, la manera en que las letras que indican cada capítulo avanzan hacia la pantalla y desaparecen es exactamente la misma manera en que desaparecen las letras que indican el título del clásico de Sam Raimi con horrible título en castellano Terroríficamente muertos (Evil Dead II, 1987). Así como la referencia que se hace a un número en particular de la Patrulla-X resulta premonitorio.

Winona Ryder en Stranger Things

Pero, como ya se ha mencionado, la serie es mucho más que una colección de referencias. La historia resulta bastante interesante y entretenida, así como la mención del proyecto MK-Ultra hace que tenga cierta lógica que esté ambientada en los 80. Sin embargo, lo que realmente acaba enganchando son los personajes, interpretados por un extenso reparto de actores y actrices que logran hacerlos reales. Aparte de Winona Ryder, como la desesperada madre de Will Byers, la mayoría son actores más o menos desconocidos para el gran público (también aparece Matthew Modine, muy lejos de su época de atractivo galán). Especialmente destaca a la auténtica y lograda interpretación de los actores infantiles. Finn Wolfhard (que se encuentra ahora filmando la adaptación cinematográfica de It de Stephen King, autor al que también se hace referencia en la serie), Gaten Matarazzo y Caleb McLaughlin interpretan, respectivamente, a Mike, Dustin y Lucas, los amigos de Will que, tras encontrarse con la misteriosa niña, se lanzarán a buscar a su amigo.

El trío protagonista de Stranger Things

Stranger Things es una serie que he disfrutado enormemente. Cada episodio me implicaba un poco más que el anterior. Al tratarse de solo 8 capítulos, cuya duración oscila entre los 40 y los 55 minutos, se ve bastante rápido. Además, la pista 5.1 en versión original es realmente fantástica, con calidad cinematográfica, al igual que la factura visual de la serie. Netflix vuelve a demostrar una vez más su buen ojo con las series.