Relatos

Amor zombi

Julia se sube al caballo del amor y lo espolea con todas sus fuerzas. Las relaciones nunca se le han dado demasiado bien así que cuando por fin cree haber conocido al amor de su vida se arroja a un abismo de dulce incertidumbre, besos sin fin y miradas capaces de incendiar un decorado del lejano oeste.

Amor zombi

Julia trabaja de extra en una película de zombis. La verdad es que el gore nunca le ha gustado pero en el grupo de actores maquillados con tajos del tamaño de un plátano y desprendimientos en la piel, ha encontrado a un chico interesante, ¿quién le iba a decir que en el lado más oscuro de la muerte encontraría uno de los mejores regalos que le otorga la vida?

Las contradicciones no siempre van acompañadas de malas noticias. El misterio de la vida se aloja en los extras de una película de serie B.

Julia interpreta a uno de los miembros de la resistencia. Jan, su actual pareja, hace de cura zombi. Durante los cinco primeros minutos de la cinta puede demostrar sus dotes de actor, justo antes de que una horda de muertos vivientes reviente la puerta de la iglesia y se lo coman junto a un grupo de feligreses que buscan la salvación en la palabra de Dios.

En una película Dios es un guionista mal pagado bajo la supervisión de un productor en muchos casos, sobrevalorado. Así que habrá que centrarse en las decisiones de un millonario rodeado de jovencitas que harían cualquier cosa por aparecer en pantalla. La genuflexión a modo de súplica adopta formas realmente sugerentes en pro de un deseo ligado a las aspiraciones de cualquier muchacha de cuerpo escultural y talento más bien escaso.

Julia sale cada día del rodaje junto a su novio. Jan ve a su actual compañera como una distracción más de pasar el rato. Ella trata de cogerle de la mano cada día cuando atraviesan la puerta de los estudios pero sus intentos quedan en nada cuando él se pone las manos en los bolsillos o bien se enciende un cigarrillo. El amor por parte de ella es tan fuerte que no le importa ser rechazada mientras sigan los besos en el asiento trasero de su Ford Fiesta. Cada sábado por la noche desde hace varias semanas los besos indiscriminados y el sexo sin contemplaciones tienen lugar en el interior de su pequeño utilitario con la pintura desconchada.

Por una vez en su vida Julia cree que es feliz. Los mejores momentos de su vida acontecen rodeada de chatarra de segunda mano.

Pero el tiempo va pasando y quedan pocos días de rodaje. Jan comienza a estar cansado de Julia, cada vez se distancia más. Ya no salen juntos cada día del trabajo. Ella ve este distanciamiento como una fase más en su relación. El segundo día que salieron él le dijo entre beso y beso que de vez en cuando le gustaba ir a su aire, mantener un poco las distancias. Pero Julia no sospechaba lo inevitable. Lo que realmente deseaba su novio era construir un muro a prueba de holocaustos situado justo en medio de ellos dos.

Así que mientras Julia piensa que mejores tiempos vendrán, Jan le está tirando la caña a una compañera de rodaje: otra zombi, otra devoradora de hombres.
Rosa se gana la vida en pequeñas apariciones en filmes de bajo presupuesto, como camarera ocasional o en sustituciones en centros de rehabilitación para adictos a la heroína. El abismo que existe entre ellos dos cada vez se hace más estrecho. Y mientras Julia se maquilla con suciedad y se viste con la ropa rota y sucia para escenificar su personaje, Jan y Rosa se pegan el lote detrás de la caravana del director. Cada día, en todos los descansos.

Dos zombis comiéndose la boca escondidos en su propio flirteo ocasional. Nada es lo que parece.

Casi todos los miembros del equipo de filmación se dan cuenta de los flirteos que tienen lugar en el ámbito de trabajo. Pero nadie dice nada. Muchos de los compañeros de Julia sienten compasión por ella y la miran con una expresión de pesadumbre que pronto despiertan la alarma de la joven figurante.

-¿Hay algo malo en mi? –Se pregunta mientras se calza unas botas camperas con demasiados rasguños.

Cuando terminan de maquillarla, en un arrebato de incomprensión se dirige hacia la caravana de su presunto novio. Necesita hablar con él. Quizá unas palabras de consuelo la dejen más aliviada. El desconcierto le golpea las sienes como un enano picando piedra en una mina. Pero a mitad del camino se detiene, todas sus preguntas obtienen respuesta de inmediato. Las palabras no son necesarias ante la imagen que se precipita ante ella, como una horda de zombis hambrientos que, inesperadamente salen por una puerta y se alimentan de tu cuerpo mientras no puedes hacer nada salvo gritar. Jan y Rosa sigue con lo suyo sin enterarse de nada.
Julia sale corriendo del escenario. Las lágrimas corren desesperadamente por sus mejillas como un último superviviente de una película de terror de bajo presupuesto. La vida es dura con ella. Nunca nadie ni nada la ha dejado ser feliz.

Con un puño en el aire y el rímel corrido a modo de pintura de guerra se dice a sí misma: “Es hora de hacer algo.

Durante la última escena de la película los zombis salen por todas partes y los últimos supervivientes luchan por conservar la vida. A Julia le toca salir en la última escena, los zombis van a encargarse de que no pueda subirse al helicóptero que la llevará al último reducto de humanos que queda en el planeta. Salen muertos vivientes por todas partes. El pequeño grupo de humanos lucha con todas sus fuerzas para poder salir con vida. Julia tiene un bate de béisbol en las manos y ve como Jan se acerca vestido de cura y con la cara totalmente desfigurada por el látex líquido, la cinta microporo y el polvo translúcido. Su cara es una anti expresión con la mirada vacía y los dientes rechinando una verdadera pasión por la carne humana. La verdad es que el chico no lo hace mal.

Cuando Julia era una niña siempre soñaba con ser actriz. Actuar en las mejores películas y acudir como invitada a los premios de la Academia. La idea de interpretar el papel de su vida la atosigaba en todo momento, pero con el paso del tiempo vio que solo la aceptaban en papeles como figurante en las que si tenía suerte podía soltar alguna frase.

Julia ve una ocasión clara de poder sacar toda su furia en el papel y golpea con todas sus fuerzas a Jan en la cabeza, sale un chorro de sangre mientras cae al suelo y los demás zombis se quedan quietos.

-¡Ha habido un cambio de última hora en el guión y nos no han avisado!.-ruge uno de los figurantes.

Julia golpea repetidas veces la cabeza dejándolo totalmente desfigurado. Su cara es ahora un amasijo de sangre y carne entumecida. Ningún maquillador sería capaz de ser tan realista. La sangre se extiende por el suelo como una mancha tóxica avanzando por un grafico del mundo en una película de infectados.
No hay salvación para la raza humana.

Julia se siente realizada, tanto personalmente como en el ámbito profesional. Lástima que los policías la traten tan bruscamente. De lo contrario hubiera sido una mañana perfecta. El arrepentimiento no aparece por ninguna parte. Como un zombi satisfecho después de devorar el contenido de un autobús escolar, Julia esboza una sonrisa del tamaño de un brazo amputado.

Relato escrito por: Ricard Millàs
© Fotografía: rodolpho.reis