Tras Annabelle (John R. Leonetti, 2014) y Annabelle: Creation (David F. Sandberg, 2017) llega un nuevo spin-off de la franquicia Expediente Warren. La monja (The Nun, Corin Hardy, 2018). Como el título indica, la protagonista es la demoníaca monja que apareció en Expediente Warren: El caso Enfield (The Conjuring 2, James Wan, 2016).
A principios de los años 50, el padre Burke (Demián Bichir) y la novicia Irene (Taissa Farmiga) son enviados a una abadía en Rumania para investigar la muerte de una monja. Una vez llegados a su destino, se ven víctimas de extraños fenómenos, lo que les indica que se enfrentan a un mal más terrible de lo que se podían imaginar.
La monja sigue fielmente el estilo marcado por James Wan en las dos entregas anteriores de Expediente Warren. Lo cual tiene su parte positiva y su parte negativa: la parte positiva es que si os gustaron esas películas, el film de Corin Hardy con guion de Gary Dauberman (It) os gustará. La parte negativa es que todo tiene un aire ya muy familiar. Así como los fans de Lucio Fulci verán algún momento que les será también muy familiar, lo mismo todos aquellos que hayan visto El engendro del diablo (La chiesa, Michele Soavi, 1989) y Caballero del diablo (Tales from the Crypt: Demon Knight, Ernest R. Dickerson, 1995).
Sin embargo, la parte positiva pesa más que la negativa. Ayuda el buen trabajo de los dos protagonistas. Demián Bichir interpreta el clásico padre de pasado torturado, algo prácticamente obligatorio en el cine de terror desde El exorcista (The Exorcist, William Friedkin, 1973), mientras que Taissa Farmiga, una habitual del género gracias a American Horror Story y Las últimas supervivientes (The Final Girls, Todd Strauss-Schulson, 2015), interpreta una mujer que todavía no ha tomado los votos definitivos para ser monja con un pasado también problemático. Son personajes diseñados para empezar su enfrentamiento contra el mal con pies inseguros, con el objetivo de aumentar la tensión y el suspense en el espectador.
Desde luego, La monja no está destinada a revolucionar el género. No pretende ser otra cosa que un festival de sustos y eso es exactamente lo que es: el equivalente cinematográfico de montarse en el tren de la bruja. Eso sí, es un festival de sustos con generosas dosis de terror gótico y estilo.
