Las tortugas ninja regresan para enfrentarse a un gran enemigo que amenaza con dominar el mundo: el comandante Krang (Brad Garrett). Krang se ha unido al malvado Shredder (Brian Tee) para llevar a cabo su maléfico plan, que cuenta con la creación de dos soldados mutantes: Bebop (Gary Anthony Williams) y Rocksteady (Sheamus). Las tortugas contarán de nuevo con la ayuda de April O’Neil (Megan Fox) y Vernon Fenwick (Will Arnett), además de una nueva incorporación: Casey Jones (Stephen Amell).
Se ha de reconocer el mérito del director Dave Green, los guionistas Josh Appelbaum y André Nemec, así como de la productora Platinum Dunes. No es fácil conseguir que una película con mucha acción, mutantes, extraterrestres y puertas dimensionales resulte aburrida y mediocre, pero, de algún modo, lo han conseguido con Ninja Turtles: Fuera de las sombras (Teenage Mutant Ninja Turtles, 2016).
Normalmente no es un problema, en una película de estas características, que la historia que cuenta sea predecible. Se convierte en un problema cuando todo lo demás falla. El diseño de las tortugas sigue siendo bastante feo, no lo han mejorado, y la animación no es muy buena. Peor es el caso de Bebop y Rocksteady, que resultan muy caricaturescos (además de irritantes) y nada creíbles. Cuando todos estos personajes se unen en alguna secuencia, más que una película de imagen real, uno tiene la sensación de estar viendo las secuencias animadas de un videojuego. Las carencias de la animación resultan más evidentes si la comparamos con la que pudimos ver recientemente en Warcraft. El origen (Warcraft, Duncan Jones, 2016). Warcraft tendría sus problemas de guion, pero la animación y los efectos visuales se notaban cuidados y muy logrados. No es el caso de Ninja Turtles: Fuera de las sombras, en el que incluso un trozo de pizza que pisa un jugador de baloncesto en una de las escenas tiene un aspecto ridículamente falso (además de resultar incomprensible por qué optaron por hacerlo así en lugar de que el actor simplemente tuviera un trozo de pizza en la zapatilla deportiva).
Los personajes “reales” tampoco es que salgan mucho mejor parados. El insulso guion no les deja mucho con lo que jugar. El personaje más perjudicado sin duda es el de Casey Jones que interpreta, es un decir, Stephen Amell. Por supuesto, solo dejan que el personaje lleve su icónica máscara en una escena. Tampoco es que importe mucho pues ya no es un justiciero callejero sino un agente de policía.
Tal vez, como tengo más de doce años, yo no sea el espectador ideal de esta película y por ello se me ha hecho tan aburrida (ni siquiera es lo bastante mala como para despertar odio o convertirse en una comedia involuntaria). O, tal vez, Platinum Dunes se ha propuesto crear un film que resulte igualmente aburrido a los pequeños y a los adultos, como un anti-Pixar. En ese caso, lo han logrado.
Estreno en las salas españolas el 17 de junio
