Corriente sanguínea

Corriente sanguínea – IV

De: Catherine Tramell
Para: Travis Bickle
Asunto: No sé nada de ti y no importa

Mensaje:

Corriente sanguínea – IV

Ningún sol calienta como el abrazo de tu mirada. Ningún astro brilla en la oscuridad con la fuerza que lo hacen tus pupilas. Imagino mi reflejo habitando en tus ojos y me gusta tanto que me emborracho de lujuria ¿Se puede desear con tanta fuerza? Hace cuatro días no hubiera concebido un sentimiento así.

Tu aliento me abriga. Tus palabras se cuelan por el tuétano de mis sueños, dónde vivimos desnudos hasta lo insoportable. El viento de tus deseos levanta la arena de mis orgasmos y nos reboza como a niños que juegan en la playa una tarde de estío. La humedad de nuestra piel se vuelve río cuando nos amamos a oscuras, porque lo hacemos, sí. Los dos lo estamos haciendo.

Te acercas a mí como un fantasma bondadoso que sopla palabras bonitas al oído, pero se desvanece al instante dejándome desamparada. Así es cómo te siento. Sin rostro, sin cuerpo, sin historia. Sólo un alma juguetona y los impulsos.

Me imagino a mí misma como si fuera un hombre que mete su polla erecta en un “Glory Hole”, sólo para sentir, sólo para imaginar, sólo para perderme en el placer.
Tu presencia invisible me vuelve loca de atar, y me follaría una pared si supiera que al otro lado estás tú. Sueño con el día en que sentiré tus dedos recorriendo mi espalda, agarrándome las nalgas, revolucionando mi cuerpo. Abriéndome, cerrándome, girándome, azotándome. Sueño con el día en que verteré mis besos sobre tu cuerpo. Y seré la cocinera que empleará los ingredientes secretos que despierten tus sentidos. Amasaré tu piel, me enrollaré en ti, saborearé cada microsegundo de los besos que nos demos. Y guardaré en mi memoria el sabor de tu saliva, de tu sudor y de tu esperma.

No. Aquí no hay espacio para la racionalidad. Se trata de dejarse llevar, de guiarse por la intuición. Tal vez sea algo triste, incluso trágico. Pero no se puede negar que empezar a amarse así, a tientas, es un divino veneno adictivo.

***

Antes de enviar el mail, me aseguré de anexar bien la foto que acompañaba a mi declaración de amor.

Concebir la idea había ido rápido. Atrezzo encarnado más chica desnuda, para mi mente perturbada era como sumar uno y uno. Enseguida me vino la imagen mental de la joven Marylin Monroe sobre terciopelo rojo. Y el recuerdo de Mena Suvari sobre un lecho de rosas, acabó de perfilar mi ensoñación.

Pasé horas recortando la ropa ensangrentada, dando forma de corazón a los retales desgarrados. Finalmente conseguí transformar las prendas que llevaba en el momento del resbalón y convertirlas en corazones recortados que cayeron sobre mí como una lluvia de pétalos, mientras la cámara automática disparaba desde el trípode.

Tanta preparación convirtió la sesión de auto-fotos en la más embelesadora que había tenido en la vida, y el resultado no fue para menos. Realmente mi imagen desnuda brillaba como una estrella de cine sobre la seda roja y los corazones de sangre cubrían lo justo para exhibir mi esencia a aquel desconocido que se había convertido en mi pareja “ideal” de juegos.

A estas alturas los dos sabíamos que una energía especial nos unía. Los mensajes eran la excusa para ir avanzando tramos. Porque ya no necesitábamos las palabras para comunicarnos. Ni siquiera las miradas. Era un sentimiento común, una sintonía telepática. Tanto Travis como yo, descendíamos juntos la misma escalera hacia el infierno.

Por eso no me sorprendió su rápida respuesta.

Para: Catherine Tramell
Asunto: Un premio para la Reina de corazones
Mensaje:

No puedo esperar ni un minuto más sin mojar mis dedos en tus jugos. Se acabó el anonimato. Nos encontraremos mañana en el cine.

Reina de los corazones, te has ganado el mío y mañana podrás recoger tu premio.

Travis

Escrito por: La Taquillera
© Ilustración: Bouman