El aliado humano de los Autobots, Cade Yeager (Mark Wahlberg), recibe un amuleto que puede ser la clave para salvar la Tierra de la destrucción. Mientras, la malvada Quintessa (Gemma Chan) ha poseído a Optimus Prime (Peter Cullen), líder de los Autobots, para que ayude a destruir la Tierra para cargar de energía su planeta natal Cybertron.
Muchos recordaréis una escena en la genial Los increíbles (The Incredibles, Brad Bird, 2004) en la que, después de que el pequeño Dash se queje de no poder usar sus poderes, su madre le dice: “todo el mundo es especial”, a lo que Dash responde: “es lo mismo que decir que nadie lo es”. Transformers: El último caballero (Transformers: The Last Knight, Michael Bay, 2017) demuestra cómo de cierta es la réplica de Dash. Michael Bay rueda cada escena como si fuera la más importante de la película. Aplica la misma intensidad a dos personajes hablando en una cocina que a una batalla. Por tanto, al tratar todo con la misma importancia, el resultado es que nada lo es. Por muchos movimientos ondulantes de cámara y planos de diez segundos con que bombardee al espectador, ya nada resulta impactante. De este modo, Bay logra que esta película me dejara completamente indiferente. Ni me hizo reír como en las dos primeras, ni me despertó desprecio y odio como las dos siguientes (Transformers (3), el lado oscuro de la luna y Transformers: La era de la extinción). Simplemente me quedé mirando la pantalla viendo cómo pasaban cosas.
La historia es muy simple y básica, a pesar de todo necesitan dos horas y media para contarla, pero sin hacer nada para que no nos demos cuenta de que es una historia que ya hemos visto un millón de veces antes. Cuando uno se pone a ver una película como Fast & Furious 8 (The Fate of the Furious, F. Gary Gray, 2017), por ejemplo, lo hace sabiendo que al final Dom y su equipo ganarán y derrotarán al villano de turno, lo divertido está en ver cómo lo hacen. En esta película, sin embargo, no ofrece un viaje entretenido hacia la previsible conclusión, simplemente se van sucediendo escenas y se introducen personajes que no vuelven a ser mencionados o son eliminados inmediatamente.
Y no es que no resulte entretenida ni divertida porque no añada toques de humor: lo hace, en abundancia, a veces en medio de una escena dramática destruyendo su intención. Uno de estos toques de humor es un robot tocando música dramática de la banda sonora para darle atmósfera a un monólogo que suelta Anthony Hopkins, un gag que ya usó Mel Brooks en su parodia del cine de Alfred Hitchcock Máxima ansiedad (High Anxiety, 1977). El tono de humor y el constante uso de los equivalentes en inglés de “macho” y “tío” en casi cada línea de diálogo convierten esta película en el cuñado pesado de las películas con robots gigantes. Al parecer los guionistas no son conscientes de la diferencia entre hacer algo que pueda disfrutar el público infantil y hacer algo que es infantil.
Por cierto, ahora resulta que en Estados Unidos miran páginas chinas en Internet, supongo que para justificar la inversión china en el film.
En Estados Unidos hubo un embargo para publicar críticas de la película hasta cuatro horas antes de su estreno, pero si una persona ha visto las anteriores y le han gustado, irá a verla independientemente de lo que diga la crítica. Si no perteneces a este grupo, hay un montón de opciones mucho más interesantes y divertidas en la cartelera ahora mismo.
Estreno en las salas españolas el 4 de agosto
En la vida, a todos nos llega un momento en el que tenemos que dar un paso al frente para marcar la diferencia. En “Transformers: El último caballero”, las presas se convierten en héroes. Los héroes se transforman en villanos. Solo un mundo sobrevivirá: el suyo o el nuestro.
