Desde las profundidades del océano llega el héroe que necesitábamos dispuesto a impedir una guerra entre Atlantis y el mundo de la superficie y salvar el universo cinematográfico DC del pozo en que está hundido. Es James Wan, el conocido director de películas como Saw, Expediente Warren: El caso de Enfield o Insidious quien dirige esta épica superheroíca.
Aquaman (2018) nos presenta la historia de Arthur Curry (Jason Momoa), hijo mestizo de un farero de Maine, Tom (Temuera Morrison), y la reina de Atlantis, Atlanta (Nicole Kidman). Arthur pasa gran parte de su vida alejado de los asuntos de las profundidades de los océanos hasta que su hermano, el rey Orm, decide empezar una guerra contra la superficie. Para detener esta guerra, Arthur, acompañado de la princesa Mera (Amber Heard), se lanza a una aventura para reclamar el trono de Atlantis.
James Wan nos presenta un film de superhéroes que tiene poco de lo que estamos acostumbrados a ver en este género. Aquaman tiene mucho de fantasía épica y cine de aventuras clásico y poco típico cine de superhéroes. Aquí se encuentra la clave del éxito de esta película, que se aleja de las peleas entre superhombres con mallas para meternos en una historia con toques de pulp lisérgico, mezclado con la space opera a lo Flash Gordon, sustituyendo el espacio por los fondos marinos. Todo ofrecido al espectador con el estilo, el gusto por la claridad de acción y el barroquismo visual habituales en el cine de Wan. Uno de cuyo mayores logros es, sin duda, hacer creíble este universo submarino a pesar de que, obviamente, se filmó “en seco”. Los efectos visuales simulan cabellos flotando, igual que rejuvenecen diversos actores en flashbacks, de forma muy realista, sin que te saque de la película.
Si juntamos el espectáculo visual con la agilidad a la hora de contar su historia, que en su desarrollo mezcla la narrativa propia de la mitología clásica con la del cine de aventuras, el resultado es un film entretenido, divertido y espectacular que es justo lo que el universo cinematográfico DC necesita. No es un secreto que en las oficinas de Warner hubo algo de pánico cuando Liga de la justicia (Justice League, Zack Snyder, 2017) no logró los resultados esperados en taquilla. No fue realmente un fracaso, pero tampoco impactó como lo hizo Vengadores: Infinity War (Avengers: Infinity War, Anthony Russo, Joe Russo, 2018). Dentro del universo DC, solo Wonder Woman (Patty Jenkins, 2017) ha logrado un éxito semejante a los de la Marvel. Zack Snyder creó unas películas de superhéroes que eran muy alienantes, presentando a sus protagonistas como dioses alejados de los humanos que se supone protegen. Resulta significativo, para entender su visión de los superhéroes, que Snyder ha mostrado interés en adaptar El manantial de Ayn Rand. No sucede en Aquaman, que James Wan siempre lo vio como un superhéroe “desvalido”, muy humano a pesar de todo. Y así es como llega al espectador, no como alguien todopoderoso por encima del bien y el mal, sino como una persona con fallos y debilidades.
Aquaman cuenta también con un reparto a la altura de su escala épica. Además de los ya mencionados también aparecen Patrick Wilson, Willem Dafoe y Dolph Lundgren. Aquaman tiene más de cine de fantasía y aventuras que de típica película de superhéroes, con resultados muy refrescantes. Una recomendada épica que insufla algo de vida al universo cinematográfico DC.