Por algún motivo, al leer esta novela me ha venido a la memoria la película “El Crepúsculo de los Dioses” de Billy Wilder. Tal vez por revelarnos las circunstancias de una muerte comenzando por el final, al igual que hace el fiambre de Joe Gillis cuando nos explica, con distancia y cierto humor negro, las peripecias de ese guionista que quería una piscina y acabó siendo el cadáver que flota en una de ellas.
No en vano el protagonista de la historia de Cómo destruir ángeles, Arturo Alameda, está apunto de narrarnos un relato tan oscuro y mezquino, que bien pudiera tratarse de un guión de cine negro. Aunque salvando ciertas distancias, pues ni Arturo nos habla desde el depósito de cadáveres, ni nos hayamos en Sunset Boulevard. Más bien al contrario, la decoración más “in” que hallaremos en esta novela será una estatuilla de acueducto segoviano.
La novela empieza en el aire y nos engancha con su protagonista a punto de saltar de un avión. Pero el sardónico Arturo, antes de brincar hacia el vacío, tiene muchas cosas que contarnos, por ello presionará el play del reproductor de su historia y, entre forwards y rewinds, nos iremos enterando de los acontecimientos que rodean la muerte de su madre.
Y aunque la trama apunte maneras de drama, no hay que alarmarse. Una muerte que sacudiría la vida de cualquier familia, en el caso de los Alameda, cae en el saco roto de la desafección. No hay tristeza lacrimógena en la pérdida de esta madre. No, no la hay porque Sergi Puertas está pegando un puñetazo en la nariz de las relaciones familiares. Tanto es así, que al leerlo te alegras de pertenecer a una familia disfuncional de toda la vida.
Pero volvamos a la historia. Tenemos una madre muerta, un hermano que vive en la nube de esas combinaciones infalibles que convierten a pobretones en millonarios, y un cabeza de familia desaparecido. Un padre cobardica y huraño de comportamiento dictatorial que proyecta sus frustraciones sobre los hijos y que habiendo desaparecido, Arturo persigue como si se tratara de un leviatán mitológico, convirtiéndolo en su Moby Dick personal.
En su búsqueda, Arturo se rodeará de personajes novelescos que nos dejarán sabias reflexiones en la ciudad de las realidades brumosas, además de ese ambiente mágico que otorga el indiscutible influjo de las drogas.
Así es como Sergi Puertas nos muestra un infierno familiar. Un entorno hostil del que cualquiera desearía alejarse. Y sin embargo, la neutralidad con que lo narra, nos hace sentirlo cerca. Nos engancha a la suciedad, nos perfuma con el hedor de las relaciones podridas y consigue hacernos reír a carcajadas por lo absurdo de la vida. Una gran mezcla de realidad cotidiana, egocentrismo y mierda.
Y no sólo eso, haciendo uso de un lenguaje genuinamente barcelonés, nos llevará de paseo por Riera Blanca, comeremos en “El Glop”, visitaremos el bar de “Sancho de Ávila” y haremos cola en el super de la esquina. Conoceremos a mendigos que cagan en cajeros y a vigilantes que les graban en vídeo. A familiares de enfermos que les llevan flores y a personal de limpieza que las vende a precio de saldo. Revolveremos cajones, vaciaremos bolsillos de gabardinas ajenas. Sospecharemos, espiaremos, nos convertiremos en ratas de cloaca, nos cagaremos en dios y su padre pero, sobre todo, aprenderemos a mantenernos alejados de las legumbres de bote.
Y ya paro de contar cosas, porque no quiero desvelar los secretos de “Cómo destruir ángeles”. Una novela poco convencional, llena de misterio, humor, y sarcasmo que se disfruta a cada página. Muy recomendable para echar unas risas estos días de verano.
Cómo destruir ángeles, ha sido publicado en España por Cahoba. rústica. 296 páginas. ISBN: 97-88498320-69-5