Dom Hemingway (Richard Shepard, 2013) es un ejemplo de lo mejor y peor del drama criminal británico.
Dom Hemingway (Jude Law) sale de la cárcel tras cumplir una condena de 12 años. Podría haber salido antes si hubiese llegado a un trato, pero Dom tiene un código de honor que hace que mantenga la boca cerrada, esperando su recompensa cuando acabe su condena. Y, efectivamente, le espera una recompensa al salir de la cárcel, pero su carácter arrogante y su mala suerte harán que las cosas se compliquen para Dom Hemingway.
Entre los puntos fuertes de la película, nos encontramos con las tremendas interpretaciones de Jude Law como Dom y de Richard E. Grant como su compañero de desgracias Dickie Black. Law es un hombre atractivo, pero aquí se transforma de manera que resulte creíble como criminal de segunda, ganando peso y alterando su apariencia ligeramente con algunos toques de maquillaje. Law, además, le aporta las suficientes dosis de exhuberancia, arrogancia y pathos al personaje para que resulte entretenido seguirlo en su odisea. El contraste con el flemático y prudente personaje que encarna Grant hace que la pareja tenga buena química en pantalla. Tampoco podemos olvidar aquí la intervención de Demian Bichir como el mafioso ruso Mr. Fontaine.
Los actores hacen que los diálogos, tan extremos como los personajes que los dicen, funcionen, a pesar de que en ocasiones resulten muy cinematográficos. Algo así como lumpen shakespeariano. Sin embargo, a pesar de su artificialidad, encajan bien en el tono de la película, así que los coloridos discursos de Dom Hemingway recitados en un no menos colorido argot británico son la fuente principal de la comicidad de la película.
Lamentablemente, los coloridos personajes y sus coloridos diálogos son puestos al servicio de una historia muy tópica dentro del género criminal. Ya hemos visto muchos criminales que salen de la cárcel y se intentan reconciliar con la familia, con el mundo exterior o recuperar lo que se les debe. Clásicos como A quemarropa (Point Blank, John Boorman, 1967) o la brutal venganza de Asesino implacable (Get Carter, Mike Hodges, 1971), más décadas de dramas criminales, obligan a los cineastas a ofrecer algo al espectador que sea un poco innovador. O que al menos lo parezca.
Pero a pesar de toda su arrogancia y exuberancia, la historia de Dom Hemingway es bastante poca cosa y, lo peor, predecible. Al acabar la película se tiene la sensación de que el personaje se merecía algo más que lo que acaba ofreciendo el film. Por ello, Dom Hemingway resulta divertido en su mayor parte, pero poco más.