Relatos

Puteibor, algo más que un índice

El mercado inmobiliario yanqui se había ido a tomar por el culo, arrastrando en su caída a todas las bolsas del mundo desarrollado. En España, el crujir y el rechinar de dientes se manifestaba en forma de dos índices económicos: Euribor y Puteibor. El primero era sobradamente conocido. En cuanto al Puteibor, era el índice que servía para tomar la temperatura al siempre fascinante mundo de la prostitución de extrarradio. Había florecido en el país una especie de proletariado enloquecido por consumir viviendas y coches carísimos, a base de endeudarse durante un par de generaciones. De ahí que parte del Puteibor tuviera que ver con la salida a las calles de toda esa panda de Yennis con corrector dental a destiempo y urgentes necesidades de financiación, así como sus abuelas pensionistas, viudas, a merced de las pensiones de hambre que parecían aproximarlas a una especie de inmortalidad basada en el hambre.

Puteibor, algo más que un índice

En el parque del Quinto Mojón, Carabanchel noreste, el alumbrado público solía joderse a eso de las doce de la noche. No era una casualidad. La energía estaba muy cara y los ayuntamientos conservadores de ciudades como Madrid preferían desperdiciar iluminación hortera en la zona turística que velar por la seguridad de sus habitantes menos favorecidos. Sin embargo, no todo era terror y navajas a la luz de la luna en el parque del Quinto Mojón. La ausencia de luz nocturna tenía efectos dinamizadores en la economía, posibilitando un creciente flujo putero amparado por la apacible tiniebla de la zona.

– Sonia tenía 22 y un novio retrasado mental, amante del tuning. Sonia tenía 22 y un cuerpo jodidamente perfecto, aún resistente a la comida basura, al flujo interminable de pirulas y, sobre todo, a la ingesta ocasional de semen malformado de su estúpido amante.

Ilustración de Javier Molinero

Ambos se habían casado hacía un par de meses, ya que Sonia iba a tener un bebé fruto de esos polvos en estado comatoso. Como el tipo era reponedor y ella cajera en un Día, se condideraban capacitados económicamente para adquirir un piso barato, de esos de unos 250.000 pavos. Los bancos daban todo tipo de facilidades, pero las cosas habían cambiado en los últimos 17 meses. Los intereses estaban empezando a devorarles y sus salarios no tenían pinta de alcanzar jamás la mítica barrera de los 1.000 pavos. Era necesaria una ayuda externa.

Sonia baja al parque del Quinto Mojón cada noche. Su ropa es ajustada y su reciente embarazo aún no jode las lineas puras de su cuerpo. Está jodidamente buena, la muy puta, y acostumbrada a hacérselo con el tarado de su noviete nunca dice no a nada. Ahí radica su éxito. La gente siempre quiere más. La gente siempre quiere lo que no consigue en casa, o lo que siempre ha querido hacer, o lo que le salta de la polla tras el quinto cubata. La gente quiere mearse en la boca de Sonia. Quiere follar su culito. Quiere darle de hostias mientras la viola contra un árbol. La gente quiere apagar sus cigarrillos encendidos en la grupa de Sonia. En fin, alguna gente quisiera matarla en pleno orgasmo, pero eso sería ilegal, y ante todo aquí respetamos la legalidad vigente.

Continuará…

[Leer la segunda parte]

Escrito por: Southmac
© Fotografía: McKeyhan
© Ilustración: Javier Molinero