Un plato de difícil degustación, ya que puede ser una delicia para los amantes del thriller-gótico-fantástico, como disgusto para los experimentados del cine fantástico.
La historia transcurre entre dos mundos paralelos, el Londres actual y la metrópoli futurista Meanwhile City, dominada por el fervor religioso. FRANKLYN sigue la trayectoria de cuatro extraños cuyos destinos se cruzan bajo el manto del romance y de la tragedia. Dos mundos tan dispares colisionan y una bala solitaria determinará la suerte de los personajes.
Franklyn esconde tras una fantástica fachada de dirección de arte y atmósfera perturbadora, un argumento menos original. Sin embargo no es razón para perderse alguno de sus retazos más fantásticos y un par de personajes en su punto: Jonathan Preest y Emilia Bryant, interpretados por Ryan Phillippe y Eva Green respectivamente.
El primero vive en Meanwhile City, una urbe retro-futurista dónde la religiones se han convertido en el opio del pueblo, mientras existan y pertenezcas a una serás controlado. No importa que sea la religión de las cotillas de la peluquería o la religión del manual de la lavadora, o que te cambies de una semana para otra, la cuestión es ser fiel a alguna religión, pero él es el único ateo. Atormentado por la muerte de una niña quiere vengarse. El segundo personaje, el de Emilia, es una estudiante de Arte que expresa su cinismo y menosprecio por la vida, realizando vídeos de intentos de suicidios. Sin motivaciones por vivir, busca en su locura un sentido para expresarse.
No son los únicos personajes, pues seguimos la estela de Milo, un chico al que acaban de dejar en el altar pero que se reencuentra con su amor de la infancia, hecho que destapará secretos familiares y el de Peter Esser que no encuentra a su hijo.
Si logras emergerte en el argumento y te dejas llevar puedes pasar una media hora entretenido, sin embargo, si les das vueltas y te fijas en la pretenciosidad de la propuesta puede no gustarte.