El mayor terremoto de la historia tiene lugar en California. Ray (Dwayne Johnson), jefe de un equipo de pilotos de rescate, y Emma (Carla Gugino) intentan un peligroso viaje a través de la zona destruida para reunirse con su hija, Blake (Alexandra Daddario).
Desde que el cine de catástrofes regresara a las pantallas a finales de los 90 gracias a los avances en efectos visuales con películas como Twister (Jan de Bont, 1996) o Un pueblo llamado Dante’s Peak (Dante’s Peak, Roger Donaldson, 1997), tras desaparecer al acabar la década que lo había visto nacer: los 70, este género ha ido evolucionando hacia lo que podríamos llamar “pornodestrucción”.
San Andrés (San Andreas, Brad Peyton, 2015) es un perfecto ejemplo de pornodestrucción. Como si se tratara de uno de los filmes de destrucción masiva de Roland Emmerich, San Andrés se lanza a un orgiástico festival de destrucción, regodeándose en la caída de edificios sobre aterradas víctimas, poniendo mil y una dificultades con sádico deleite en el camino de los protagonistas. Y como lo importante son estas escenas espectaculares de destrucción y ruina, las escenas dramáticas que se suceden entre estas secuencias no son más que relleno, el trámite que hay que pasar hasta que el próximo edificio se caiga. Igual que en una película porno, los realizadores saben que el espectador está ahí para ver edificios caer y a Dwayne “The Rock” Johnson haciendo de Dwayne “The Rock” Johnson, así que ni hacen el esfuerzo de intentar crear unos personajes tridimensionales o un arco dramático interesante.
Eso explica que esta película sea casi agresivamente mediocre y predecible. Todos y cada uno de los tópicos habituales en este tipo de películas están presentes sin ni siquiera hacer el esfuerzo de disfrazarlos o darles un nuevo aire. Paul Giamatti es el típico profesor que avisa de que esto va a pasar pero nadie hace caso hasta que es demasiado tarde; Ioan Gruffudd es el presente novio de la ex mujer del protagonista que va a demostrar ser un cobarde y acabar de forma horrible; por supuesto, la pareja protagonista que encarna Johnson y Gugino que al principio de la película está al borde del divorcio se une cuando todo va mal; y el protagonista tiene un trauma pasado que la presente desgracia ayudará a superar.
Cada actor encarna perfectamente el tópico que se le exige interpretar. Lo único que chirría en el conjunto es la decisión de contratar a las quemaretinas Carla Gugino y Alexandra Daddario como madre e hija cuando parecen más bien hermanas.
Pero el principal fallo de la película es que subestima la espectacularidad de sus efectos especiales. Cuando el desarrollo es predecible y rutinario y los personajes no tienen ninguna personalidad, implicarse en la película es poco más que imposible. Y cuando el espectador no se implica en la película, no importa lo espectacular que sea el megaterremoto que se desarrolla ante sus ojos, que no le causará ningún impacto.
A no ser que uno sea un fetichista de la pornodestrucción, San Andrés es un film aburrido, sin importar su espectacularidad. Ni todo el muscular carisma de Dwayne Jonson ni la belleza de Gugino y Daddario pueden salvar este desastre.
Estreno en las salas españolas el 26 de junio.