Júpiter Jones (Mila Kunis) es una joven que trabaja con su familia limpiando casas. Jones no está contenta con su vida y desearía tener una vida mejor. Pronto descubrirá que hay que tener cuidado con lo que se desea cuando se vea implicada en una lucha intergaláctica fratricida entre los hermanos de la más poderosa familia de la galaxia: la casa Abraxas. Una lucha que tiene lugar entre una humanidad que no sospecha que tal vez su extinción tenga lugar demasiado pronto.
Este es el punto de arranque de El destino de Júpiter (Jupiter Ascending, 2015), la nueva película de los Wachowski. Su anterior filme, El atlas de las nubes (Cloud Atlas, 2012), dirigida en colaboración con Tom Tykwer, era una maravilla muy compleja y ambiciosa que, por desgracia, no funcionó nada bien en la taquilla norteamericana. Necesitados de un éxito que les permita seguir teniendo cierta libertad creativa, los hermanos nos presentan una película que es un retorno al cine clásico de aventuras espaciales (space opera para los entendidos) que popularizó George Lucas.
Pero que se trate de un filme con trama y momentos que resultarán familiares al espectador no quiere decir que sea una película despersonalizada. Aquí y allá se introducen ciertos toques, mensajes, habituales en el cine de los hermanos. Como también es ya un toque personal de estos directores la mezcla de influencias (hay detalles que van del Dune de Frank Herbert hasta Barbarella [Roger Vadim, 1968]) y de nuevo nos encontramos con unos villanos que “cosechan” seres humanos para su provecho.
En ciertos momentos, El destino de Júpiter recuerda a la estupenda John Carter (Andrew Stanton, 2012), otra película reciente que recuperaba el estilo clásico de la space opera (de hecho, ambas utilizan el mismo compositor para sus bandas sonoras: Michael Giacchino), ya que comparten el mismo espíritu de cine de aventuras desacomplejado y nostálgico. Un tipo de película en el que hay que recordar que lo importante no es el destino, sino el viaje. Es decir, ya sabemos que los buenos acabarán con los malos, lo divertido está en ver cómo logran superar todas las dificultades y peligros que se les ponen por delante. En este sentido, tiene gracia que uno de los mayores problemas a los que se enfrentan los protagonistas es la burocracia galáctica, en una escena que cuenta con un cameo del genial Terry Gilliam.
El mayor problema al que se enfrenta esta película es que el espectador que vaya a verla no sea del tipo que simplemente se deja llevar y acepte embarcarse en una aventura que no por clásica es menos divertida. Hasta ahora, las películas de este estilo no han tenido mucha suerte en taquilla en un primer momento, y han acabado convirtiéndose en películas de culto, como le pasó a la maravilla retro Rocketeer (The Rocketeer, Joe Johnston, 1991), con la excepción de las protagonizadas por Indiana Jones y la trilogía original de La guerra de las galaxias. Pero si lo que buscáis es puro entretenimiento palomitero y disfrutar de dos horas de divertida space opera, El destino de Júpiter es el destino ideal.
Estreno en las salas españolas el 6 de febrero.