Tobe Hooper (1943-2017) es un director muy infravalorado, con una filmografía llena de películas interesantes, que será siempre recordado como el creador de Leatherface, uno de los grandes personajes del cine de terror. En este artículo vamos a explorar la franquicia protagonizada por este amante de las sierras mecánicas y el sabor de la carne humana.
La matanza de Texas
(The Texas Chain Saw Massacre, Tobe Hooper, 1974)
Hay pocos clásicos del cine de terror que sigan siendo tan efectivos ahora como en el momento en que se estrenaron. La matanza de Texas sigue siendo hoy día un film angustiante, aterrador y perturbador, como lo era en 1974. Es también un film que marca un momento clave del género y sirve de precedente al estilo que marcaría el cine de terror en los 80: el slasher.
El cine de terror empezó a evolucionar hacia finales de los 60. El género había estado inmerso en el terror gótico debido al éxito de la británica Hammer y el ciclo Poe de Roger Corman. Pero los rápidos cambios sociales de una época convulsa empezaban a mostrar su efecto en el género. Tres títulos son claves en este sentido: La semilla del diablo (Rosemary’s Baby, Roman Polanski, 1968), que enmarca su acción en un ambiente moderno y urbano, El héroe anda suelto (Targets, Peter Bogdanovich, 1968), que, además de tener una ambientación urbana, representa el fin del terror gótico enfrentando a Boris Karloff con un psicópata que ataca en un autocine, y La noche de los muertos vivientes (Night of the Living Dead, George A. Romero, 1968), que enfatiza el subtexto social para ofrecer una representación alegórica de la sociedad. El éxito de los filmes de Polanski y Romero también afectaría al género en Europa.
A esta evolución temática se ha de añadir una mayor permisividad a la hora de mostrar violencia en pantalla, impulsada por dos violentos clásicos: Bonnie & Clyde (Arthur Penn, 1967) y, especialmente, la brutal Grupo salvaje (The Wild Bunch, Sam Peckinpah, 1969).[1]
De este modo, la década de los 70 se inicia con un cine de terror más crudo, más violento, de ambientación moderna y con trasfondo social. Perros rabiosos (I Drink Your Blood, David Durston, 1970) es un perfecto ejemplo de esta evolución del género, con sus hippies rabiosos post-Manson masacrando inocentes ciudadanos. Pero es La última casa a la izquierda (The Last House on the Left, Wes Craven, 1972), la que causa un mayor impacto, debido a su crudeza y sadismo.
Por aquel entonces, Hooper se encontraba a punto de iniciar el rodaje de su clásico. Previamente, había estrenado en 1969 Eggshells (Cáscaras de huevo) (Eggshells), un film experimental que muestra su implicación con la cultura hippie y los movimientos de protesta estudiantiles. Es un film en el que ya aparecen ciertos toques inquietantes, pero su interés dramático es otro.
El ambiente político y social experimenta un giro radical cuando en mayo de 1970 se produce la masacre de Kent State. Así se conoce el incidente en que cuatro estudiantes resultaron muertos y nueve heridos cuando la Guardia Nacional empezó a disparar contra protestantes desarmados. Esto marca profundamente el subtexto de La matanza de Texas, que muestra de forma alegórica el enfrentamiento entre la juventud reivindicativa, representada por el grupo de amigos hippies protagonistas, y la América profunda que se negaba a cambiar, representada por los Sawyer, la familia caníbal de Leatherface, encarnado aquí por Gunnar Hansen.
El rodaje del film no fue fácil. Las altas temperaturas del verano tejano complicaron la filmación, en especial durante la clásica escena de la cena. La actriz Marilyn Burns, Sally en el film, ha comentado en varias entrevistas que el calor y las largas horas rodando en un espacio cerrado contribuyeron a crear una atmósfera en la que ya no actuaba, se dejaba llevar por la situación.
Las carencias presupuestarias, sin embargo, contribuyeron a crear el look documental, de cinema vérité, lo que hace que sea todavía tan efectiva sobre el espectador. Pero, a pesar de las apariencias, La matanza de Texas está cuidadosamente diseñada. La dirección de arte de Robert A. Burns, la cinematografía de Daniel Pearl, la banda sonora y la dirección de Hooper logran crear una experiencia de realismo documental, pero mucho más trabajada que las actuales películas found footage, que aspiran a crear el mismo tipo de experiencia visceral.
Un perfecto ejemplo de cómo la efectividad de este film no es casual es la escena en la que la joven Pam (Teri McMinn) se cansa de esperar a que su novio salga de la casa de los Sawyer. Se inicia la escena con Pam en primer plano columpiándose y la casa se ve al fondo, más pequeña. La cámara está situada en el suelo, en un ángulo bajo, de modo que cuando Pam empieza a caminar hacia la casa y la cámara la sigue, Pam parece hacerse más pequeña y la casa más grande, dando la sensación de que va a devorarla. Debido a que el espectador ya conoce los horrores que aguardan tras las paredes de la casa, la efectividad de la secuencia queda asegurada. Otro ejemplo del genial trabajo uniendo imágenes y sonido, es la muerte de Jerry, interpretado por Allen Danziger, víctima de un martillazo por parte de Leatherface. El sonido de la puerta al cerrarse, la manera en que la cámara se queda enfrente a la puerta, el atisbo de locura que se ofrece al espectador… Desde luego, nada es casual en este film.
Posiblemente, el mayor indicativo de hasta que punto es efectiva la dirección de Hooper está en el hecho de que se tiene la sensación de que es una película muy sangrienta, cuando, en realidad, apenas se ve sangre en pantalla. Cuando estaban rodando la película, Hooper quería obtener una calificación PG para poder acceder a la mayor cantidad de público posible. En aquella época, en Estados Unidos solo existían tres calificaciones: G, todos los públicos, PG, menores acompañados, y R, menores de 17 años acompañados. Pero, a pesar de la ausencia de sangre, Hooper creó una experiencia tan intensa que fue calificada para adultos.
Lo cual no impidió que el film fuera un éxito. A ello contribuyó una campaña publicitaria que vendía el film como si estuviera basada en hechos reales, cosa obviamente falsa. Puede que se inspirara en los crímenes de Ed Gein, pero la historia es pura ficción.
Hoy día, el film es un clásico indiscutible, más allá del género. Es una lástima que todas las películas que hizo Hooper después se compararan con esta obra maestra, de forma algo injusta muchas veces, pero es una de las consecuencias de crear una obra tan impactante e influyente. Un film aterrador, que también hace gala de un negro, negrísimo humor, aunque uno no vea el humor hasta después de ver la película unas cuantas veces, cuando se ha podido sobreponer al horror.
[1] Por supuesto, muchos fans del terror, y del gore en particular, argumentarán que Herschell Gordon Lewis fue el primero en traspasar los límites de lo que se podía mostrar en pantalla al inventar el gore cuando estrenó Blood Feast en 1963. Es cierto, en esta película se mostraban mutilaciones de forma explícita, pero eran películas que se proyectaban de forma regional, llevándolas de pueblo en pueblo, sin llegar a verse en muchas zonas del país. En las ciudades se mostraban en salas hoy conocidas como grindhouses. Es decir, se estrenaban alejadas del mainstream, su existencia era desconocida para el gran público. De modo que su influencia más allá de estos circuitos minoritarios era más bien mínima. Y no es hasta los años 80 que, con el salto cualitativo y técnico en los efectos de maquillaje, el gore empieza a aparecer en películas distribuidas en circuitos mayoritarios.
La matanza de Texas 2
(The Texas Chainsaw Massacre 2, Tobe Hooper, 1986)
Si habéis visto Cannon Fodder: The Making of Lifeforce (Calum Waddell, 2013), It Runs in the Family (Michael Felsher, 2006) o Electric Boogaloo, la loca historia de Cannon Films (Electric Boogaloo: The Wild, Untold Story of Cannon Films, Mark Hartley, 2014), ya estaréis familiarizados con el origen de esta secuela. Si no es así, se resume en que los jefazos de la Cannon, Menahem Golan y Yoram Globus, firmaron un contrato con Tobe Hooper para que este dirigiera tres películas, siendo establecido que una de estas tres sería una secuela de La matanza de Texas.
Durante los 80 el cine de terror experimentó un gran boom, estrenándose títulos del género cada semana. A mediados de los 80, la fiebre slasher y la producción de secuelas, sin embargo, estaba ya de baja y el mercado daba ya señales de saturación. Para 1986, se habían estrenado dos secuelas de La noche de Halloween (Halloween, John Carpenter, 1978) y la cuarta entrega de la serie estaba en preparación; cinco secuelas de Viernes 13 (Friday the 13th, Sean S. Cunningham, 1980), la sexta entrega se estrenó en el 86; la segunda entrega de Pesadilla en Elm Street (A Nightmare on Elm Street, Wes Craven, 1984) se había estrenado el año anterior y la tercera entrega se estrenaría en 1987. Y eso solo mencionando a “los grandes”. Por tanto, tenía cierta lógica querer hacer una secuela de un título clásico de cine de terror, pero tal vez llegaba un poco tarde.
Hoy día, La matanza de Texas 2 es un título de culto, pero en el momento de su estreno no fue muy bien recibida. A la mencionada saturación, se ha de añadir que la película se estrenó sin censurar. Es decir, sin pasar por la MPAA ni recibir una clasificación, lo que significaba en Estados Unidos que muchos periódicos no publicaron publicidad del film y nada de anuncios en televisión, con lo que parte del público americano ni siquiera sabía que se había estrenado. Pero, posiblemente, parte del inicial rechazo al film fue su tono, que mezclaba terror y comedia, de modo que el humor negro y la sátira tienen una mayor presencia de la que tenían en la primera entrega. Este cambio de tono se hace evidente hasta en el póster original del film, que parodia el de la clásica El club de los cinco (The Breakfast Club, John Hughes, 1985)
La matanza de Texas 2 es un film de los 80, como La matanza de Texas es un film de los 70. Los 80 fueron una época de exceso, de cultura yuppie, superficial y materialista. Aspectos que Tobe Hooper satiriza a la perfección, con la familia Sawyer convertida en una exitosa empresa gracias a su sabroso chile, cuyo secreto se haya en la carne que utilizan para elaborarlo. Una carne que no es de cerdo, precisamente.
Fue una jugada maestra por parte de Hooper, aunque significara que su film tardara un tiempo en ser reivindicado. Reproducir el visceral terror de la primera entrega, basado en el realismo era imposible. Algo que se hace evidente comparando las dos máscaras de Leatherface: la de la primera entrega tiene un aspecto frágil que parece realmente hecho por el personaje (especialmente si vemos máscaras reales hechas con piel humana pero ¿por qué querrías hacerlo?), la de la segunda entrega tiene un aspecto mucho más diseñado. Se nota que fue hecha por un artista, el maestro Tom Savini, y ya no tiene ese toque imperfecto que hace la primera más real. No me malinterpretéis, la máscara de la segunda entrega tiene un aspecto magnífico y es un fantástico objeto artístico, pero precisamente por eso no tiene el realismo de la primera máscara. Es como la máscara de Michael Myers, que solo parece auténtica en la primera Halloween porque realmente era una máscara barata comprada en una tienda.
Esta es la única secuela “real” de toda la saga, la única que sigue los personajes originales de la primera entrega. Es también, sin duda, la mejor de todas las secuelas y remakes. Como ya he mencionado, el tiempo ha puesto en su lugar a este título de culto y su genio es hoy evidente.
La matanza de Texas III
(Leatherface: Texas Chainsaw Massacre III, Jeff Burr, 1990)
Los años 90 fueron una terrible década para el cine de terror. Se estrenaron buenas películas, obviamente, pero tras la década de oro que fueron los 80, era evidente que el género había entrado en decadencia en la nueva década, no siendo ya un favorito de la taquilla y los espectadores. Halloween 5: La venganza de Michael Myers (Halloween 5: The Revenge of Michael Myers, Dominique Othenin-Girard, 1989), Pesadilla en Elm Street 5 (A Nightmare on Elm Street 5: The Dream Child, Stephen Hopkins, 1989) y Viernes 13 VIII: Jason toma Manhattan (Friday the 13th Part VIII: Jason Takes Manhattan, Rob Hedden, 1989) fueron todas fracasos de taquilla y decepciones para los fans, quedaba claro que la nueva década no auguraba nada bueno. Los fans del cine de terror tenían motivos para ser pesimistas, hasta que se empezó a proyectar este tráiler:
Esta pequeña maravilla llenó de entusiasmo y optimismo a los fans. Un tráiler que se rodó antes de que el film anunciado entrase en producción o siquiera se contara con un guion, pero New Line, que se había construido en base al éxito de la saga Pesadilla en Elm Street, veía que su gallina de los huevos de oro tenía fecha de caducidad, así que buscaba una nueva franquicia que exprimir. Esta preocupación por crear un nuevo gran éxito fue, seguramente, lo que acabó matando esta película.
Mientras el terror iba de capa caída en el cine, no sucedía lo mismo en la literatura. Durante los 80 y primeros 90, la literatura de terror se entregó al splatterpunk. Las novelas que se enmarcaban dentro de esta corriente eran novelas muy explícitas, tanto en la violencia como en la sangre, pensad en las primeras obras y relatos de Clive Barker o La luz al final del túnel de John Skipp y Craig Spector. Uno de los autores más destacados de esta corriente fue el mismo que la bautizó: David J. Schow, del cual destacaría la novela The Shaft. Schow empezó a trabajar como guionista a finales de los 80, compaginándolo con sus tareas literarias. Tras trabajar de forma no acreditada puliendo el guion de Pesadilla en Elm Street 5, New Line decidió encargarle el guion de Leatherface.
Y aquí empezaron los primeros problemas. Si escoges a un autor conocido por lo sangriento y violento de sus novelas y le pones a escribir un guion que continúe una de las series más notorias en este sentido, en particular su segunda parte, es de esperar que el guion que entregue se incline hacia lo salvaje. Que fue exactamente lo que pasó, el primer guion de Schow era muy sangriento y brutal.
New Line rápidamente puso el grito en el cielo y ordenó cambios para que el guion fuera más aceptable. Es decir, más accesible para el gran público, no olvidemos que se buscaba crear una nueva franquicia de éxito.
Los problemas se perpetuaron durante la posproducción, en la que el director Jeff Burr se encontró con que ahora la película terminaba con un final distinto al que él había filmado. Esto, junto al hecho de que la MPAA masacró la película a base de cortes, llegando al extremo de que algunas escenas se hacían completamente incomprensibles, hizo que el director decidiera retirar su nombre de los títulos de crédito. Sin embargo, los ejecutivos de New Line le dijeron que era demasiado tarde, ya se habían empezado a editar copias del film y no se podía sacar su nombre de los créditos.
No resulta sorprendente que en su momento el film fuera un fracaso. Hasta el punto que New Line dejó que sus derechos para hacer más entregas caducaran. Decidió entonces hacerse con los derechos de la saga Viernes 13 (y ya sabemos qué bien les fue con esta franquicia).
El film es un pseudo-remake, lo que hoy llamaríamos un reboot. Presenta a Leatherface, interpretado aquí por R.A. Mihailoff, como parte de una nueva familia de caníbales, entre los que destaca un joven Viggo Mortensen como Tex. Burr metió algunos guiños a la segunda entrega: una cameo de Caroline Williams, protagonista de la anterior entrega, como reportera al inicio y la frase the Saw is Family, que vemos claramente en el póster, fue pronunciada por primera vez en la anterior entrega. Pero el film funciona de forma completamente independiente.
Hoy día la versión sin censurar (que no montaje del director) se puede adquirir sin complicaciones, editada tanto en DVD como en Blu-ray (no en España, no recomiendo ninguna edición española de esta saga, todas muy deficientes en cuanto a calidad imagen/sonido y extras, excepto la edición doble en Blu-ray de la primera entrega), lo que ayuda a digerir mejor un film que no aporta nada a la saga, pero tampoco resta. Tiene sus momentos divertidos, sus momentos sangrientos, pero no deja una impresión como las anteriores entregas (algo tremendamente difícil). Tal vez lo más interesante de las actuales ediciones es el documental en el que se explican todos los problemas que tuvo el film. Lo cual explica, a su vez, que el tráiler mencionado sea recordado con más cariño que la película.
La matanza de Texas: La nueva generación
(Texas Chainsaw Massacre: The Next Generation, Kim Henkel, 1994)
Al igual que la tercera entrega, La matanza de Texas: La nueva generación fue una producción problemática, aunque en esta ocasión los problemas vinieron una vez el film quedó completado. Por supuesto, uno de los principales problemas que tuvo es conocido incluso por aquellos que no han visto la película. Unos entonces desconocidos Matthew McConaughey y Renée Zellweger protagonizaron el film, un par de años más tarde, cuando se hicieron famosos, el agente que ambos actores compartían intentó impedir que el film viese la luz cuando Sony decidió reestrenarlo. Antes de eso, el film fue recortado por el estudio, eliminando gran parte del horror en esta mezcla de terror y comedia.
Originalmente concebida como un remake y luego como una secuela, titulada originalmente The Return of the Texas Chainsaw Massacre, la película fue precedida de cierta expectación ya que el director y guionista era Kim Henkel, coguionista de La matanza de Texas. ¿Sería este un retorno a los orígenes? ¿Un film que captaría la esencia del original tras la nada memorable tercera entrega? Un rotundo no.
Henkel buscaba explotar el tono de comedia negra y sátira de la segunda entrega, pero no logra reproducir la eficacia de Hooper. Principalmente porque, al contrario de lo que sucede en anteriores entregas (incluso la tercera), los personajes son insoportables y no consigue provocar ni una risa. Es un film irritante que tampoco mejora demasiado en su versión extendida.
Pero se ha de mencionar que, aunque es un film fallido, Henkel introduce algunos conceptos interesantes que, años más tarde, explotaría de forma magistral La cabaña en el bosque (The Cabin in the Woods, Drew Goddard, 2012). Por desgracia, su introducción aquí no sirve para salvar la película, ya que llega demasiado tarde, además de que parece fuera de lugar en una entrega de esta saga.
Es solo para los completistas y muy fans de la saga.
La matanza de Texas
(The Texas Chainsaw Massacre, Marcus Nispel, 2003)
Michael Bay creó Platinum Dunes, una compañía que en un principio se dedicó a hacer remakes de títulos clásicos de forma sistemática. Ver juntos en una frase Michael Bay, remake y La matanza de Texas llenó de sudores fríos y auténtico horror a los fans de esta saga y del cine de terror en general. Subsecuentes declaraciones de Bay, que hacían obvio que no había visto nunca La matanza de Texas como más tarde confesó, pintaban el futuro muy negro. Y la película se estrenó.
Sorprendentemente, el film no estaba mal. Por supuesto, no le llegaba a la suela de los zapatos a la original, pero era infinitamente superior a la tercera y cuarta entrega, que en cierto modo también eran remakes/reboots, ya que ambas arrancaban de cero. De modo que se puede disfrutar como si fuera una secuela más.
Dirigido por Marcus Nispel, el film presenta a un grupo de adolescentes, entre los que se encuentra Jessica Biel, que pronto se verán atrapados por los Hewitt, la nueva familia de Leatherface. Nispel dirige con estilo sin renunciar al terror visceral y sangriento, dando como resultado final un film entretenido con una lograda estética setentera. Según Bay, en uno de los audiocomentarios incluidos en las distintas ediciones domésticas de la película, el film original triunfó porque se explotaba como una historia real y ellos hicieron lo mismo: explotarlo como si estuviera basada en hechos reales. Lo cual es falso en ambos casos pero no ha impedido que hoy día muchas personas crean que sucedió realmente.
El éxito del film trajo consigo una era de remakes, en el que no quedó clásico sin nueva versión. Y cuando los clásicos se acabaron, se empezaron a hacer remakes de títulos de culto más desconocidos. Hasta saturar el mercado. Una consecuencia más positiva del éxito de esta película fue la aparición de un cómic que funcionaba como secuela, editado por Planeta deAgostini en formato novela gráfica, obra de Dan Abnett, Andy Lanning y Wesley Craig. No tan logrados como los cómics de Viernes 13 que aparecieron por la misma época, pero una lectura entretenida.
Finalmente, este film inició una tendencia innecesaria en siguientes películas: desenmascarar a Leatherface y explicar por qué lleva máscara.
La matanza de Texas: El origen
(The Texas Chainsaw Massacre: The Beginning, Jonathan Liebesman, 2006)
Seguramente la consecuencia más negativa del éxito de La matanza de Texas de Marcus Nispel sea este innecesario film, en el que el cinismo de querer hacer más dinero exprimiendo una franquicia es tan obvio que es casi insultante.
Como indica el título, este film es una precuela del remake, que apenas logra llegar a los 90 minutos de duración explicando de forma innecesaria el origen del traje de sheriff de la primera entrega o cuando empieza a llevar máscara Leatherface. Intenta tener alguna validez añadiendo referencias a Vietnam, pero no hay nada que pueda salvar este film rutinario y predecible, ni siquiera la versión sin censurar.
La matanza de Texas 3D
(Texas Chainsaw 3D, John Luessenhop, 2013)
Los derechos de la franquicia regresaron a Tobe Hooper y Kim Henkel, tras unos años sin que Platinum Dunes hiciera nada. Esta vez, los derechos fueron a Millenium Films que ideó un concepto novedoso para esta franquicia y que fue bastante polémico entre los fans.
La idea era crear una secuela que continuara a partir de lo sucedido en la primera entrega y planear una historia que se desarrollaría en posteriores entregas. Y, efectivamente, La matanza de Texas 3D arranca justo después de que empezaran los créditos en el film de Hooper, para luego contar una historia que deja margen para siguientes entregas.
Dos problemas inmediatos que tuvo este planteamiento: El primero, que Leatherface sigue siendo una máquina de matar, pero se intenta convertir en una especie de antihéroe. El segundo, que para que el film transcurriera en el presente, se tenían que trasladar los eventos del clásico hacia los años 90. Lo que se hizo eliminando fechas y confiando en que al público no le importara.
Al público le importó.
Y ahora algo que puede que sea algo controvertido: esta entrega me hizo bastante gracia. Tras la desastrosa La matanza de Texas: El origen, pude apreciar una película que, por lo menos, intentaba hacer algo diferente y no simplemente repetir la historia de la primera con distintos personajes. Y, es cierto, el hecho que la protagonista fuera Alexandra Daddario ayudó bastante a que el film me entrara bastante bien. Me gustó lo bastante como para buscar también la versión sin censurar, editada en Blu-ray en Francia y Alemania.
No diría que es la mejor secuela, pero está justo por debajo del remake para mí. Para secuelas realmente atroces, la que perpetraron a continuación.
Leatherface
(Alexandre Bustillo, Julien Maury, 2017)
Siguiendo con el plan establecido por Millenium Films, esta secuela es otra precuela que sirve para explicar otro origen de Leatherface, con el protagonismo de los antecesores de los personajes que aparecían en La matanza de Texas 3D. Sin embargo, tardaron tanto en estrenar el film, que Millenium Films ha perdido los derechos de explotación de la franquicia y todo ha quedado en nada. Lo cual es un alivio, por mucho que me hiciera gracia la anterior entrega, esta Leatherface es una precuela terrible por muchos homenajes y guiños al film original que tenga, el segundo peor film de la saga tras La matanza de Texas: El origen.
El film trata de ser una especie de road movie a lo Malas tierras (Badlands, Terrence Malick, 1973), intentando crear cierto misterio respecto a cuál de los criminales escapados protagonistas se acabará convirtiendo en Leatherface. El concepto tal vez funcionara sobre el papel o en el montaje original de Alexandre Bustillo y Julien Maury. No es así en la versión que finalmente se estrenó en servicios de streaming, recortada y reeditada. Por cierto, tal vez dos directores franceses no eran los mejores para intentar convencer al espectador que Bulgaria (país en el que se filmó) es la Texas ideada por Hooper.
Aburrida, predecible, sin nada interesante que aportar, su visionado se hace más fútil sabiendo que nada de lo explicado tiene importancia, debido a la mencionada pérdida de derechos por parte de Millenium Films. Para un completista obsesivo como servidor, no sentir la necesidad de añadir La matanza de Texas: El origen y Leatherface en el espacio en las estanterías dedicado a esta franquicia es el mejor indicador de hasta que punto son innecesarias. Algo positivo que puedo decir de La matanza de Texas: La nueva generación es que puede que sea una mala película, pero es una mala película interesante.
Como mencionaba, esta pobre excusa de película se pasó tanto tiempo en el limbo de la distribución (se rodó en 2015), que los derechos fueron de vuelta a Kim Henkel. Al parecer, el estudio Legendary tiene interés en comprarlos y ya se habla de más películas y una serie de televisión. Ya veremos lo que aguarda el futuro, porque parece que nadie podrá silenciar la sierra mecánica de Leatherface, un icono del terror.
The Saw is Family!