No sé a quién se le ocurrió, pero hizo mella. Dice el proverbio que para ser un hombre completo tienes que haber plantado un árbol, escrito un libro y tenido un hijo. Lo de ir de putas, pisar un bingo y partirte la cara con un orangután es una invención de mi tío, no le hagáis caso.
¿A qué viene todo esto? Pues que hace poco que he acabado de escribir mi primera novela. Al comentarlo con mis allegados todos han recurrido a la cita del párrafo anterior preguntándome que para cuándo el hijo. Aunque soy fértil, no paran de salirme hongos en los pies, no estoy para la labor. O sea, hacer las prácticas es divertido, pero cumplir la misión para luego participar en las olimpiadas de preparar biberones y limpiar culitos pues como que no me viene en gana, que estoy a media temporada de American Horror Story y no me sobra tiempo precisamente.
Eso sí, he estado dando vueltas al tema y creo que la dicha está un poco caducada. Me explico, los tiempos han cambiado y ahora para ser un hombre realizado hay nuevos retos los cuales afrontar. Paso a hacer un repaso, a bote pronto, de las nuevas posibilidades para escoger e incluirlas de cara a una versión 2.0.
Tener un blog: O tienes un blog, o un tumblr o cosas de estas, donde vomitar todo lo que te pasa por la cabeza. Fácil, ¿verdad? Hacerlo sí, mantenerlo actualizado ya es más jodido. No nos engañemos, nuestra vida no es tan interesante y aún menos para los desconocidos. Además, si tienes una vida llena de vivencias increíbles (yo que sé: confundir Aston Martin’s, frotarte con guarrillas y salvar al mundo) no tienes tiempo para sentarte y teclearlo. James Bond no lo hace, y no hay vida más interesante que la suya en este cochino planeta.
Salir en un reality: Ya sea luciendo tu talento o alardeando de la falta de ellos. Salir en Operación triunfo o Gran hermano es digno de encabezar cualquier currículum. Antes seguíamos las andanzas de los héroes de ficción, pero nos dimos cuenta que aquello era frustrante, todos eran perfectos en todos los sentidos. En cambio, ahora, puedes compararte con los mindundis que ocupan horas de televisión y sentirte orgulloso de saberte superior, aunque solo sea por no hacer el ridículo delante de todo el país. Los famosillos hacen una labor social digna de la mejor ONG.
Explicar el chiste de “mis tetas” a alguien que no lo sepa: el gran reto. Ahora todo el mundo tiene su vlog, cuenta de Twitter, ha hecho un monólogo,… pero ahora, en los tiempos de la sobreinformación, conseguir sorprender a alguien con un chiste creado en los albores de los tiempos es un privilegio que pocos pueden ostentar.
No haber ido a una manifestación: en la época que pasamos, la gente ha decidido mover el culo e implicarse directamente en los cambios para un mundo mejor. Ya sea por su consciencia social, para acompañar a un amigo, intentando liarte con la hippie que te mola o porque te pilló la marabunta saliendo del supermercado, casi todos hemos ocupado la calle proclamando nuestros derechos y denunciando las maldades que nos torturan el alma. No haber formado parte de esto, quizás no es de orgullo, pero sí lo es su singularidad.
Y hasta aquí. Se me ocurren muchos más retos para sentirte completo y único entre todos los que te rodean (no haber visto ningún capítulo de Aquí no hay quién viva, no tener tatuajes, no haber imitado a Chiquito de la Calzada… pero tengo cosas que hacer (mirar American Horror Story, actualizar mi blog y no participar en una manifestación) así que si se te ocurren nuevos retos vitales puedes colgarlos en los comentarios.