Un icono moderno del cine de terror regresa a las pantallas: Candyman (Nia DaCosta, 2021) vuelve para helar la sangre de nuevo a aquellos que ya lo conocían y a aquellos que ni siquiera habían nacido cuando se estrenó la primera entrega.
Anthony McCoy (Yahya Abdul-Mateen II) es un pintor en apuros en busca de algo que le devuelva la inspiración. Una noche, Anthony, su novia Brianna (Teyonah Parris), el hermano de esta Troy (Nathan Stewart-Jarret) y el novio de Troy, Grady (Kyle Kaminsky), están cenando cuando Troy cuenta una historia sobre el área en que ahora viven. Anthony se obsesiona con la historia y así descubre a Candyman, una leyenda que resulta ser aterradoramente real.
Igual que otras secuelas modernas de películas ya clásicas, como La noche de Halloween (Halloween, David Gordon Green, 2018) o la nueva Scream (Matt Bettinelli-Olpin, Tyler Gillett, 2022), la nueva Candyman es una secuela directa de la original Candyman, el dominio de la mente (Candyman, Bernard Rose, 1992) pero elimina de su título numerales o alusiones “secueleras” (ya sabéis, el retorno de, el origen de, el regreso de, la maldición de). Aunque reconstruye, hasta cierto punto, la mitología del personaje, entre las dos películas hay muchas más conexiones narrativas, incorporando los nuevos actores y personajes de la original (hasta un guiño a Clive Barker, autor del relato original en que se basó el film de Bernard Rose), de las que hay entre el film original y las secuelas estrenadas en los 90: Candyman 2 (Candyman: Farewell to the Flesh, Bill Condon, 1995) y Candyman 3: El día de los muertos (Candyman: Day of the Dead, Turi Meyer, 1999). Curiosamente, protagonizada por la vigilante de la playa Donna D’Errico y estrenada directamente en vídeo, la tercera entrega es terrible pero la película de Nia DaCosta repite escenas en una galería de arte como en el film de Turi Meyer, si bien imagino que de forma inconsciente.
A pesar de la popularidad de Candyman en formatos domésticos y streaming, la película de Nia DaCosta procura no alienar a nadie que desconozca cualquiera de las películas anteriores y construye su historia de forma que se disfrute de la historia aunque se desconozca al personaje. De hecho, es posible que algunos de los giros del film resulten más sorprendentes para alguien que no ha visto el film original y sean más predecibles para alguien que sí está familiarizado con el clásico de Bernard Rose. La película se centra en el descenso a la locura del protagonista, acosado por Candyman, incorporando algunos toques de body horror para añadirle salsa al conjunto. Los asesinatos están bien construidos, intentando darle toques originales a las escenas sangrientas y que no resulten repetitivas; destaca una masacre en un lavabo de instituto como uno de los momentos álgidos en este aspecto.
Ya sea por sí mismo o como secuela, el film es un éxito cuando explora el poder del arte y los mitos urbanos. Por desgracia, como sucede en otras producciones de Jordan Peele, el film pierde cuando se pone a sermonear, haciendo bien explícitos los temas ya subyacentes en la historia desde el principio. Empezando por el relato original de Clive Barker que lo empezó todo, Lo prohibido, incluido en el antológico (en varios sentidos) Libros de Sangre II, ya encontramos elementos de comentario social. Bernard Rose trasladó la acción del barrio londinense de clase baja del cuento de Barker a su equivalente americano cuando rodó su film, situando la acción en Cabrini Green en Chicago. Rose rodó el film en los lugares reales, poco antes de que el conjunto de edificios empezara a ser demolido a mediados de los 90. Un subtexto que le da valor al original, pero que en la nueva secuela se hace tan central y explícito que en algunos momentos entorpece la narración de la historia.
Estos momentos de sermón, de todos modos, son una molestia menor en un film que, por otro lado, cumple su cometido. No resulta tan impactante como la película original (es mucho mejor que las secuelas noventeras, eso sí), pero tiene sus momentos cuando se trata de muertes y atmósfera. Los fans querrán poner atención a los cameos.