Mezclar géneros puede dar de sí interesantes resultados cinematográficos. En otras ocasiones el resultado es Siberia (Matthew Ross, 2018), la nueva película de Keanu Reeves.
Lucas Hill (Keanu Reeves) se dedica a traficar con diamantes. Viaja a Rusia con el objetivo de cerrar un negocio pero cuando llega a San Petersburgo su socio ha desaparecido, poniéndole en una situación complicada. Mientras intenta localizar a su compañero, conoce a Katya (Ana Ularu), con la que inicia un romance.
Siberia cuenta con un guion a cargo de Scott B. Smith, que alcanzó notoriedad con los guiones de Un plan sencillo (A Simple Plan, Sam Raimi, 1998) y Las ruinas (The Ruins, Carter Smith, 2008), adaptaciones de sus propias novelas. Tras Las ruinas, Smith se sumergió en un largo silencio, siendo este el primer guion suyo que se ha producido en diez años. Tal vez durante todo este tiempo ha perdido algo de práctica, o tal vez Matthew Ross no era el director adecuado para trasladar el material a la pantalla. Sea una cosa o la otra, lo cierto es que este es un film que sabe a poco.
Este título mezcla thriller y romance, sin que ninguno de los dos géneros se desarrolle satisfactoriamente. A la parte romántica le falta pasión y la pareja no evoluciona de forma creíble, su historia se desarrolla sin peso emocional, de modo que la conclusión no tiene el impacto deseado por los cineastas. La parte relacionada con el thriller tiene los mismos problemas, con un desarrollo cargado de carencias, sin una amenaza clara. Ross es incapaz de crear tensión y suspense, razones por las que el final carece de emoción.
Si detrás de Siberia estuviese un director más hábil o si hubiese contado con un guion más sólido, podría haber sido una película mucho más interesante. O por lo menos entretenida. En cambio, tenemos un título frío y poco interesante que deja insatisfecho al espectador.
Estreno en las salas españolas el 20 de julio