Cada vez parece más claro que Clint Eastwood no ofrecerá ninguna obra maestra final con la que cerrar su carrera como director. Sus últimos estrenos tras las cámaras oscilan entre lo mediocre y, en el caso de Richard Jewell (2019), lo perfectamente aceptable.
Esta película está basada en una historia real, que aconteció durante las olimpiadas en Atlanta de 1996. Richard Jewell, interpretado por Paul Walter Hauser (Yo, Tonya), era un agente de seguridad que descubrió una bomba, avisando a las autoridades y evitando miles de muertes. Pero poco después empezó a ser investigado por el FBI, que sospechaba que Jewell podía estar implicado en el atentado, lo que provocó un linchamiento en los medios de comunicación. Jewell contrató al abogado Watson Bryant, al que da vida en el film Sam Rockwell, para ayudarle a enfrentarse a los medios y al FBI.
Clint Eastwood mostró interés por dirigir Richard Jewell por primera vez en el 2016, poco después de dirigir Sully. Ambas son películas basadas en hechos reales que giran en torno a personas que son ensalzadas como héroes para luego ser destruidas. En Richard Jewell, el objetivo de la crítica son los medios de comunicación y la actitud del FBI. Ambos están representados por personajes cuestionados: la reportera Kathy Scruggs, interpretada por Olivia Wilde (Tron Legacy), es presentada como una persona sin ninguna moral capaz de intercambiar sexo por una historia, lo cual ha sido muy polémico en Estados Unidos, ya que no hay pruebas ni testimonios que respalden semejante afirmación, compañeros de trabajo también han negado que hiciera nada parecido (Scruggs murió en 2001), y encaja más con la tópica y anticuada representación que hace Hollywood de las mujeres profesionales. Jon Hamm interpreta al agente del FBI Tom Shaw que dirigió la investigación contra Jewell, el otro foco de la crítica que hace la película, cuyo pecado es ser ambicioso y poner por encima su carrera que la verdad.
Aunque la película se base en una historia real, está plagada de personajes típicos y situaciones habituales en los thrillers a lo John Grisham. Por suerte, todas las interpretaciones son muy buenas, en particular Paul Walter Hauser en su creación del peculiar Richard Jewell. El reparto es lo que más destaca en un film cuya ejecución no hace que pase más allá de lo correcto, lo cual es algo decepcionante teniendo en cuenta la experiencia de Eastwood como director.
En nuestra actual sociedad de fake news y prensa amarilla, un relato como el que nos presenta Richard Jewell resulta particularmente relevante. Es una lástima que el film no sea más que un pasable entretenimiento.