Entrevista con el incansable Joan Ripollès Iranzo responsable del programa de radio La canço de la fi del món, guionista de películas, series y documentales, escritor de la novela Quemar el cielo y recientemente ha participado en el libro coral Live is life; también propulsor de muestras de cine Zombi y Apocalíptico clasificado Z. Charlamos de su modus operandi, de exorcismos personales y de nuevas lecturas, entre otros.
Escritor, crítico, ensayista, guionista de Cine, TV y Radio… ¿escondes algún talento que tus lectores todavía no conozcamos?
Talento ninguno. Uno aspira a hacer lo que quiere, pero en la pendiente del embudo acabas por hacer lo que puedes y te dejan. Me dedico sencillamente a escribir y luego ponle las etiquetas que quieras. Ahora hago radio y escribo en El Butano Popular para sacar el veneno, pero si tuviera la más mínima noción de música, montaría una banda punk y mearía sangre en el escenario.
En Quemar el cielo, los juegos sexuales de una pareja de adolescentes, Luna y Salva, seducen al propietario de un hotel. Describes con gran erotismo el interés sexual del maduro hotelero por los jóvenes. Está claro que en la literatura de ficción no hay límites infranqueables, pero… ¿Opinas lo mismo de la vida real? ¿En qué te has inspirado para escribir la novela?
Quemar el cielo tiene bastante de purga o exorcismo. Hay elementos entresacados de la “realidad” que he vivido, pero se trata evidentemente de una fabulación que lo mismo bebe de una película que de determinadas novelas de huida y encierro. La ficción y la imaginación deberían ser enteramente libres, pero dentro de eso que llamamos realidad, los miramientos son otros porque no se puede andar por ahí imponiendo tu voluntad al prójimo. Existen derechos y deberes, no vas a abusar de nadie contra su voluntad para hacerte un mundo a medida, como hacen los mandamases de esta Europa podrida. Pero no hay que confundir eso con segar libertades y negar evidencias, porque en este universo apple, tan blanquito y profiláctico, quieren hacernos creer que ni los yayos ni los chavales follan, que los animales son nuestros iguales, que las mujeres y los menores siempre son las víctimas de los conflictos, y una larga lista de simplezas que los medios nos regalan a cada rato a cambio de apadrinar un huérfano, una señora o una cabra.
En Live is life participas con un texto que sorprende por flamenco. Transmites esa alegría en el alma que da el cante y el baile. Lo clavas. ¿Crees que se debería escribir más sobre música o al contrario, es un campo que ya está muy trillado con autores que rellenan sus obras con referencias musicales?
Que cada uno escriba lo que le apetezca y que lo publique, siempre y cuando tenga voz y algo que decir. Live is life es un libro atípico, en el que cada autor elegía una foto sobre la que decir algo nuevo. A mí me tira mucho la rumba catalana, que debe de ser el único estilo musical con enjundia creado en Cataluña que ha calado internacionalmente, y tuvieron que parirlo los gitanos porque son los únicos que tienen sangre en las venas en este corral de capones. Intenté meterme en el pellejo del palmero de Peret, capaz de levantar una platea entera con el reclamo puro y duro de sus manos. Claro que, a lo mejor, lo lee y me tira el libro a la cabeza… Hay una serie de referentes musicales a los que termino siempre por volver: Discépolo, Dylan, Serrat, Rubén Blades, Morricone…, a los que considero enormes narradores. No me parecería sano escribir únicamente influido por las letras. La música, el cine, la pintura, el cómic…, llevan un siglo alumbrando textos muy poderosos, pero habría que distinguir esencia e inspiración de la mera repetición. ¿Para qué vas a repetir sobre el papel lo que el músico expresa con su arte? Repetir por repetir es de esclavos y de tontos.
Como escritor tienes alguna rutina o costumbre curiosa ¿Alguna manía?
Me temo que no, salvo no poner música con voz mientras tecleo, para no despistarme. Aunque, en fases avanzadas de escritura, cuando vas a piñón, casi nada consigue apartarte de la pantalla. Lo demás son métodos habituales.
¿Cómo ves el panorama literario actual?
Dice un buen amigo que yo ya nací viejo. Como en esa canción de Los Planetas, nunca me entero de nada. Antes frecuentaba las librerías y me hacía a la idea de lo que se cocía. Hoy no. Aún así, por lo que me cuentan algunos compañeros, parece que, en líneas generales, las letras bullen bastante más y mejor en Latinoamérica que en nuestros aledaños, porque allí, además de sangre en las venas, tienen el coraje y el decoro de tener una crítica contrastada e independiente que sirve de cedazo. Tampoco hay que visitar a diario las librerías para darse cuenta de que hay demasiadas novedades, poco criterio editorial y una insulatnte rapidez en el cambio de baldas y escaparates. Y encima te hartas de oír esa idea tan mezquina, según la cual, es mejor que el populacho lea el éxito de ventas del momento a que no lea nada, dando por supuesto que leer es bueno por naturaleza. Pues mire usted, me parece mucho más sano que un parado se esté tocando los cojones en el parque a que lea, sin criterio alguno, las putas sombras de Grey o el Mi lucha de Hitler.
¿Estás al corriente de las nuevas generaciones, nos recomendarías alguna lectura?
Me acabo de delatar en la última respuesta, además de viejo, cascarrabias. Siento amor y admiración por las novelas de Javier Pérez Andújar, que tiene la sana virtud de escribir mirándonos a los ojos y hablar de una Barcelona a contrapelo de los publireportajes oficiales. Los pocos libros de autores más o menos jóvenes que he ido leyendo no me han cautivado hasta el punto de seguirles la pista. Soy lento y caótico en mis lecturas y tengo etapas de todo. La otra noche leí un librito de microrrelatos eróticos titulado Pop Porn, de una escritora colombiana que se llama María Paz Ruiz, en el que vale la pena sumergirse por su venérea humedad y contagiosa mala baba. Y fíjate que en México lo va a reeditar, entre otros, la universidad veracruzana.
Podremos leer pronto alguna novela tuya nueva, ¿algo entre manos que nos puedas contar?
Estoy dejando reposar una novela en la que, antes de empezar, me prometí que no metería nada de sexo, y casi lo he conseguido. Pero tanto ese texto como otros relatos que tengo por ahí guardados no tienen, de momento, editor a la vista.