Ya llevo año y pico hablando del mundo de la pareja. Empecé contando mi soltería, avancé hasta la transición de tener novia y últimamente sólo os cuento mi rutina conyugal, o como se le llame.
Lo que aún no he explotado es la distancia. Mientras ella hace una vida alegre y emocionante en Barcelona yo arrastro mis pies por una gris y húmeda Girona. Eso sí, yo estoy rodeado de König’s, una franquicia de frankfurts donde hacen la mejores bravas del mundo, por no hablar de sus increíbles patatas con salsa cuatro quesos. Donde esté el rey alemán que se quite toda urbe cosmopolita llena de mestizaje y demás chorradas. He dicho.
(columna patrocinada)
Normalmente nos vemos los fines de semana. Disfrutamos de amor concentrado. A la que te despistas ella ya está camino a su nido o a la inversa. Pero a veces, el destino, siempre cruel, decide que nuestras agendas son incompatibles y cada cual en su corral.
Esto mismo sucedió el pasado weekend. Sabiéndolo de antemano, que tendría tres días de libertad absoluta, me senté e intenté decidir cómo aprovecharlo. Hice una lista parecida a ésta:
Quedar con amigos: Una idea magnífica. Después de un año medio secuestrado por el amor (y el sexo, para qué negarlo) era una ocasión esplendida para retomar el contacto con mis allegados. ¿Pero con quién? Algunos de mis amigos directamente ya viven con su pareja o tienen hijos, plantarte allí a escuchar que quieren repintar el comedor o que el bebé no les deja dormir no es una idea demasiado brillante. Luego está quedar con los solteros, seres tristes que se mueven lánguidamente y con la mirada perdida. No paran de lamentarse, se sienten solos e incomprendidos. Se agarran a sus hobbies (siempre freaks) para endulzar su día a día y de forma casi religiosa, fanáticamente religiosa.
Salir de fiesta: ¡Gran idea! Años ha yo era el puto amo de esos antros. Bebía hasta ponerme ciego, tiraba los trastos hasta a la máquina de tabaco y el día después me pasaba horas en la cama acompañado de resacas gordas y feas. Ahora ya ni se fuma. Todo ha cambiado, yo y ellas. Ahora por las noches como algo frito y me paso la noche con ardor de estomago, bebo dos tragos y me mareo, y las resacas pierden toda emoción. Ya no tengo ni con quién comentar las anécdotas el día después.
Hacer ejercicio / escapada al acampo: Estás insultándome si piensas que me rebajaría a tales menesteres. ¡Por Dios!
Conquistar el mundo: sentarme mordiendo el lápiz con hoja en blanco delante. Preparar un plan, empezando por detalles simples al alcance de la mano, para ir escalando en envergadura. Un esquema tal que así: tirarme pedos en público-reclamar mi derecho de libertad de expresión- crear una plataforma a favor de ese acto- hacer concentraciones- ocupar los medios de comunicación- conseguir ayuda monetaria y de influencias- convertirme en un líder- comer unas bravas- ganar las elecciones- dar un golpe de estado- ganarme a los dirigentes de Spectra- sacar un disco- el pueblo se revoluciona contra mí- sacar el videoclip- el pueblo me empala en la plaza del pueblo- última voluntad: comer unas bravas. Mejor lo descarto, hago las bravas y listo.
Así es como, descartadas todas las opciones, acabo tirado en la cama. Leyendo, dibujando, escribiendo, tocándome y buscando en IMDB quién escribió el guión de Vampiros de John Carpenter.
Ah, y escribiendo columnas como ésta.