En la biblioteca de Collserola, con la primavera asomándose por las ventanas, tuvo lugar la presentación de la novela Autopsia de una langosta de Helena Torres Sbarbati.
Fue un encuentro distendido, una conversación informal y participativa dónde se tocaron todo tipo de temas y en la que la presencia del Conseller del distrito no constituyó un motivo de contención.
Hablamos de esa feminidad transgresora con la que Helena colorea la novela. Los recuerdos de su infancia, la justificación de unos versos en un entorno extraño o una taza de water que las excreciones femeninas van cambiando de color.
Leímos fragmentos que nos regalaron reflexiones compartidas. Escuchamos la voz de un hombre que desea tener coño para poder parir y sentirse madre en su propia carne. Sentimos la emoción repartida de quien nació en un lugar y se asentó otro, y ahora no acaba de sentirse plenamente de ningún lado. Pusimos en común esas miradas terribles que violan la inocencia infantil. Charlamos sobre la identidad. El amor. El sexo.
Surgió una Barcelona que ya no existe, pero que Helena atestigua que no fue un espejismo. Se impuso otra Barcelona que sí existe y en la que sus habitantes no se sienten acogidos.
Los ciudadanos se alegraron de poder sentir como propios algunos espacios públicos (las bibliotecas) y fueron contundentes en sus reclamaciones cuando el Conseller preguntó qué era lo que no les gustaba de la ciudad. Y al final, el Conseller no quiso cerrar el acto con formalismos y se apuntó a la buena onda informal del acto.
Fue una tarde especial, sí, de esas que dejan huella.
