Café (y) solo

Dormir

Una de los consecuencias más curiosas al formarse una pareja son los cambios que le siguen.

Dormir

En los hombres, por ejemplo, el aumento de peso, higiene, organización y moderación suelen ser habituales. Un ejemplo claro son los domingos, que pasan de fragmentarse en tres acciones (dormir, comer, fútbol) a convertirse en maratones con la parienta que incluyen actividades desconocidas hasta el momento como: visitas a ferias de artesanía, escapadas a la naturaleza, pasear sin rumbo fijo o perderse la retransmisión de un partido de fútbol para hacer un café con una desconocida, amiga de tu pareja, con “graves” y “trascendentales” problemas en su vida sentimental, laboral y general.

Pero hoy me centraré en un aspecto en concreto poco comentado y aún menos estudiado en las universidades: el acostarse.

El soltero se caracteriza por su rapidez desde que decide que es el momento adecuado para conciliar el sueño hasta que lo consigue. No superan nunca los cinco minutos. La cronología vendría a ser tal que así: bostezo, micción, taparse y dormir. Rápido, fácil y efectivo.

Con la experiencia que llevo acumulada en año y medio, he descubierto, que en el caso de las mujeres, ese acto básico se convierte en una sucesión compleja de acciones que pueden comportar un tiempo mínimo de quince minutos, y en casos, no demasiado extraordinarios, alrededor de media hora. Paso a enumerarlos, aviso que el orden es perfectamente intercambiable: miccionar, calzarse la zapatillas, limpiarse los dientes, ponerse el pijama, desmaquillarse, contestar un e-mail pendiente, despojarse de la bisutería, preparar las mudas para el día siguiente, escoger otro pantalón, buscar otra prenda superior y exterior que combine con la pieza anterior, decidir empezar de cero, contemplarse delante el espejo, miccionar de nuevo, depilarse pelos de las cejas, ir a buscar un vaso de agua, mirar los productos de la nevera, intentar memorizar los productos, apuntarse en la agenda pasar por el súper sin apuntar la lista de la compra, contestar mensajes de móvil pendientes, revisar el Facebook y felicitar a los que cumplen años con muchas exclamaciones y smileys, programar el despertador, apagar la luz, encender una de menor luminosidad, leer unas cuantas páginas del libro de la mesilla de noche, levantarse y recoger la ropa interior, volver a la cama, levantarse para sacar del bolso todos los elementos prescindibles, volver a introducirlos todos dentro, volver a la cama, apagar la luz, hacer balance de todos los hechos acontecidos durante la jornada, cerrar los ojos, padecer insomnio, pensar en candidatos a convertirse en su príncipe azul y finalmente dormirse.

Como se puede observar, el acto de acostarse, en hombres y mujeres solteros/as, es completamente distinto. Los dos son perfectamente aceptables, pero el problema aparece al juntarse dos comportamientos tan diferente. Cuando la mujer se dispone realmente a acostarse, y sabiendo que tiene a su amado al lado, quizás predispuesta a mantener relaciones, su partenaire, al tener que soportar tan tediosa espera, en muchas ocasiones, se deja vencer por el sueño. Aquí la hembra tiene tres opciones: dormirse también, cagarse en todo y tomar nota mental para criticarlo delante de sus amigas, compañeras de trabajo y conocidas, o despertarlo de forma seductora intentando conseguir saciar su apetito sexual.

En caso que opte por la tercera vía se sentirá decepcionada. El hombre, la mayoría de las veces, estará dispuesto a sumarse a la actividad libidinosa, pero, siendo fiel a su estilo, será breve y conciso, o sea, en lenguaje vulgar: meter, sacar y dormirse de nuevo.

De nuevo, ella, se sentirá decepcionada al no sentir el amor y afecto de su pareja acabado el acto. Y nuevamente, la mujer, volverá a pensar en candidatos a convertirse en su príncipe azul y finalmente dormirse.

Editado por: Ruth XK
© Ilustración: Sergio Bareas