Salvaje
Así es como el productor de la película, Luis Miñarro (Eddie Saeta), me la definió después del pase. Y no he podido encontrar un titular mejor.
Una película dirigida por Agustí Vila que pone las cartas existencialistas sobre la mesa y habla claro sobre los humanos mamíferos en este -nuestro- entorno cada vez más desnaturalizado, metiendo el dedo en la llaga donde la normalidad es pura antinaturalidad.
Un cine quirúrgico digno del mismísimo Lukas Moodysson que hace tener esperanza al encontrar este diamante en bruto tan poco habitual en nuestras salas. Y ahí está el director (y guionista) mostrando “a lo Shakespeare”, sabiendo que no existe nada bueno ni malo, es el pensamiento humano el que lo hace aparecer así. Ofreciendo así una libertad creativa vital en un medio como el cinematográfico. Con una realización cinematográfica correcta y funcional con sabor regional, muy de aquí, Barcelona. Sencilla pero sin ninguna carencia, con despuntes ocasionales en la calidad de la fotografía.
Actores funcionando muy bien, calibrados, insertados a la historia como anillo al dedo. Una Emma Suárez siempre bienvenida, manteniendo ese aura de pureza, “utilizada” con finísimo morbo fetichista (y con carne de por medio) para con la vida de su personaje y ese Eduard Fernández contenido y siempre contundente frente a la cámara.
Llamó mi atención el uso y mezcla del catalán (que por cierto es como consta la versión original de esta película) con personajes con tendencias al catalán y personajes con tendencia al castellano, se genera una mezcla muy orgánica y personal, incómoda para fuera de las fronteras catalanas, supongo que se debe a la parte de producción de TV3.
Unos personajes que parecen estar muy adaptados en la sociedad y estables a priori para con sus actos. Inadaptados endémicos sin ni siquiera saberlo, se ven atrapados -precisamente- en esa mosquitera existencial, atrapados en las debilidades y necesidades de su cuerpo, como marionetas en las garras del titiritero. Personas diciendo una cosa, deseando otra. Atados a las dependencias químicas naturales o sintéticas. (Como el tabaco, tremendamente nocivo pero de amplio consumo legal.) “We all run on instincts” que diría esa película de Roger Avary.
No puedo dejar de apuntar que cualquier observador con tendencia a la fe podría utilizar esta película precisamente para remarcar el vacío espiritual imperante en los valores de los personajes como algo negativo, pero no, la película va mucho más allá y su creador bautiza el tono de la película como cómico, como dicen en el interesante dosier de prensa “la película es una comedia sobre la imposibilidad de tragedia.”- ya lo dijo Charles Chaplin que la vida vista de cerca puede ser una tragedia y a cierta distancia una comedia- algo sorprendente y si… salvaje.