Cual Kurt Russell en aquella magnífica película llamada “La Cosa” me encuentro atrapado en plena nieve, no hay ser humano capaz de calzar más calcetines de una sola tirada. Hace rato que no siento los dedos de las manos y acabamos de topar con las huellas de algún tipo de animal. El guía duda entre perro y lobo, mejor será cambiar de ruta…
La última ocasión que mis pies pisaron la parte más chunga de los pirineos fue en 2002 y casi termina con mi carrera, bueno, en realidad me condenó al despido casi inmediato. Esta vez mis jefes han organizado una excursión que casi me costará la vida, pero antes de perecer pude recordar mi primera condena bajo la nieve. ¡Parece que fue ayer!
Una importante emisora donde yo laboraba celebraba su aniversario, como el presupuesto no era muy holgado la celebración simplemente fue emitir programas desde los pirineos. Nos desplazamos hasta la nieve rodeados de artistas de tercera regional para emitir unos cuantos shows, rodeados de asilvestrados pueblerinos. Uno de ellos incluso intentó envenenarme con unos buñuelos rellenos de algodón, una broma macabra que simplemente terminó con la indigestión de un colaborador tragaldabas. Pero fue el primer indicador de que algo malvado se aproximaba por el horizonte nevado. Como en la película citada hace unos párrafos, una presencia sin buenas intenciones estaba en camino.
Durante mi programa todo transcurría como habitualmente, la única excepción parecían ser dos técnicos de sonido que no tenían muchas ganas de trabajar y cuyos bostezos de asco decoraban aquel cutre lugar. Sí, mi show fue emitido desde el salón/comedor de un hostal que perfectamente parecía sacado de El Resplandor de Kubrick.
En aquella época tenía una sección donde me clonaba para realizar una parodia de Marilyn Manson y charlar conmigo mismo. Como estábamos de celebración, hice un gag donde el personaje se marcaba una partida de bolos sustituyendo la bola principal por la cabeza de la directora de mi emisora. No recuerdo el motivo, pero me parecía graciosa la idea de su cabeza seccionada estrellándose contra un monto de bolos blancos.
Esta sección junto con un chiste posterior tachado de racista por algún comité de empresa me costó una suspensión de empleo y sueldo de quince días.
Recuerdo al subdirector de la emisora, un señor que solía llevar un vistoso peluquín, esperándome tras una cortina para preguntarme si (servidor) estaba loco. ¡Todo acompañado de un montón de movimientos raros de manos! Cual atentado terrorista la gente corría por el lugar alzando los brazos y renegando en arameo, era como si mis chistes hubieran desatado la locura absoluta. Aunque lo más destacado fue cuando ninguno de mis compañeros de emisora quiso dirigirme la palabra durante el largo viaje de regreso. Igual charlar conmigo te hacía contraer alguna enfermedad infecciosa…
Durante el fin de semana siguiente recibí unos cuantos SMS donde me informaban que el comité de empresa estaba realizando reuniones de urgencia para discernir mi futuro dentro de la empresa. Durante el invierno se produjo la suspensión de empleo y varios meses después el despido definitivo. Aún dudo cómo tardaron tanto en ejecutar la orden definitiva, hubiera sido más barato matarme en plena nieve y enterrarme en el lugar.
Años después regreso al lugar de los hechos, con más capas que una cebolla y soportando un horroroso viento en contra. En plena montaña, calzando unas raquetas de clavos, formo parte de una excursión para subir a la parte más alta de los pirineos. Parece que busquemos al Cthulhu pero solamente somos quince chalados que dibujan pollas en la nieve.
¡Todo es muy diferente ahora! Como orgulloso padre de un podcast de tetas y culos navego por la supuesta falta de censura en Internet mientras observo como cada día existen menos temas sobre los que hacer broma. Arévalo es ahora un señor bajito que se ríe de los homosexuales y los tartamudos, hay gags de Martes y Trece que no podrían ser emitidos hoy en día, sin duda el mundo es mucho peor ahora.
Puede que el gag de la bolera fuera excesivo, puede que incluso mereciera la sanción, pero me aterroriza más pensar qué sucedería si el incidente aconteciera este mismo año. Con vuestro permiso, mi cerebro congelado no tolera más reflexión. Mejor sigo dibujando pollas en la nieve virgen…