La franquicia de El exorcista está formada por películas que cuentan cada una con su versión alternativa o extendida. Señal de que el intento de explotar el tremendo éxito de la primera El exorcista parecía lógico pero ha sido marcado por el fracaso (una maldición peor para los estudios que cualquier intervención diabólica). Esto también hace que sea una franquicia muy interesante para recorrer, con extraños pasajes y desvíos.
El exorcista
(William Friedkin, 1973)
Versión cinematográfica – Montaje del director
¿Qué decir de un clásico del tamaño de El exorcista? ¿Qué se puede comentar de la que ha sido declarada la película más aterradora de la historia? Bueno, podemos empezar por el principio: William Peter Blatty.
Blatty era un escritor y guionista conocido principalmente por su trabajo dentro de la comedia cuando publicó El exorcista en 1971. Inspirado en un caso real que tuvo lugar en 1949, conocido hoy como el exorcismo de Roland Doe (nombre falso para proteger la identidad del niño exorcizado), Blatty llevaba años queriendo escribir una novela sobre posesión diabólica tras saber sobre este caso. Pero no fue hasta que se encontró sin trabajo y cuidando de una casa en 1968 que se puso a escribir la que sería su obra más famosa, según cuenta el autor en el prólogo de la edición 40º aniversario de la novela.
La novela se convirtió en un best-seller casi al momento de publicarse y la Warner compró los derechos para poner en marcha una adaptación cinematográfica, con Blatty como guionista y productor, después de ser rechazada por la mayoría de estudios que no veían cómo podía funcionar en pantalla la posesión diabólica. Y ahora quedaba una importante duda que solventar: ¿Quién podría llevar el exorcismo y la posesión diabólica a la gran pantalla de forma creíble, sin provocar las carcajadas del espectador?
Tras ser rechazada por diversos directores, finalmente fue elegido William Friedkin para dirigir la película. Friedkin acababa de obtener un gran éxito con Contra el imperio de la droga (The French Connection, 1971), un film que precisamente hacía gala de un realismo semidocumental que Blatty veía ideal para llevar su historia a la pantalla. Friedkin se mostró interesado, pero rechazó el guion inicial de Blatty, que había introducido diversos cambios en la historia, y ambos trabajaron en un guion que se acercaba mucho más a la obra original de Blatty, siendo el guion definitivo muy fiel a la novela, conservando todos sus momentos memorables (aunque algunos atenuados para ser llevados a la pantalla).
Friedkin empezó el casting de la película. El papel de la madre sufridora se lo llevaría Ellen Burstyn, no era entonces una gran estrella pero había realizado notables interpretaciones en papeles secundarios. Siendo seguidor de Ingmar Bergman, Friedkin le dio el papel del exorcista padre Merrin a Max von Sydow, que sería envejecido décadas gracias a la habilidad con el maquillaje de Dick Smith. El papel del padre Karras caería en Jason Miller, que al principio creyó que Friedkin lo contrataba como guionista ya que ese era su trabajo principal por entonces, pero Friedkin había visto algo en su aspecto que le hizo pensar que sería perfecto para encarnar a un cura en plena crisis existencial. Finalmente, el papel de Regan, la niña la poseída por el demonio Pazuzu, recaería en Linda Blair, por entonces una modelo infantil. Al parecer, la agencia que la llevaba no creía que fuera adecuada por el papel y fue su propia madre la que la llevó al casting, ganando el papel que la marcaría de por vida. Otra importante incorporación al casting fue el de Mercedes McCambridge como la voz demoníaca de la poseída Regan. Inicialmente McCambridge no quiso aparecer en los créditos del film pero tras el impacto del film cambió de opinión y fue incluida más tarde.
La obsesión por el realismo de Friedkin también le llevó a contratar auténticos curas en papeles notables como el reverendo William O’Malley haciendo de padre Dyer y al reverendo Thomas Birmingham como el cura presidente de la universidad. El reverendo Birmingham también era el consultor técnico de la película y había sido profesor de un joven Blatty. Friedkin también contrató auténticos médicos y enfermeras en las escenas en que Regan es sometida a diversos análisis. Pero es el reparto principal el que más sufrió la obsesión de Friedkin por el realismo, sufriendo lesiones y dolores en pantalla que no estaban planeados, como un arnés que se soltó, en la escena en que Regan es sacudida en la cama, causando auténticos dolores a Linda Blair cuyos gritos se confundían con el diálogo de la escena. Esa es la toma que aparece en la película. Burstyn también sufrió una fuerte lesión cuando tiraron de ella más fuerte de la cuenta en la escena en que es lanzada a través de la habitación de Regan. Finalmente se puso fin a estas tácticas cuando Miller se hartó de los disparos que sonaban en el set, cuando Friedkin buscaba reacciones de sorpresa y sobresalto, exigiendo que simplemente le dejaran interpretar.
Pero los esfuerzos de Friedkin habrían quedado en nada sin el trabajo del maquillador Dick Smith y el creador de efectos especiales Marcel Vercoutere. Friedkin sabía que los efectos ópticos de la época no serían efectivos, así que decidió hacerlo todo en cámara. Los esfuerzos de Smith y Vercoutere hicieron posible que el público creyera lo que estaba sucediendo en pantalla y no se echara a reír. El mayor ejemplo de lo efectivo que fue el trabajo de ambos es la escena en la que Regan gira 180º grados la cabeza, mucho más convincente que muchos giros de cabeza que he se han hecho desde entonces con efectos digitales (uno de los cuales aparece en la serie basada en El exorcista que comentamos también en este artículo).
La gran cantidad de efectos (para la época) contribuyó a que este fuera un rodaje largo y complicado, que duró más de un año. Su larga duración y lo complicado de las escenas trajo consigo muchos accidentes, como un incendio que destruyó un set. Finalmente, Friedkin le pidió al padre Birmingham que exorcizara el estudio en el estaban rodando. Una medida que el padre creyó que podía ser más perjudicial que otra cosa, optando en su lugar por bendecir la producción. Si fue efecto placebo o realmente funcionó decididlo vosotros, pero la producción siguió sin problemas después.
La posproducción tuvo sus propios problemas. Se contrató a Lalo Schifrin para realizar la banda sonora. Schifrin, creador del famoso tema de la serie creada por Bruce Geller Misión: Imposible (Mission: Impossible, 1966-1973) y de otras muchas e icónicas bandas sonoras como la de Harry el sucio (Dirty Harry, Don Siegel, 1971), había creado la música más aterradora y fantástica jamás escuchada, según le dijo a Friedkin. El director no pensó lo mismo: su reacción al escuchar la música de Schifrin fue coger las cintas en las que estaba grabada y tirarlas por el aparcamiento del estudio. Lo siguiente que hizo el director fue hacer una selección de temas para la banda sonora buscando en distintos discos. Fue así como el tema de Mike Oldfield Tubular Bells se incorporó a la banda sonora, convirtiéndose en uno de los primeros grandes éxitos de Oldfield y quedando para siempre asociado a la película.
Con una efectiva campaña de marketing, basada en efectivos tráileres y un elegante póster inspirado en la serie de pinturas de René Magritte El imperio de la luz, tanto el estudio como los cineastas esperaban estrenar un gran éxito, aunque no se imaginaban lo grande e impactante que sería ese éxito.
El exorcista no fue solo un gran éxito de taquilla. Causó histeria y desmayos, los espectadores se vieron traumatizados y atrapados por la película. Podéis leer este artículo al respecto en el archivo del New York Times y ver reportajes de la época en YouTube que muestran espectadores saliendo de ver El exorcista como si acabaran de tener un accidente de coche. La explicación de esta visceral reacción es bastante simple: los espectadores nunca habían visto nada semejante. Eran espectadores completamente vírgenes en ese sentido. La calidad de los efectos especiales y la búsqueda de realismo por parte de William Friedkin se sumaron para ofrecerle a los espectadores algo para lo que no tenían referentes. Es parecido a la fiebre que se desató cuando se estrenó La guerra de las galaxias (Star Wars, George Lucas, 1977) unos años más tarde.
Escenas del film de Friedkin, como la masturbación con un crucifijo o el lenguaje soez usado por la poseída Regan, causaron cierta polémica, por supuesto, y no faltaron los que acusaron el film de ser un instrumento del diablo, cuando las intenciones de William Peter Blatty iban claramente en la dirección opuesta. A pesar de todo, de manera casi inmediata el film se convirtió en un icono cultural, provocando que el resto de estudios se apuntaran a la moda del terror religioso, con películas como La profecía (The Omen, Richard Donner, 1976) o La centinela (The Sentinel, Michael Winner, 1977). En Italia se empezaron a estrenar numerosas imitaciones y derivados como la entretenida y de culto Poder maléfico (Chi sei?, Ovidio G. Assonitis, Roberto D’Ettorre Piazzoli, 1974) o El anticristo (L’anticristo, Alberto De Martino, 1974). España también se apuntó a la moda con la deliciosamente cutre e hilarante La endemoniada (Amando de Ossorio, 1975) y el vehículo de Paul Naschy Exorcismo (Juan Bosch, 1975) (aunque Naschy escribió el guion antes de que se estrenara El exorcista, su influencia desde el punto de vista visual es evidente).
En lo que se refiere al éxito de El exorcista cuando se estrenó, también hay que tener en cuenta cuando se estrenó. Desde un punto de vista sociológico, el film de Friedkin se estrenó en un momento clave, cuando el verano del amor había terminado pero continuaban las revoluciones sociales. Un momento en el que la juventud estadounidense se levantaba en protesta, se dejaba el pelo largo y actuaba como si estuviera poseída a ojos de muchos padres y amantes del orden. El exorcista servía como expresión alegórica de lo que la sociedad americana había estado viviendo desde mediados de los sesenta. Además, la película de Friedkin se incluía dentro de un nuevo cine de terror que sacaba el género de los ambientes góticos y lo llevaba a ambientes contemporáneos, una tendencia en la que fue clave el estreno de La semilla del diablo (Rosemary’s Baby, Roman Polanski, 1968). Esta tendencia evolucionaría hacía un terror más realista y visceral, en el que se expresan tensiones sociales, como la oposición a la guerra de Vietnam, que también incluye títulos como La matanza de Texas (The Texas Chain Saw Massacre, Tobe Hooper, 1974) y los clásicos de Wes Craven La última casa a la izquierda (The Last House on the Left, 1972) y Las colinas tienen ojos (The Hills Have Eyes, 1977).
El estatus de clásico y título clave del género que adquirió El exorcista se mantuvo intacto a lo largo de las décadas, a pesar de imitaciones y parodias. La fuerza del film se hizo de nuevo evidente con el estreno en el año 2000 de un montaje del director, que incluía escenas de las que los fans llevaban años hablando.
En realidad, este montaje del director fue producido por insistencia de Blatty, Friedkin estaba, naturalmente, bastante contento con el film original. Finalmente, Friedkin se dejó convencer, incorporando algunos momentos a la escena final, reeditando algunas escenas y añadiendo otras, como el momento en que Regan baja las escaleras caminando del revés a cuatro patas como una araña. En su día esta escena no se incluyó porque Friedkin no veía la manera en que encajara y tampoco le hacía gracia que se vieran los cables usados para sostener a la gimnasta que hizo la escena. Gracias a la tecnología digital, se pudieron borrar los claves y, de paso, también se añadieron diversos efectos subliminales. Por cierto, una escena parecida a la de Regan caminando como una araña ya aparecía en el film El demonio (Il demonio, Brunillo Rondi, 1963), coincidencia debida a la influencia católica en Italia y la investigación de Blatty en lo que se refiere a fenómenos asociados a la posesión diabólica.
El reestreno de El exorcista con su nuevo montaje y sonido demostró que el film de Friedkin no había perdido fuerza ya que fue un tremendo éxito e inició una nueva serie de películas de poseídos, empezando precisamente con Poseídos (Lost Souls, Janusz Kaminski, 2000), que finalmente derivó en un subgénero que llega hasta nuestros días con títulos como El exorcismo de Emily Rose (The Exorcism of Emily Rose, Scott Derrickson, 2005) o El último exorcismo (The Last Exorcism, Daniel Stamm, 2010).
En la actualidad es cierto que El exorcista ya no da el mismo miedo que le dio a aquellos primeros espectadores de principios de los 70, pero se mantiene como una obra maestra del cine gracias a la calidad de su dirección, que aplicó un estilo de silencio-impacto sonoro-silencio que se sigue usando hoy, de sus interpretaciones y de su guion.
El exorcista II: El hereje
(Exorcist II: The Heretic, John Boorman, 1977)
Primera versión – Segunda versión
El exorcista fue un éxito tan gigantesco, que poner en marcha una secuela fue casi inmediato. Sin embargo, la recepción que tuvo El exorcista II: El hereje (Exorcist II: The Heretic, John Boorman, 1977) se ha convertido en histórica por ser el perfecto opuesto: un tremendo fracaso en Estados Unidos en el que los espectadores se reían a carcajadas, lanzaban cosas a la pantalla y pedían que les devolvieran el dinero. Hasta hubo “revueltas”, como explica William Friedkin que le contaron unos ejecutivos de la Warner (aunque Friedkin no debería presumir mucho, ya que, aunque excelente, Carga maldita [Sorcerer, 1977], la película que estrenó en aquel mismo momento, tampoco lo estaba petando en taquilla, precisamente).
¿Cómo pudo pasar? ¿Cómo esta película que tenía que ser un éxito seguro, precedida por un potente tráiler, acabó siendo el hazmerreír de la década?
Volvamos a principios de los 70 del siglo XX. Warner está buscando un director para El exorcista y contacta con John Boorman, que acababa de estrenar con gran éxito la hoy clásica Defensa (Deliverance, 1972). A Boorman no le gustó nada el argumento, pasó del proyecto y se fue a hacer la película de culto (soy uno de sus defensores) Zardoz (1974). Más tarde vio El exorcista y no le gustó en absoluto, le pareció un film muy oscuro (y esto viniendo del director de Deliverance) que se dedicaba a torturar a una niña durante dos horas. No la entendió en absoluto. Y este fue el director elegido para la segunda entrega.
El concepto original para la secuela hacía regresar a Regan y su madre, pero el protagonismo recaía en el teniente Kinderman, investigando las muertes acaecidas en la primera entrega. Ellen Burstyn decidió no regresar para la secuela y Lee J. Cobb falleció poco antes de que empezara el rodaje, así que se decidió cambiar la historia. Lo cual fue un acierto, ya que al final de la primera El exorcista, tanto en la novela como en la película, Kinderman sabía/imaginaba perfectamente lo que había sucedido. Ambientada cuatro años después de la primera entrega, la película se centraría en Regan, experimentando secuelas de su posesión, y el padre Lamont investigando lo que le sucedió al padre Merrin. Se cortejó a varios jóvenes talentos de la época, como Christopher Walken y Jon Voight, pero el papel recaería en el veterano Richard Burton.
La intención de Boorman era realizar una película que fuera más positiva, en respuesta a la oscuridad de la película de William Friedkin. Repito, al parecer Boorman no entendió El exorcista ya que William Peter Blatty quería transmitir un mensaje positivo sobre el poder de la fe. Boorman, además, cargó la película de conceptos fantasiosos y filosóficos, una exploración de la tensión entre ciencia y misticismo y más temas para crear una gran aventura épica y espiritual. Un film que sería mucho más espectacular que la anterior entrega: en el suyo habría diversas posesiones y exorcismos además del de Regan. Boorman incluso quería que la película se titulara simplemente El hereje para que no se relacionase con el film de Friedkin, a pesar de las muchas conexiones entre ambos filmes.
Había una gran anticipación por la secuela. La primera había aterrado a millones de espectadores, ¿qué nuevos horrores desencadenaría esta nueva entrega? Pero los espectadores que buscaban ver una película de terror se llevaron una decepción: El exorcista II no es una película de terror, es más bien una esotérica aventura con elementos fantásticos y sobrenaturales. Presentaba muchos conceptos e ideas que, directamente, provocaron carcajadas en los espectadores de entonces. Sin embargo, uno de los conceptos presentados que más escepticismo levantaba y se burlaban más era una máquina que ponía en sincronía dos personas de modo que una podía entrar en los sueños/fantasías/recuerdos de la otra. Una idea que entonces resultó ridícula a los espectadores pero que es la base de películas como Proyecto Brainstorm (Brainstorm, Douglas Trumbull, 1983), La gran huida (Dreamscape, Joseph Ruben, 1984) y Origen (Inception, Christopher Nolan, 2010).
La recepción tan espectacularmente negativa y las risas en las salas de cine, sumado al hecho de que estaba arrasando La guerra de las galaxias (Star Wars, George Lucas, 1977), una película que, en un principio, las salas de cine se vieron obligadas a adquirir si querían tener el gran blockbuster de prestigio, provocaron que El exorcista II pasara desapercibida. Esto llevó a Boorman a retirar la película de las salas de cine y reeditarla, en un intento de salvarla, como haría años después Stanley Kubrick con El resplandor (The Shining, 1980) ante la misma reacción negativa.
Los cambios introducidos fueron diversos. En la nueva versión se cambió el principio, añadiendo un prólogo que resume los sucesos de El exorcista y también se cambió el final. Entre medio, se eliminaron muchas escenas y diálogos fueron recortados, cualquier cosa que provocara involuntarias risas en los espectadores era fulminado. Esta versión no pudo colocarse de nuevo en todas las salas en Estados Unidos, pero se distribuyó en mercado doméstico y en algunas zonas del mundo, como Europa. Una maniobra que creo que fue un error porque parte del problema de la película es que es muy europea, con una lógica onírica habitual en las películas de género europeas de la época. Diálogos que en Estados Unidos provocaban risas, como cuando Regan le cuenta a una niña que fue poseída por el diablo como si tal cosa, eran bastante comunes en las películas europeas de entonces, particularmente las surgidas de Italia, Francia y España.
No tengo claro que esta versión recortada fuera la que se estrenó en España. La primera vez que vi esta película fue por televisión y era la versión de dos horas. Posteriores ediciones en DVD también eran de la versión de dos horas, no vi la edición recortada hasta que fue editada por Shout! Factory, en una edición con ambas versiones. Pero la versión recortada sí que se estrenó en países como Inglaterra.
Y recuerdo bien la primera vez que vi El exorcista II en televisión porque tenía unos trece años y me quedé boquiabierto por lo bien que había crecido Linda Blair. La recordaba como una niña y aquí aparecía convertida en una mujer cuyos atractivos eran muy explotados. No fue hasta que crecí que me di cuenta que se estaba explotando la sexualidad y feminidad de una chica que, en el momento de filmar la película, tenía diecisiete años. Esta manera de representar a Regan, con diversas escenas en las que lleva un transparente camisón o camisetas sin sostén, enlaza con un subtexto detectado por diversos críticos: muchas de estas películas tienen como fondo el miedo a la sexualidad femenina. La mayoría de estas películas tratan sobre chicas adolescentes que son poseídas por un demonio en el momento en que están madurando desde un punto de vista sexual. Su virtud les es devuelta por hombres maduros que destierran al demonio de sus cuerpos. Definitivamente aquí hay un subtexto.
Linda Blair se despidió así de la franquicia y del personaje que le dio fama. Quedó tan marcada por la popularidad de Regan, que su posterior carrera está llena de títulos dentro del género, con diversas películas de culto como el telefilme Las dos caras de Julia (Summer of Fear aka Stranger in Our House, Wes Craven, 1978), el entretenido slasher Noche infernal (Hell Night, Tom DeSimone, 1981) y la soberbia y deliciosa Calles salvajes (Savage Streets, Danny Steinmann, 1984). Otro de los títulos destacados que protagonizó, aunque no tiene ni de lejos la calidad de los mencionados, pero que está relacionado con el tema de este artículo, es Reposeída (Repossessed, Bob Logan, 1990), una parodia de El exorcista protagonizada por Blair, haciendo de mujer poseída de nuevo por el demonio que la poseyó de niña, Leslie Nielsen y Ned Beatty. Un buen reparto desperdiciado en una parodia sin gracia. Los chistes que funcionan están copiados de películas de Mel Brooks y del trío Jerry Zucker, Jim Abrahams y David Zucker, o es el talento de Nielsen el que los hace funcionar. La mayoría, sin embargo, son predecibles y sin gracia. Y no hay nada peor que una comedia sin gracia.
Volviendo al film de John Boorman, la negativa reacción en Estados Unidos marcó a El exorcista II como “mala película”, merecedora de más risas que respeto. Sin embargo, desde que se estrenó ha ido adquiriendo también defensores, y a nadie le sorprenderá encontrarme entre ellos. Ciertamente, como sucedía con Zardoz, Boorman sobrecarga la película con ideas y su acercamiento parte de malinterpretar completamente el film de Friedkin, pero también está lleno de imágenes fantásticas. No una película de terror, es una aventura fantástica que le ofrece al espectador un viaje difícil de olvidar.
El exorcista III
(The Exorcist III, William Peter Blatty, 1990)
Versión cinematográfica – versión Legion
Cuenta la leyenda que William Peter Blatty se sintió tan disgustado y asqueado por El exorcista II: El hereje que se puso a escribir una verdadera secuela de El exorcista: la novela Legión. Una historia que tiene su gracia pero que me parece de dudosa veracidad, principalmente porque Blatty ya había tocado tangencialmente el universo de El exorcista anteriormente. En 1966 Blatty publicó Twinkle, Twinkle, “Killer” Kane, novela que intentó llevar al cine sin éxito. En 1978 la rescribió como The Ninth Configuration, introduciendo un notable cambio: el astronauta que aparecía originalmente fue rebautizado y convertido en el capitán Billy Cutshaw, el astronauta que aparece invitado en la fiesta de Chris MacNeil, tanto en la novela como en la película El exorcista.
En 1980 Blatty debutaría como director con La novena configuración (The Ninth Configuration), una adaptación de su novela. Además de compartir un personaje marginal, en La novena configuración aparecen tratados de forma más directa temas que también aparecen de fondo en El exorcista. Este recomendable film es una interesante mezcla de drama, comedia negra y thriller con un extenso e interesante reparto encabezado por Stacy Keach, Scott Wilson, Jason Miller y Joe Spinell. En 1983 es cuando Blatty publica Legión, esta vez sí una continuación directa de El exorcista. Blatty evita repetir la misma historia de posesión con Regan u otra infortunada niña, en su lugar creando una adictiva y emocionante trama relacionando la posesión diabólica con los asesinos en serie. El protagonista es el teniente Kinderman, investigando una serie de asesinatos que copian los de un asesino que lleva tiempo muerto.
Tras el descalabro de la segunda entrega, Morgan Creek, el estudio que se encargó de producir las secuelas que distribuye Warner, esperaba tener más suerte con la tercera. Blatty buscaba llevar su novela Legión al cine. Parecía una unión destinada a triunfar. Pero esta franquicia parece maldita por el demonio, así que los problemas no tardaron en presentarse para Blatty durante la posproducción.
El primer problema en presentarse, y que trajo consigo el resto, fue el título. Blatty quería estrenar la película simplemente como Legion, para alejarse de cualquier conexión con el fracaso de El exorcista II. Pero los productores ejecutivos insistieron, por obvias razones comerciales, en que se estrenara como El exorcista III. Pero esto daba como resultado una película titulada El exorcista III en la que no había ni exorcista ni exorcismo, el protagonismo recaía en el teniente Kinderman que interpretaba George C. Scott. Blatty se vio obligado a añadir un personaje a la película: el padre Morning interpretado por Nicol Williamson. Entre las escenas añadidas con el padre Morning estaba incluido, como no, un espectacular exorcismo con el que cerrar la película, sustituyendo el seco y crudo final original. El rodaje de nuevas escenas también se extendió a las protagonizadas por el paciente X, papel que interpretó Brad Dourif. Originalmente el personaje lo tenía que interpretar Jason Miller, pero el actor sufría problemas de alcoholismo, que, según comprobó Blatty, lo incapacitaban para trabajar. Sin embargo, mientras rodaban las nuevas escenas los productores vieron a un recuperado Miller, así que insistieron en que fuera incluido en el reparto. Así se construyó una híbrida interpretación usando a Brad Dourif y a Jason Miller para crear al personaje.
La película tuvo una recepción templada, por decirlo suavemente. No fue el sonoro y espectacular fracaso de la segunda, pero tampoco fue un gran éxito de taquilla. Sin embargo, con el tiempo su reputación ha ido aumentando, siendo considerada una notable película de terror que mereció mejor suerte en el momento de estrenarse. Casi no hace falta decir que, por supuesto, está considerada la mejor secuela de la franquicia, solo superada por la primera El exorcista. Y lo hace manipulando algunos hechos de la primera entrega y novela de Blatty, convirtiendo la relación entre el padre Karras y el teniente Kinderman en una profunda amistad en lugar de una más simple relación sospechoso/investigador.
Pero el film logró superar todos los prejuicios en contra y convertirse en un estimado título gracias a la inquietante y perturbadora atmósfera con la que Blatty dotó a la película, creando escenas como un memorable susto que ha sido copiado/referenciado muchas veces, incluso en películas recientes como Navidad sangrienta (Black Christmas, Sophia Takal, 2019) y en la serie basada en El exorcista (ver más abajo). Por no mencionar el gran reparto, que aporta una tremenda credibilidad y verosimilitud a la historia.
En 2016, Shout! Factory editó una edición especial para coleccionistas que incluía el montaje del director (más tarde Arrow Video la editó de forma limitada en Europa). Durante muchos años este montaje, la versión titulada Legion, había sido objeto de mucha especulación y se daba por perdido. Y, en cierto modo, lo está. Lo que se pudo recuperar fue el montaje del director en formato VHS. De manera que la película va cambiando de formato, dependiendo de las escenas añadidas, como un diferente inicio y la interpretación completa de Brad Dourif como paciente X.
Como sucede con las dos versiones de El exorcista, los dos montajes de El exorcista III son igualmente válidos y compatibles. Legion tiene una personalidad más propia, la interpretación de Dourif es superior y su final es mucho más seco y violento. La versión cinematográfica funciona perfectamente como secuela directa de El exorcista, con un final que también tiene sus virtudes aunque fuera impuesto a Blatty. Al fin y al cabo, es la versión cinematográfica la que hizo que la valoración del film de Blatty fuera aumentando con los años.
Como ya se ha mencionado, El exorcista III es una soberbia película de terror, Morgan Creek podía haber cerrado la franquicia en una nota alta, si bien esa nota alta llegó con el tiempo. Pero no, tenían que seguir explotando la franquicia, embarrándose de nuevo en una producción complicada y polémica.
El exorcista: El comienzo – La versión prohibida
(Dominion: Prequel to the Exorcist, Paul Schrader, 2005)
El éxito que tuvo el estreno en cines del montaje del director de El exorcista hizo que Morgan Creek olvidara que ninguna de las secuelas había funcionado en taquilla y pusiera en marcha una nueva entrega, en esta ocasión una precuela que explicaría el primer encuentro entre el padre Merrin y el demonio Pazuzu. Contrataron unos prestigiosos guionistas como eran William Wisher y Caleb Carr (autor de El alienista y su secuela). Además contrataron a un director con clase y prestigio (aunque pasando horas bajas entonces): Paul Schrader.
No sé exactamente que esperaban los ejecutivos de Morgan Creek que iba a hacer Schrader, pero lo que hizo fue adaptar el guion a su gusto y hacer una película de Paul Schrader. Qué sorpresa.
Los ejecutivos de Morgan Creek esperaban algo un poco más comercial y enfocado al gran público (de nuevo, para eso Schrader tal vez no era la mejor opción), así que le pidieron a Schrader que hiciera diversos cambios, a lo que el director se negó. Fue despedido, su película puesta en una estantería y se contrató a Renny Harlin como director de una nueva precuela. Sin embargo, en el contrato de Schrader figuraba que su montaje debía poder verse, aunque fuera en formato doméstico. Por eso, en 2005, un año después que la película de Harlin se estrenara en cines, se editaba en DVD El exorcista: El comienzo – La versión prohibida (Dominion: Prequel to the Exorcist) (por favor, aplaudan el cinismo y el olfato comercial de los distribuidores españoles a la hora de retitular el film).
Tras los varapalos que se llevó la película de Harlin, aficionados y críticos se lanzaron sobre el film de Schrader esperando descubrir una joya cuya grandeza no pudo ser apreciada por unos ignorantes ejecutivos. Y, bueno, podríamos decir que es una película mejor que la de Harlin, pero tampoco es una obra maestra, precisamente.
La película de Schrader comparte con la de Harlin que, al tener una posproducción anormal, se lastraron ambas películas con muchos defectos sobre los que los cineastas no pudieron hacer nada. Principalmente, unos efectos visuales muy pobres, ya que ninguna de las dos tuvo ni el tiempo ni el dinero necesario para que los efectos visuales tuvieran la calidad que se espera de una producción de estas características.
El film de Schrader tiene ideas interesantes, así como una excelente interpretación de Stellan Skarsgård. La historia creada entre Wisher y Carr resulta interesante como historia de terror que esconde una reflexión sobre la naturaleza del mal bajo la superficie. Sin embargo, el montaje resulta algo anticuado, no se le acaba de imponer un buen ritmo a la historia.
Es un film con buenos momentos pero no acaba de triunfar como debería, tal vez por como Schrader impone su personalidad a la historia y su poco interés por el género (aunque eso no impidió que Friedkin creara un clásico).
Pero, como veremos a continuación, lo que resulta más interesante es poder comparar como dos cineastas tan distintos como Paul Shchrader y Renny Harlin usaron el mismo guion estrenando dos películas que no podrían ser más distintas.
El exorcista: El comienzo
(Exorcist: The Beginning, Renny Harlin, 2004)
Ya habéis visto cómo empezó esta producción. Ejecutivos insatisfechos despiden a Paul Schrader y contratan a Renny Harlin, el cual tiene la ingrata tarea de preparar, rodar y hacer la posproducción de una película en el tiempo que se reservaba a la posproducción de la película de Schrader.
Está claro que la gente de Morgan Creek contrató a un director de prestigio (en horas bajas) esperando una película de terror de aire clásico como la original El exorcista. Cuando esta estrategia falló, buscaron a un director comercial (en horas bajas) para producir lo que esperaban fuera una película comercial que hiciera ganar enormes cantidades de dinero al estudio. Pero Harlin no estrenaba una película de éxito comercial desde 1999, la divertida Deep Blue Sea, ninguna de las estrenadas posteriormente habían funcionado en taquilla.
Harlin se lanzó con entusiasmo al proyecto. Adaptó el guion a su gusto, contrató nuevos actores para sustituir algunos de los contratados por Schrader (resulta entre gracioso y vergonzante la manera en que Harlin intenta justificar con grandes rodeos, en el comentario grabado para la edición en DVD/Blu-ray, la sustitución de Clara Bellar por Izabella Scorupco sin decir abiertamente que la segunda le parecía mucho más atractiva), aunque conservó otros como el protagonista Stellan Skarsgård, con el que Harlin ya había trabajado en la mencionada Deep Blue Sea.
Hay muchos elementos narrativos que son iguales en ambas películas debido a que parten del mismo guion, pero filmadas de manera completamente distinta, tratando la historia con enfoques completamente opuestos. Harlin hace un mayor énfasis en el efectismo, los sustos y los momentos truculentos, así como hacer distintas referencias a El exorcista. El problema de este enfoque es que, como ya he mencionado, el film no contó con una posproducción normal, sino una mucho, mucho más corta de lo habitual. Y eso provocó que muchas escenas que buscaban ser impactantes no lo fueran porque a los efectos visuales no se les dio el tiempo necesario para perfeccionarse.
Casi no hace falta decir que la película fue un fracaso de taquilla. Su intento de crear suspense en torno a la identidad de la persona poseída es innecesario, además de que no sigue las reglas de la posesión que implantó el clásico de William Friedkin.
Lo único que hace realmente interesante estas dos precuelas es, repito, comparar como dos cineastas tan distintos enfocaron el mismo material.
The Exorcist
(Serie de TV)
Creada por Jeremy Slater, The Exorcist se emitió durante dos temporadas por Fox. Desde el primer momento tuvo problemas para mantener una buena audiencia y por ello acabó cancelada. El enfoque de la serie era funcionar como secuela de El exorcista, en su primera temporada, y seguir a partir de ahí con sus protagonistas, los padres Tomás Ortega y Marcus Keane que interpretaron, respectivamente, Alfonso Herrera y Ben Daniels, enfrentándose a distintos casos de exorcismo, con uno que ocupa la trama principal de la temporada.
Aunque la serie tenía sus momentos, usando las posesiones para crear logrados momentos visuales, en el fondo no aportaba nada nuevo. La pareja cura joven idealista y veterano de vuelta de todo recuerda demasiado a las parejas de policías de multitud de buddy movies y, aún con solo diez episodios por temporada, da la sensación de que el exorcismo se alarga demasiado. Peor que los exorcismos más largos que un partido de Oliver y Benji, es que, para darle más chicha a la serie, se le añade una conspiración demoníaca en el Vaticano que también resulta bastante cliché y tópica. La segunda temporada se canceló dejando en el aire una tercera que parece, por los momentos finales del último episodio, iba a homenajear a El exorcista III.
Justo cuando me encontraba escribiendo este artículo saltó la noticia de que Morgan Creek planeaba un reboot de la franquicia con el objetivo de estrenarse en 2021. Como ya he mencionado, ninguno de los intentos de Morgan Creek ha tenido éxito, pero resulta fascinante ver cómo lo siguen intentando y cómo, a pesar de todo, El exorcista se mantiene como una obra cumbre dentro del género.