Relatos

Alhaja 32/50

En algún lugar de las favelas de Rocinha, en Río de Janeiro, busca una puerta vieja con una cortina de plástico gris y roja. Aparta la cortina y verás una campanilla con un cordel. Hazla sonar. Al acabar el leve tintineo una voz tartamuda te ordenará que entres. Abre la puerta.

Alhaja 32/50

Al entrar, descubrirás un estrecho patio de luces que se alarga sobre tu cabeza varias plantas hasta llegar a un techo de fibra de vidrio. La puerta se cerrará de golpe. La luz entrará por el techo dando un color verdoso y proyectará en el suelo de tierra las sombras de los tendederos, como si fuera una enorme telaraña. Al fondo, verás una anciana con una larga trenza canosa sentada en una mecedora cosiendo el botón de una camisa. Al verte, te hará una reverencia con la cabeza, correspóndela con otra. La anciana se levantará, te mostrará un quipu colgado de la pared y te invitará a acercarte. Cuando tu mano coja el primer nudo irás a contrarreloj. Ya no verás ropa colgada de los tendederos; sino gente ahorcada, agonizante y desangrándose en las alturas. Tendrás que contar la historia que hay en el quipu mientras te empapas de la sangre de los cuerpos, pero cuidado, la sangre lleva un potente veneno. Si fallas con la historia del quipu, la anciana te amordazará con su trenza. Te hará tragar pelo hasta asfixiarte y finalmente te colgará como al resto. Si aciertas, la anciana sorprendida, se pinchará con la aguja y se irá dejando sus utensilios en la mecedora. Recógelos y vete. Enhorabuena, eres libre.

Ese es el objeto 32 de 50, Ñak’arix. Controlarás a quién quieras enhebrando su voluntad a la tuya y colocándola en el alhaja. ¿Cuánto veneno podrás soportar?

Recuerda, no has de hablar con nadie, no se lo digas a nadie o tus cuerdas vocales se fundirán en lava antes de pronunciar palabra.

©Ilustración: Erio Gallart