Relatos

Esta noche te preparo un baño

Abro el grifo del agua caliente y echo mi jabón favorito, el que hace pompas perfumadas ¿Sabes? Sus burbujas me recuerdan a ti, porque estallan ante mi nariz y desaparecen, igual que tú, amigo misterioso. Eres como un puzzle. Te entregas a cachitos que tengo que ir montando. Así es como me llegas y así es como te quiero.

Esta noche te preparo un baño

El agua huele a eucalipto, me gusta su frescor. Me recuerda a los bosques de la infancia. Tierra húmeda, anorak rojo y pantalones de pana. Pero ya no soy la niña que tiene un mundo por descubrir. Ahora el viaje va en otro sentido, y ante el espejo empañado, deslizo la maquinilla de afeitar y retiro el vello que entorpece el dibujo de una idea depurada. Sólo la parte exterior de las ingles, el resto me gusta conservarlo poblado, convertir mi sexo en un lugar en el que un guardabosques pueda sentirse a gusto, y desee cuidarlo. Un espacio habitado, porque la infancia lampiña hace mucho tiempo que quedó atrás.

Me sumerjo en el agua y aguanto la respiración mientras espero tu llegada. Los mantos de espuma son perfectos para arrancar la excitación de su escondite. Emerjo entre la espuma y cojo aire en una fuerte bocanada. Recupero el oxígeno, vuelvo a respirar. Mis tetas flotan como dos peces brillantes. Lucen coronadas por dos fresas de pastel de cumpleaños que tu boca anda mordisqueando.

Ya estás aquí, ya has llegado y ya me estás comiendo.

Tu presencia asesina me produce terror y excitación. Te observo inclinado sobre la bañera, succionando mis pechos dulces de dama solitaria, con tu ropa manchada y todo el cuerpo oliendo a crimen. Tu presencia arrodillada me conmueve y te acaricio el pelo.

Has dejado las armas afiladas en el comedor, pero aún vas empapado de sangre. Me vuelves loca, me pones a cien ¡A mil! Te arranco la ropa y te meto en el agua que tiñes de fruta granada. Colores de otoño. La sangre de tus víctimas se mezcla con la espuma. La bañera es pequeña y parecemos incrustados en un helado de fresa y nata. Si fuéramos discípulos de Baco, estaríamos bañándonos en vino, pero no es Dioniso quien nos embriaga. No es el fruto de la vid lo que flota en nuestro baño, son trozos de cadáver descuartizado, sangre humana que despierta la libido agazapada.

Y te frotaré la espalda y chapotearemos en este baño de rosas rojas ¡Oh, mi amado homicida! Masticaremos esbozos de tus víctimas, descubriremos la textura de sus órganos, disfrutaremos la viveza de sus fluidos que tiñen la espuma. Soñaré tus puñaladas de papel, tu correspondencia amputada y tu nicho de diecisiete pulgadas.

Después, nos sentaremos ante el piano, desnudos. Y tus dedos lo harán chillar como un cerdo degollado. Y yo, con tus notas angustiadas, haré un poema.

Porque el tiempo que dura un baño de lánguidas caricias es el que tardo en ser consciente de mi cuerpo, exageradamente relajado. Supongo que debe ser algo bueno para el sexo anal. Los músculos flexibles, las entrañas elásticas. Pero mi intuición me dice que se trata de algo peor. Entonces, un recuerdo me devuelve la conciencia de un cementerio. Fue una noche de luna abominable en la que las plañideras acompañaron mi féretro.

Atraviesas mis ojos con tu mirada. Eres un espejismo y te amo. Sí, te amo con la desesperación que envuelve lo efímero. Siente mi entrega, mi desazón, el terror por la pérdida de todas las cosas que aún no han comenzado. El fin ya estaba escrito en tu amable bienvenida. Vi la cola del diablo bajo tu disfraz de obispo. Y ahora el recuerdo es nítido y son tus manos las que aprietan mi cuello bajo el agua hasta que dejo de respirar. Porque si soy etérea y gaseosa, si me he convertido en un alma errante, si soy un fantasma, es porque hace tiempo que estoy muerta, y tú fuiste mi asesino.

¡Necesito un segundo más! ¡Dadme un segundo y desapareceré para siempre! Dejadme, dejadme recordar…

Mi vagina en pleno orgasmo minutos antes de saber que ibas a matarme ¡Mi sexo!
Tu polla agitándose en un ano que ya no respiraba ¡Tu sexo!
La pistola que te folló la boca antes de volarte los sesos ¡Nuestro sexo!

Añoro la historia depravada que tuvimos.
Por eso me aparezco en los lavabos de los vivos y te sigo preparando un baño.

Porque el sexo es la luz que me hace olvidar el tiempo que llevo muerta.

© Ilustración: Héctor Jenz