Hay Elvira, Elvira… Contemplar tu poco decorosa belleza insufla a mi ser restos orgásmicos de lo que hubiera sido un más que poco probable contacto contigo. Me conformo con caricias. Aún recuerdo cuando con poco más de diez años, allá por la época en la que debía mirar Bola de Dragón o La noche de los castillos, te vi en televisión. Coño, ¿qué era aquello que veían mis ojos desorbitados? Tetas. Las tetas bamboleantes de Cassandra Peterson llenaban el tubo catódico de mi casa con alegría de vivir mientras hipnotizaba a cada persona que dirigía su mirada hacia aquel indecoroso placer. Maldije mi suerte por no haber podido ver el filme entero, y volví con mis G.I. Joe mancos y mis Caballeros del Zodiaco sin armadura.
Tiempo después me la encontré en el videoclub que ya frecuentaba asiduamente. No lo dudé. La alquilé y me la llevé a casa. La vi una y otra vez, magnetizado por aquel personaje tan esplendoroso. Decidí no devolverla nunca. Le dije al señor del videoclub, un fumeta buenrollero –o eso recuerdo yo- que la había perdido, pero ya llevaba dinero suficiente para pagar el desbarajuste.
Pasaron los años e inconscientemente me aficioné a toda la cultura pop más barriobajera, underground, casposa y sexual. Me encantaba la estética oscura, sangrienta y lo más góticamente neandertal –como divertimento, sin llegar a vestirme de esa guisa-. Y no ha sido hasta hace poco que he llegado a la conclusión de que Elvira tiene toda la culpa.
Revisionando la cinta de nuevo he llegado a la conclusión de que, como una mano invisible, ha guiado mis pasos hacia el ente que soy ahora, y por eso, te amo, Cassandra Peterson.
Elvira Mistress of the Dark se basa en la icónica bruja que ganó fama como presentadora de Movie Macabre en el canal de televisión KHJ de Los Ángeles, puesto que ganó tras la muerte de Sinister Seymour, conductor del programa de terror Fright Night. Movie Macabre era una serie semanal en la que Cassandra Peterson presentaba películas de terror de serie B y Z. Su forma de hablar y expresarse, cercana al tópico de chica sureña de clase media-baja, el estilo lúgubre y tétrico de su vestimenta y su tez vampírica contrastaban con su carácter jovial y suspicaz así como con su personalidad sugerentemente erótica. El escote de vértigo del que disponía, junto con las dos grandes mamas deseosas de salir libres al exterior hizo que nos lamentáramos por no tener aún gafas 3D para contemplarla como se merecía. Ésas fueron principalmente las razones que le hizo ganarse el afecto –y seguro que otras cosas- del público. Movie Macabre se extendió hasta cinco temporadas y 140 capítulos hasta su finalización en 1993, regalando a los fans multitud de historias de terror y de ciencia ficción retro alimentada por el inicio de la Guerra Fría, las reflectantes armaduras de falsos extraterrestres intergalácticos y las pezuñas de los monstruos menos monstruosos jamás construidos. En definitiva, eran llamativas y elegantemente cutres. Lo que se esperaba y se deseaba.
House of Mystery, la serie de comics de la DC sobre historias de terror iniciada en la década de los cincuenta, como la respuesta en cómic a la revista de relatos Weird Tales, también aprovechó el personaje de Elvira, realizando una miniserie de once números con la curvilínea bruja como principal reclamo –sexual, para qué negarlo-.
Elvira Mistress of the Dark es un despropósito, un bendito despropósito con todas las de la ley. El guión, riéndose de sí mismo y homenajeando a las cintas de los sesenta, renquea desde el principio. La actuación de los actores, descaradamente autoparódica, y los decorados, madre mía, de cartón piedra –ni la Enterprise parecía tan endeble y cochambrosa-. Es chapucera y narrativamente desatina de forma escandalosa, tanto que a veces uno no puede más que pensar entre carcajadas que su director, James Signorelli es un jodido genio, su dirección es como errar todos los partidos de una quiniela, difícil, meritorio, y si lo consigues, te echas unas risas. Eso sería lo que pasaría en el rodaje, diversión insana y burla torpe hacia el producto que estaban creando, una película de la que no imaginaban su posterior transformación en obra de culto dos décadas más tarde, tiempo en el que se utilizaría las marcas más insolentemente pop para argumentar la fascinación que ejercería el filme.
Me encanta, no lo puedo dudar. En el año del estreno, 1988, los ochenta acababan, pero su espíritu latía aún con fuerza en la película, en la propia Elvira. La cultura bastarda de la copia como principal adulación, inspiraciones mugrientas de lo más alternativo de la época, películas de serie B tanto o más buenas que las superproducciones que recaudaban millones, John Carpenter… ¡Cuánta desfachatez perdida! El encanto, la desvergüenza y el arrojo. Todo eso y más. No queda más que situar esta obra auténtica, genuina y propia de una época irrepetible a la altura de otros mitos cinematográficos y coetáneos como Dentro del Laberinto, Evil Dead, Conan o la patria Aquí huele a muerto.
¿Qué pasa con Elvira’s Haunted Hills? Seguro que lo estáis pensando. Pues que la secuela merece que le dedique otro texto. Entero. Así os hago sufrir más. ¿Y el disco Elvira Presents Haunted Hits? También llegará. Haciendo amigos desde el principio…