El futuro ya no es lo que era.
En realidad debería decir la trilogía Mad Max, pero el próximo estreno de Mad Max: Furia en la carretera (Mad Max: Fury Road, George Miller, 2015) y la posibilidad de que, si tiene éxito, Tom Hardy acabe rodando hasta tres películas más de la serie, han convertido Mad Max en una auténtica saga. Lo cual no está mal teniendo en cuenta sus humildes orígenes.
Mad Max: Salvajes de autopista (Mad Max, George Miller, 1979)
La industria cinematográfica en Australia era prácticamente inexistente. Las películas que se rodaban allí eran producciones extranjeras que aprovechaban los grandes paisajes australianos para ambientar sus historias, como la genial pesadilla kafkiana Despertar en el infierno (Wake in Fright, Ted Kotcheff, 1971). A finales de los 60 la situación cambiará gracias a una serie de cambios sociales y la relajación de la censura, que iniciará un período de exitosas comedias y cintas comerciales (una especie de destape a la australiana) que competirán con las prestigiosas y “serias” películas (principalmente dramas históricos) que contaban con el apoyo de la crítica.
A lo largo de los 70 y primeros 80 se producirán toda una serie de películas de género rabiosamente originales e interesantes como Patrick (Richard Franklin, 1978), la demencial El imperio de la muerte (Turkey Shoot, Brian Trenchard-Smith, 1982) o Sed (Thirst, Rod Hardy, 1979). En este ambiente tan fructífero y prolífico, el doctor George Miller decide dejar su trabajo en un hospital de Sydney y perseguir una carrera en el mundo del cine, después de haber realizado algunos cortos experimentales durante su etapa universitaria.
El resultado será Mad Max: Salvajes de autopista, inspirada por la obsesión australiana con los coches (cuyos resultados había observado directamente Miller en la sala de urgencias del hospital en el que trabajaba). Una película que mezcla una ambientación futurista con un argumento influenciado por el western, para contarnos una historia de venganza (género que en los 70 realmente floreció).
Max Rockatansky, interpretado por Mel Gibson, es un policía especializado en perseguir delincuentes por las peligrosas autopistas de una futura Australia. Max se convertirá en Mad Max persiguiendo a la banda responsable de la muerte de su familia y su mejor amigo (“mad” en inglés significa “loco” pero también se usa para indicar que alguien está furioso). Miller nos muestra un personaje que intenta suprimir su lado oscuro, pero su trabajo persiguiendo delincuentes lo alimenta y Max teme convertirse en uno de los monstruos que persigue. Es este uno de los aspectos más interesantes de esta violenta película, que en un principio se estrenó como una cinta de bajo presupuesto más pero su enorme éxito la convirtió en un referente que inspiró diversas películas de persecuciones automovilísticas.
Ciertamente, Mad Max se hizo con muy poco dinero y el resultado fue un rodaje caótico y lleno de accidentes. Pero la ambición de Miller, que insufla un energético y trepidante estilo a la película, y la ayuda de una gran banda sonora de Brian May (nada que ver con el guitarrista de Queen), la convirtieron en una auténtica épica. El impulso definitivo le llegó cuando la distribuidora americana experta en exploitation y cine de serie B AIP la estrenó en Estados Unidos con gran éxito, después de doblarla al inglés americano. Y de ahí al éxito internacional.
Mad Max no fue concebida como el origen de una trilogía ni nada por el estilo, pero se presentaban en ella elementos que luego fueron desarrollándose en las dos siguientes entregas, lo que les da cierta unidad temática a las tres películas aunque se pueden ver de forma independiente. Una de estas temáticas es la forma en que evolucionará la representación del futuro. En Mad Max se nos presenta una sociedad que está en proceso de desintegración. Excepto los automóviles, todo lo demás está decayendo.
Otro aspecto que se desarrolla a lo largo de estas tres películas es la conversión de Max en un antihéroe y su evolución. Aquí vemos el origen de todo: el asesinato de su familia y cómo a raíz de ello Max se convierte en un enfurecido vengador. Lo cual resulta significativo teniendo en cuenta que el capitán Fifi (Roger Ward, un habitual de la exploitation australiana) intenta detener la decadencia de la sociedad creando un héroe que sirva de inspiración y quiere que Max sea ese héroe. Sin embargo, lo único que puede crear esta sociedad es un solitario antihéroe.
Mad Max 2: El guerrero de la carretera (Mad Max 2, George Miller, 1981)
En blanco y negro, una imagen reducida, que deja parte de la pantalla vacía, nos muestra cómo llegó el apocalipsis nuclear. Una voz en off nos pone en antecedentes y nos recuerda quién era Max en este mundo, una voz que surge débil del centro de la pantalla. Entonces, el atronador rugido del motor del V8 Interceptor de Max nos rodea en potente Dolby Surround mientras la pantalla se llena completamente con la imagen de Max al volante atacado por una serie de vándalos de carretera.
Este uso de imagen y sonido es solo el aperitivo de lo que nos espera en Mad Max 2, un clásico del cine que se convirtió en la rara secuela que consiguió superar en calidad y estilo a su predecesora. De hecho, en Estados Unidos se estrenó simplemente como The Road Warrior, sin mención alguna a la anterior película. Solo se me ocurre El padrino. Parte II (The Godfather: Part II, Francis Ford Coppola, 1974) como caso semejante de continuación que supera de largo los logros de su predecesora.
La película nos ofrece grandes secuencias que son perfectos ejemplos de lo que Alfred Hitchcock llamaba “puro cine”: usar las imágenes para contar una historia y no los diálogos. En largos segmentos de la película no se emplean diálogos o se emplean de forma mínima, dejando que otra fantástica banda sonora de Brian May sirva de único acompañamiento a las imágenes que vemos en pantalla. Un estilo que permite explotar al máximo la acción, la tensión y la espectacularidad de una historia bastante sencilla: un grupo de “salvajes de autopista” pretende hacerse con el combustible que custodia un grupo de supervivientes a los que Max ofrecerá sus servicios a cambio de combustible para su coche.
De nuevo, la influencia del western se hace evidente en una historia que permite a Miller crear absorbentes y fantásticas secuencias de acción. Por otro lado, al contar con un presupuesto más holgado, le resultó más fácil crear un mundo post-apocalíptico surgido de las cenizas del mundo en proceso de desintegración de la primera entrega. También se produce una evolución en el personaje principal, Max es representado como uno de los misteriosos vaqueros vagabundos que Clint Eastwood interpretó en diversas películas y particularmente en la trilogía del dólar de Sergio Leone.
Pero no solo del western bebe Miller. En Mad Max 2 se notan influencias de diversos géneros. Tenemos, obviamente, la ciencia ficción que nos sirve para enmarcar el mundo en el que se mueve Max, y también algunos toques del cine de terror, en especial representados por el memorable villano Lord Humungus, un hombre musculoso que cubre su cara imaginamos muy deforme con una máscara de hockey.
Miller convierte en arte la acción, atrapando al espectador y sumergiéndolo en un mundo cruel y salvaje pero también increíblemente excitante. Siendo el último tercio de la película el momento en que el arte de Miller llega a su punto álgido, con su increíble persecución de casi 20 minutos en los que casan a la perfección la dirección, el montaje y la música. No es de extrañar que, de las tres, esta sea la que más influencia e impacto ha tenido, casi de manera inmediata. Por ejemplo, al año siguiente de estrenarse esta película, Jason Voorhees llevó por primera vez su ahora famosa máscara de hockey en Viernes 13, parte III (Friday the 13th Part III, Steve Miner, 1982).
Mad Max 2 es un clásico del cine por derecho propio, una obra maestra del cine de acción que sigue siendo tan vigente hoy como cuando se estrenó en 1981. De las tres ha sido la más influyente, y parece ser que Mad Max: Fury Road, por lo que se ha visto, seguirá el estilo de esta entrega en concreto.
Mad Max: Más allá de la cúpula del trueno (Mad Max Beyond Thunderdrome, George Miller, George Ogilvie, 1985)
La tercera entrega de la serie es normalmente considerada la más floja. Warner decidió que esta entrega tuviera un público más amplio y exigió que tuviera una calificación que la hiciera apta para mayores de 13 años (porque es una maniobra que siempre ha funcionado, ¿verdad?). De modo que eso ya la hace automáticamente menos intensa y salvaje que las dos anteriores. Y al asunto de la clasificación se le añadía al hecho de que venía después de una de las mejores películas de acción de la historia. En definitiva, Mad Max: Más allá de la cúpula del trueno tenía todas la de perder.
La película fue dirigida entre George Miller y George Ogilvie, los cuales habían trabajo juntos en una miniserie. Disfrutaron tanto la experiencia que decidieron repetir, repartiéndose el trabajo de modo que se explotara los puntos fuertes de cada uno: Miller se centraría en la acción y Ogilvie en el trabajo con los actores.
Tal vez fue la influencia de Ogilvie, o la presión del estudio para hacer una película más accesible, pero el hecho definitivo que indica que esta es la más floja de las tres es que es la única que claramente se nota cuándo fue hecha. Se nota que esta es una película de los 80. No solo por la banda sonora de Vangelis (cómo se hecha de menos al bueno de Brian May) y las canciones que interpreta Tina Turner, la cual también tiene un papel en la película, sino por el estilo y diseño del film (especialmente la melena cardada con la que aparece Mel Gibson al principio).
La historia, que convierte a Max en el guía de un grupo de niños supervivientes de un accidente de avión producido en el momento del Apocalipsis nuclear, tiene una primera mitad bastante interesante, en la cual tiene su aparición la cúpula del trueno del título, pero el consenso dice que luego se desinfla, cuando aparecen los niños y se transforma en una cinta de aventuras más típica. Resultado final: un mediocre Mad Max.
Bien, ahora voy a hacer algo que normalmente no se hace en este tipo de artículos: voy a ser honesto y decir que lo siguiente es simplemente mi opinión, mis conjeturas y no estoy para nada convencido de que la realidad apoye mis teorías. Veréis, en orden de escribir este artículo una de las cosas que hice con gran placer fue ver otra vez las tres películas. Y tras pasarlo orgásmicamente bien con Mad Max 2 puse con cierta prevención el disco Blu-ray de la tercera entrega en el reproductor, porque la última vez que había visto Mad Max: Más allá de la cúpula del trueno no había disfrutado mucho (supongo que porque la había visto justo después de Mad Max 2, de la misma manera que iba a hacer ahora). Pero lo cierto es que no fue una experiencia tan negativa. Me mentalicé para disfrutarla simplemente como una cinta de acción, sin tener en cuenta el soberbio precedente, y eso me permitió disfrutarla un poco más.
Mientras veía la película me vino a la cabeza el audiocomentario que hizo Francis Ford Coppola para El padrino. Parte III (The Godfather: Part III, 1990), otra tercera entrega que resultó una decepción tras una soberbia segunda parte. En ese comentario Coppola justifica la fría recepción de Parte III en el hecho de que la gente disfrutaba viendo a Michael Corleone saliéndose con la suya y acabando con sus enemigos y esta tercera parte trataba sobre la decadencia y el fin del personaje, algo que el público no quería ver.
No sé hasta que punto es acertado ese análisis para El padrino. Parte III (película que no tengo inconveniente en reivindicar), pero nos resulta bastante útil en el caso del tercer Mad Max. Como indiqué anteriormente, en las tres películas hay una evolución del protagonista y el mundo en que se mueve aunque las tres se puedan ver de forma independiente. En la primera nos muestra la sociedad al borde del colapso, en la segunda la sociedad después del colapso y en esta tercera se nos muestra cómo la sociedad se recupera, poco a poco surge de las cenizas. Y por ello el tono de la película es bastante diferente de las anteriores, más ligero y optimista, mira con esperanza hacia el futuro. Por tanto, este cambio de perspectiva posiblemente no gustó a aquellos (el autor de este artículo incluido) que lo que querían era explorar más el mundo salvaje que ofrecía Mad Max 2.
Por otro lado, se culmina el proceso de convertir a Mad Max en un héroe de leyenda como esos vaqueros errantes que llegaban a pueblos polvorientos. Cuando Max está a punto de entrar en la cúpula del trueno se le anuncia como “El hombre sin nombre”, un guiño a las películas de Sergio Leone. También se ha de mencionar que de nuevo aparece en el film el actor Bruce Spence, que interpreta un personaje diferente al que interpreta en Mad Max 2, de la misma manera que Hugh Keays-Byrne, el memorable villano de la primera Mad Max, aparece en Mad Max: Fury Road interpretando a otro personaje completamente distinto.
BONUS TRACK 1: Spaghetti Max
Desde el primer momento, el éxito de las películas de Miller hizo que fueran tremendamente influyentes y tuvieran un gran impacto en la cultura pop. Una influencia que llega hasta nuestros días, donde incluso en Bob Esponja: Un héroe fuera del agua (The SpongeBob Movie: Sponge Out of Water, Paul Tibbitt, 2015) se hace un guiño a Mad Max 2. Y en la versión musical de la genial Escuela de jóvenes asesinos (Heathers, Michael Lehmann, 1988), Heaters: The Musical, podemos oír en la canción que abre el espectáculo: Esto no es un instituto/Es la cúpula del trueno.
Como ya he dicho, la que causó un mayor impacto cultural fue Mad Max 2. Su aparición inspiró desde una obra maestra del cómic como Hombre de Antonio Segura y José Ortiz hasta cutres videojuegos como Outlander, en el que el protagonista transcurre por una carretera interminable en la que es atacado por motoristas muy parecidos a los villanos de Mad Max 2. Tom Hardy interpreta al malvado Bane de El caballero oscuro: La leyenda renace (The Dark Knight Rises, Christopher Nolan, 2012) de manera que recuerda bastante a Lord Humungus (lo cual resulta bastante curioso teniendo en cuenta que Hardy es el nuevo Mad Max). Y también hemos de recordar las imitaciones baratas filmadas en su momento como Ruedas de fuego (Wheels of Fire, 1985), “dirigida” por el genial torpe Cirio H. Santiago, o Survival Zone (Percival Rubens, 1983).
Pero no se puede realmente decir que una película ha tenido impacto cultural si no se rodaron en su momento al menos un par de imitaciones italianas. Y en el caso de Mad Max 2, no fueron pocas. Así, si uno acababa de ver Mad Max 2 y tenía ganas de más acción post-apocalíptica, en el videoclub era posible encontrar que alquilara películas como El guerrero del mundo perdido (Warrior of the Lost World, David Worth, 1983) o 2020 Los Rangers de Texas (Anno 2020 – I gladiatori del futuro, Joe D’Amato, George Eastman, 1982). De entre las imitaciones italianas de la época destacan dos títulos en particular que recomiendo: El exterminador de la carretera (Il giustiziere della strada, Giuliano Carnimeo, 1983) y Los nuevos bárbaros (I nuovi barbari, Enzo G. Castellari, 1983). De Castellari también me permito recomendar dos títulos que mezclan elementos de Mad Max, 1997: Rescate en Nueva York (Escape from New York, John Carpenter, 1981) y Los amos de la noche (The Warriors, Walter Hill, 1979): 1990: Los guerreros del Bronx (1990: I guerrieri del Bronx, 1982) y su superior secuela Fuga del Bronx (Fuga dal Bronx, 1983).
BONUS TRACK 2: Mad Max en casa
A pesar de su calidad y popularidad, las ediciones domésticas de la trilogía original Mad Max no son precisamente una maravilla. En Europa fueron editadas en DVD por Warner, sin ningún extra ni material suplementario, aunque en la edición de Mad Max se indica como extra la inclusión del audio original australiano (¡solo faltaría que no se incluyese el audio original de la película! [aunque muchas películas españolas rodadas en inglés u otros idiomas solo incluyen el doblaje en castellano]). En Estados Unidos, la Metro tenía los derechos de la primera entrega y editó en 2002 una edición especial en DVD con documentales y un audiocomentario (luego editada en Blu-ray por la misma compañía pero solo de zona A en 2010).
Las ediciones en Blu-ray son una gran mejora en cuanto a calidad de imagen y audio, pero no mucho en cuanto extras, aunque la primera edición de las tres películas fue en una caja que imitaba una lata de gasolina. En el Blu-ray de Mad Max vemos que se considera la inclusión del audio original australiano un extra, porque los subtítulos en castellano son en base al audio inglés americano, así que a veces aparecen subtítulos cuando nadie está hablando, entre otras cosas. En el Blu-ray de Mad Max 2 se incluye un audiocomentario de George Miller y el director de fotografía Dean Sembler, además del habitual tráiler. No hay extras, aparte del tráiler, en la edición en Blu-ray de la tercera entrega. Coincidiendo con el estreno de la nueva Mad Max, Shout! Factory ha editado una edición especial de la primera entrega en Estados Unidos con nuevo material más el de la edición especial de la Metro, pero es solo de zona A y solo podréis disfrutar de ella si tenéis un reproductor que sea multizona o acepte discos de zona A. Normalmente, estas ediciones las edita en Europa la británica Arrow Video, pero dudo que se de el caso ya que los derechos de la primera entrega en Europa, como ya he mencionado, son de la Warner.